El argumento de ‘menor a mayor’ en San Pablo y la carta a los Hebreos

EL ARGUMENTO “DE MENOR A MAYOR” EN SAN PABLO y LA CARTA A LOS HEBREOS

carta-a-los-hebreos           La habilidad retórica de las cartas de San Pablo, escritas en lengua griega, es un hecho reconocido prácticamente de modo universal, por los estudiosos de literatura, por los exégetas, incluso por aquellos que durante un cierto tiempo pusieron en discusión algunas de las epístolas atribuidas tradicionalmente al Apóstol de las gentes. Su habilidad retórica va acompañada de una gran riqueza de vocabulario, en griego, lo que hace que la lectura de ciertas cartas del Apóstol no sea una tarea fácil para los principiantes. Esta habilidad la reconocen incluso los que han pensado, erróneamente, que Pablo haya sido el verdadero inventor del cristianismo y de los dogmas cristianos.[1]

             Lo que muchos ignoran, sin embargo, es que algunos de estos recursos literarios son de proveniencia hebrea, y de la más pura tradición rabínica, y que se han seguido usando en escritos redactados, o al menos compilados con mucha posterioridad respecto al tiempo en el que Pablo vivió en esta tierra. Esto es perfectamente entendible. Pablo mismo, quien se confiesa hebreo, asegura haber sido de la secta o grupo de los fariseos, haber frecuentado la escuela del gran maestro Gamaliel y haber sido educado en la más rígida tradición de la religión hebrea.[2]

       Puede parecer curioso hoy día, que muchas de estas técnicas y recursos literarios rabínicos, utilizados por San Pablo en griego, los encontremos también en la carta a los Hebreos, que para la opinión común del mundo exegético y bíblico actual (incluso hasta más en el campo católico que en el protestante), no es carta ni tiene por autor a San Pablo, pese al gran peso de la tradición que sostiene lo contrario. Muchos de estos recursos, y otras técnicas literarias, se encuentran en el epistolario paulino, y también son identificables en la carta a los Hebreos, en gran medida, como algunos estudiosos han demostrado.[3]

            Es nuestra intención detenernos en uno de estos recursos, quizás el más complejo y rico del punto de vista literario, y que ciertamente se encuentra en la literatura rabínica, el llamado qal wa- chomer (literalmente: “liviano y pesado”, o bien: “simple y complejo”), conocido en occidente como argumento “a fortiori”, o “de menor a mayor” (a minoris ad maius). Haremos después un breve comentario sobre la posible autoría de la carta a los Hebreos.

  1. ¿Qué es qal wa- chomer (argumento ‘a fortiori’)?

      ¿Cómo funciona este argumento, y por qué se lo llama de dicho modo: “liviano y pesado”? Justamente, porque funciona comparando dos términos, uno de los cuales es “más pesado” (en el sentido de “tener mayor fuerza de persuasión”) que el otro. Un ejemplo lo tenemos en el Antiguo Testamento (Ex 22, 9-14, Vg [en algunas ediciones; 22, 10-15]).

            El texto afirma que si alguien deja a otro en depósito o consigna un animal, y este muere o sufre un daño o desaparece, el depositario no está obligado a restituir. En cambio, sí lo está en caso que el animal fuese robado en su presencia (porque se supone que faltó a su obligación de custodiarlo).[4] Si en cambio alguien pide prestado un animal a su dueño, y este muere o sufre un daño, el que lo pidió sí está obligado a la restitución, si el patrón está ausente (porque no es seguro que esto le hubiera sucedido al dueño).[5] ¿Qué pasaría si el animal hubiese sido robado en su presencia? El texto no lo dice, pero he aquí que la literatura rabínica aplica el argumento ‘a fortiori’, afirmando que con mucha más razón el que pide prestado (maior) debe restituir (en caso de robo), ya que se le pedía que restituyera aún en caso de muerte o extravío, cosa que no se le pedía al que se lo dejaba en depósito (minor).[6] Se sentencia procediendo por una suerte de analogía, por la cual se aclara que la obligación del que pide prestado es “más pesada” de la de aquel que sólo lo recibe en depósito, y por lo tanto, posee al menos la misma obigación.

          El argumento qal wa- chomer, en la lógica rabínica, se usa para cuestiones legales – morales, no para ciencias naturales. Por eso, su lógica no es matemática, ni tampoco basada en un estricto silogismo a partir de premisas (aunque esta afirmación posee sus matices), sino que contempla las diferentes situaciones humanas, y examinando cuan similares o disímiles puedan ser entre ellas, decide si una conclusión o sentencia legal puede trasladarse de una situación a otra. Por eso, el énfasis que pone puede interpretarse como: “con más razón”, o “mucho más”. Un ejemplo típico sería el siguiente: Si se supone que un niño moderadamente bueno merece un dulce, en una ocasión especial, se supone que un niño que es muy bueno, debería merecer… ¿cuánto? Pues bien, en lógica estricta diríamos que dos dulces o más; sin embargo, eso es falso en la lógica del qal wa- chomer. Se afirma, por el contrario, que “un buen niño merece, con más razón (o: mucho más) un dulce”.

            La fuerza del argumento está en demostrar que si una cualidad se realiza o se encuentra en el menor, forzosamente se deberá encontrar también en el mayor, pero al mismo tiempo, se limita a una regla que pide al que concluye no hacerlo más allá de lo permitido por la o las premisas (por esa razón, no se dice que al mejor niño se le van a dar dos dulces, sino sólo que “con más razón”, se le da uno). Esta regla recibe el nombre de dayyo (se traduce por: “es suficiente”). El paradigma más claro lo tenemos en Num 12,14, cuando Aarón, hermano de Moisés, pide a este por María su hermana, que había quedado contaminada con la lepra después de un pecado de presunción contra Moisés. Este último intercede ante Dios, quien da garantías de perdonarla, pero imponiéndole un cierto castigo, en analogía con un padre que reprime la vergüenza de su hija, y lo hace de este modo: El Señor respondió: “Si su padre le hubiera escupido en la cara, habría quedado infamada siete días. Confinadla siete días fuera del campamento y el séptimo se incorporará de nuevo”. Dios declara que el pecado existió y que merece un castigo, pero que “será suficiente” con aplicarle un castigo análogo al del padre que se enfadó con su hija. La interpretación es la siguiente: Si un padre la hubiera escupido (por algún motivo justo), habría quedado confinada siete días fuera del campamento; “con mucha más razón” debe quedar confinada siete días, ahora que ha difamado, calumniado y ha tenido una actitud temeraria ante Dios. El castigo se reduce en intensidad, obviamente, declarando que “es suficiente” con que cumpla los siete días, en analogía a la avergonzada por su padre.

Se sostiene que el mismo Jesús aplica a esta regla, por ejemplo en el sermón del monte, cuando declara: Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más dará el Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan! (Mt 7,11).[7] Obviamente, la forma de la sentencia es muy similar y no es improbable que Jesús, que también era Rabbí o maestro en Israel, haya buscado enseñar su doctrina en un modo familiar a los oyentes de su tiempo, cosa que seguramente hizo. De todos modos, el paralelo no es exacto, pues en este caso, Jesús deja entrever – y el contexto lo clarifica enormemente – que el Padre celeste dará mucho más en abundancia de lo que un padre terreno puede dar; no se trata sólo de dar lo mismo “con mucha más razón”.

El argumento ‘a fortiori’ existe también fuera del universo hebreo, y ciertamente que ha sido empleado en la literatura griega y posteriormente en la latina, aunque sobre todo como elemento retórico, para dar énfasis, acentuar, etc. En la tradición rabínica, se le asigna en cambio gran exactitud y fuerza probativa, siendo casi el elemento fundamental que permitía dirimir ciertas cuestiones legales. San Pablo lo utilizará, y probablemente incluso en este último sentido, pero para iluminar las realidades cristianas, en paralelo (analogía), pero al mismo tiempo subrayando la oposición entre la realidad humana negativa (el pecado), y la divina positiva (la gracia, la justificación). El ejemplo más elocuente es el de la carta a los Romanos.

  1. El argumento a fortiori en Rom 5, 12-21

            En el capítulo quinto de la carta a los Romanos, San Pablo presenta el tema del pecado original de un modo totalmente novedoso, y hasta ese momento no esbozado teológicamente. Afirma la centralidad del pecado de un hombre (Adán, según la narración de la Génesis), hombre por el cual “el pecado vino al mundo”, y afirmará como contrapartida, el rol redentor de Cristo y la infusión de la gracia sanadora.

Así como por un hombre entró el pecado en este mundo, y a través del pecado la muerte, y de este modo la muerte pasó a todos los hombres, porque (en el cual) todos pecaron (Rom 5,12). Pablo habla del ingreso del pecado en el mundo, de la muerte como su consecuencia, y que si esta consecuencia – la muerte – pasó a todos los hombres, es porque también pasó su causa, el pecado. Hemos obviado aquí la discusión textual sobre este versículo: Los códices griegos y muchos padres orientales leen como hoy lo hacen muchas ediciones críticas (Porque todos pecaron), mientras que la Vulgata, algunos padres latinos y la formulación del concilio de Trento se sirven de la versión “in quo” (en el cual o en quien) todos pecaron.

           Uno podría esperar la contrapartida de la acción de Cristo (el “otro hombre” o el “nuevo hombre”), afirmando que, a diferencia de Adán que trajo el pecado y la muerte, Cristo traerá la justificación y como consecuencia, la vida. Efectivamente, Pablo hablará de esto, pero no enseguida. Los versículos 13 y 14 no cierran el balance abierto en el 12, sino que, bajo el recurso literario del anacoluto, desarrollan más extensivamente la idea del v.12.[8] El Apóstol inaugurará la analogía: pecado – gracia, Adán – Cristo, de modo efectivo en el v.15.

 

v. 15 v. 15
«Si, en efecto, por la caída de un hombre murieron muchos, mucho más (con mayor razón) la gracia de Dios y el don en la gracia de un solo hombre Jesucristo, se derramará en muchos» εἰ γaρ τῷ τοῦ ἑνoς παραπτώματι οἱ πολλοὶ ἀπέθανον, πολλῷ μᾶλλον χάρις τοῦ θεοῦ καὶ δωρεὰ ἐν χάριτι τῇ τοῦ ἑνὸς ἀνθρώπου Ἰησοῦ Χριστοῦ εἰς τοὺς πολλοὺς ἐπερίσσευσεν

Se observa claramente la presencia del argumento ‘a fortiori’ en San Pablo, comparando la caída (el pecado), con la gracia y los efectos de cada una. La comparación se da con el término mucho más (en griego: πολλῷ μᾶλλον: pollō mallon), término propio de San Pablo en Romanos, y cliché excelente para expresar la lógica del qal wa- chomer.

La comparación vuelve, sobre el mismo argumento, en el v.17, aunque con mayor hincapié en el efecto del pecado y de la gracia: la muerte y la vida, y en el hecho de la gracia como ‘don’:

v. 17 v. 17
«Si, en efecto, por una caída (o transgresión) reinó la muerte a causa de uno, mucho más la abundancia de la gracia y el don de la justificación para la vida reinarán a causa de un solo hombre Jesucristo». εἰ γαρ τῷ τοῦ ἑνος παραπτώματι ὁ θάνατος ἐβασίλευσεν διὰ τοῦ ἑνός, πολλῷ μᾶλλον οἱ τὴν περισσείαν τῆς χάριτος καὶ τῆς δωρεᾶς τῆς δικαιοσύνης λαμβάνοντες ἐν ζωῇ βασιλεύσουσιν διὰ τοῦ ἑνὸς Ἰησοῦ Χριστοῦ.

Hay algunas otras recurrencias de la expresión pollō mallon en San Pablo, donde el argumento a fortiori es en general fácil de reconocer: En efecto, si siendo enemigos, hemos sido reconciliados con Dios a causa de la muerte de su hijo, mucho más [con mayor razón], siendo reconciliados, seremos salvados en su vida (Rom 5,10; o sea, el mismo contexto de lo anterior). Algunas en frases más breves, pero completas en cuanto al significado: Si el servicio de la condenación fue glorioso, mucho más abunda el servicio de la justicia para la gloria (2 Cor 3,9); si lo transitorio derivó en gloria, mucho más lo permanente será en gloria (2 Cor 3,11).

Se observa que el argumento se repite con frecuencia en un mismo contexto, y hasta utilizando el mismo tipo de fraseado y de terminología, señal de que el Apóstol vuelve sobre su pensamiento, que se revela particularmente penetrante y reflexivo. Cabría preguntarse, si este mismo tipo de razonamiento y argumentación, podría encontrarse en otro texto, aun cuando se utilizara terminología diversa y quizás, algún otro tipo de estructura. Es lo que proponemos hacer analizando algún texto de la carta a los Hebreos.

  1. El argumento en la carta a los Hebreos

            El argumento ‘a fortiori’ se encuentra también en la carta a los Hebreos, sobre la cual el parecer extendido en la casi totalidad de los estudiosos es que no fue escrita por San Pablo. Los pocos que defienden la autoría paulina, en cambio, ven justamente en el empleo de este recurso un argumento muy fuerte para sostenerla.[9] En primer lugar porque el argumento ‘a fortiori’, tan común en la literatura rabínica, como hemos visto, no lo es tanto en el Nuevo Testamento, donde sólo aparece en alguna sección del evangelio (como el sermón del monte, que es cuando Jesús más propiamente enseñó como maestro de Israel), y luego en San Pablo, tal como lo hemos analizado. Además, el ‘a fortiori’ no es solamente un recurso literario, sino que implica toda una manera de pensar, que suele repetirse dos o tres veces en un contexto. Es muy difícil negar que dos escritos, que pueden ser datados fácilmente como de casi una misma época, con temáticas bastante similares – y ciertamente muy complementarias entre sí –, que además no encuentran parangón en otro escrito de la misma tradición, puedan tener dos autores diversos, sobre todo cuando desarrollan el mismo tipo de pensamiento que se expresa de forma tan profunda, insistente y particular.

Veamos un caso concreto; el más relevante es el de Heb 9, 13-14:

9, 13-14 9, 13-14
13 Porque si la sangre de cabras y toros y la ceniza de becerra rociada sobre los profanos los santifica con una pureza corporal,

 14 cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestras conciencias de las obras que conducen a la muerte, para que demos culto al Dios vivo.

εἰ γαρ τὸ αἷμα τράγων καὶ ταύρων καὶ σποδος δαμάλεως ῥαντίζουσα τοὺς κεκοινωμένους ἁγιάζει πρὸς τὴν τῆς σαρκὸς καθαρότητα,

14 πόσῳ μᾶλλον τὸ αἷμα τοῦ Χριστοῦ, ὃς διὰ πνεύματος αἰωνίου ἑαυτὸν προσήνεγκεν ἄμωμον τῷ θεῷ, καθαριεῖ τὴν συνείδησιν ἡμῶν ἀπὸ νεκρῶν ἔργων εἰς τὸ λατρεύειν θεῷ ζῶντι.

 

El contexto es el de los capítulos 8-9, que dio comienzo afirmando que el punto capital era el demostrar que el de Cristo es verdadero sacerdocio, además auténtico, celestial, y por ende superior al sacerdocio levítico, que era sólo una figura (8, 1-2). Pues bien, si con ocasión de dicho sacerdocio en figura (8,5), el Señor permitía que se le ofreciera un culto auténtico y otorgaba en cambio, una cierta justificación o santidad (8,6), con mucha más razón (he aquí el qal w- chomer) lo tiene que hacer por el sacerdocio de Cristo, que está fundado sobre “promesas mejores” (cfr. 8,6). Además, se ha dicho también que estos dones y sacrificios del AT no pueden propiamente llevar a perfección a quienes los ofrecen (9,9), como casi reclamando la necesidad de un nuevo sacerdocio que sí pudiera hacerlo.

Se observa que la frase utilizada en 9,14 no es el πόλλῳ μᾶλλον (mucho más), sino el exclamativo o interrogativo: πόσῳ μᾶλλον (cuánto más). La diferencia se debe al tipo general de discurso; el “cuánto más” se usa justamente en expresiones interrogativas o exclamativas. Pero no es la diferencia de un término la que condiciona el uso del argumento ‘a fortiori’. Como hemos dicho en su momento, este argumento lleva consigo todo un pensamiento, que se manifiesta con una comparación, una analogía. Lo importante es que dicha analogía exista, efectivamente, y que sea reconocible, independientemente de los términos utilizados.

El entero contexto parece marcado por este tipo de lógica. Ya al comienzo del capítulo 8, si bien de una manera algo más esfumada, puede reconocerse la existencia del argumento:

8,5 8,5
El culto que ellos ofician es una figura y sombra de las realidades celestiales, como dice el oráculo que recibió Moisés para fabricar la tienda …         Después de afirmar, entonces, el carácter provisorio y figurativo del antiguo culto. Se afirmará:

 

 

8,6 8,6
él (Jesús) ha recibido un ministerio superior, ya que es mediador de una alianza mejor, fundada sobre promesas mejores δὲ διαφορωτέρας τέτυχεν λειτουργίας, ὅσῳ καὶ κρείττονός ἐστιν διαθήκης μεσίτης, ἥτις ἐπὶ κρείττοσιν ἐπαγγελίαις νενομοθέτηται.

 

El texto de 8,6, por tres veces acerca el concepto de mejor o superior, sea con el comparativo de διάφορος (excelente), sea otras dos veces con el comparativo de ἀγαθός (bueno). El sentido del razonamiento queda bien expresado, aun cuando los términos difieran, y lo confirma la sentencia de 8,7: Si la primera alianza hubiese sido irreprensible, no habría habido necesidad de una segunda.

  1. El problema de la carta a los Hebreos

           Desde el Renacimiento en adelante, la exégesis protestante estuvo dominada por la opinión común sobre que Pablo no era el autor de la epístola a los Hebreos. Esta visión penetró también en campo católico, pese a la fuerte tradición eclesial – que se remonta a los tiempos patrísticos – a favor de la autoría paulina. En ambiente académico, hoy se da como uno de los “postulados seguros e indiscutibles” que Pablo no fue su autor,[10] pese a que algunos trabajos impecables de investigación tuvieron lugar durante el siglo XX, asegurando justamente lo contario. El más célebre ha sido sin duda el de W. Leonard.[11]

            Nuestro propósito no es discutir aquí exhaustivamente los argumentos a favor y en contra de la autenticidad paulina. Nos limitamos a exponer algunos sumariamente, simplemente para mostrar al lector que el tema se halla lejos de considerarse cerrado, y que los argumentos a favor de carácter interno (o sea, del texto en sí mismo, en cuanto estilo, argumentos utilizados, etc.) no han sido suficientemente sopesados y tenidos en cuenta por la crítica. Estos son:

– La atribución a Pablo se encuentra en muchos elencos canónicos y en muchos manuscritos, como el P46, aunque (el lugar de la carta a los Hebreos en el epistolario) aparezca en diverso orden.

– El uso del argumento ‘a fortiori’ o qal we chomer, al cual hemos hecho referencia.

– Otro paralelo con el epistolario paulino lo encontramos en la intercalación de las secciones doctrinales con las parenéticas o exhortativas, frecuente en Hebreos pero que también pueden verse en Rom 6, 12-14 y Gal 4, 12-20.

– El exordio o prólogo de Hebreos (1, 1-4) ha sido considerado el período mejor trabajado de todo el NT. Se compara muy bien con el gran himno de la Caridad de 1 Cor 13, considerado una verdadera obra maestra. Además, la preeminencia de Cristo en dicho prólogo (1, 2-4) encuentra un gran eco en el pensamiento de Pablo en Ef 1,21; Fil 2, 9-10; Col 1, 14-19.

– En Heb 1, 5-14 el autor cita cinco párrafos de los salmos, dos de los cuales, en concreto, el Sal 2,7 en 1,5 y el Sal 110 (109),1 en 1,13 son frecuentemente citados en el epistolario paulino, y con mucha fuerza, como es el caso de 1 Cor 15,25; Rom 8,34; Ef 1,20; Col 3,1. Estas citaciones aparecen en Hebreos ligadas por el adverbio “nuevamente” (πάλιν), que es muy usado por Pablo en citaciones de la Escritura. La atribución directa de la divinidad a Cristo, tal como se aparece en Heb 1,8, la observamos también en Rom 9,5; Tito 2,13, entre otros. La característica del autor de Hebreos de introducir citaciones del AT en lenguaje directo (precedidas por un “dice Él”, o algo similar), encuentra paralelos en varios pasajes del corpus paulino, y es un reflejo de la fórmula elegida por la literatura rabínica para indicar un “discurso o prédica” más que un escrito.

Se pueden considerar aún hasta dieciocho argumentos internos más que muestran semejanzas entre Hebreos y cartas paulinas, sobre todo en el uso de términos y expresiones equivalentes, más otros pequeños argumentos estilísticos y formales.[12] A esto habría que sumarle los indicios externos, testimonios en su mayoría de origen patrístico, comenzando por Panteno, del siglo II d.C., quien refleja una opinión que era común en su tiempo. Lo siguen: Clemente de Alejandría, Orígenes, Eusebio de Cesarea, etc. En Occidente existieron ciertas dudas sobre su autenticidad, totalmente disipadas ya en los tiempos de los concilios de Cesarea (393) y Cartago (397).[13]

  1. Distinciones y consideraciones finales

          De los autores patrísticos y eclesiásticos que hemos citado, fue sin duda Orígenes el primero en distinguir entre el autor propiamente dicho – que para el caso de Hebreos sostenía sin dudar que se trataba de Pablo – y el “escritor” (o grafaV), quien la había puesto por escrito. Con este término (“escritor”), Orígenes difícilmente podía significar autor en sentido pleno, ya que él reconocía plena autoría a San Pablo mismo (en el mismo sentido, el término es usado en Rom 16,22 por Tercio, quien afirma “haber escrito – de puño y letra – dicha carta”). Distingue también entre el ‘fondo’ o contenido, y la ‘forma’, o estilo o estructura de la carta.[14]

            Esta distinción ha sido clave en la tradición posterior, y muchos atribuyeron a posibles escritores la redacción de Hebreos, fiel al mensaje de Pablo: Hubo quien la atribuyó a San Bernabé, compañero de viajes de Pablo, quien a San Clemente romano o incluso al mismo San Lucas – con el cual hay mucha semejanza de estilo y vocabulario, en griego -, quien a Apolo, a Aristón, a Prisca (Priscila), a Silas (Silvano), algunos incluso al diácono Felipe o al mismo San Pedro.[15]

Con fecha de junio de 1914, la Comisión Bíblica – entonces órgano con poder magisterial de definición para ciertas cuestiones – promulgó las decisiones siguientes, que aquí resumimos:

1 – Estudiadas la tradición de la iglesia oriental así como la de la occidental a partir del siglo IV, y en vista de los documentos conciliares y del uso eclesiástico, se debe tener por canónica la Epístola a los hebreos – esto primero es de Fe – y colocarla entre las cartas auténticas de San Pablo.

2 – Los argumentos alegados contra la autenticidad (exordio diverso, lenguaje, citaciones, divergencias) no bastan para invalidarla; y ciertos hechos y crítica interna, como las semejanzas de ideas y de palabras, la confirman.

3 – Sin embargo, no es necesario pensar – salvo juicio ulterior de la Iglesia – que no sólo la haya concebido y producido por entero el Apóstol bajo la inspiración del Espíritu Santo, sino que también le haya dado su forma actual. No ha habido juicio posterior de la Iglesia sobre tal materia.[16]

          Los estudios clásicos más serios sobre este argumento de la autoría paulina de Hebreos (el ya citado de Leonard; Cornely: Introductio specialis in singulos N. T. libros (Paris, 1897), III, 529) han insistido sobre la distinción entre fondo y forma para resolver el problema, como lo aceptaron durante la historia incluso los autores más destacados.[17] Sin embargo, la crítica moderna, en forma casi unánime, no ha dejado lugar a dichos estudios, prefiriendo el lugar común, indemostrado, de negar absolutamente cualquier vínculo de importancia entre Pablo y Hebreos.                                                                                                                                                                                                                          R. P. Carlos D. Pereira, IVE

[1] Ver Hyam Maccoby, The Mythmaker: Paul and the Invention of Christianity (London: Weidenfeld & Nicolson, 1986), 64-67.

[2]  Hch 22,3: “Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero he sido educado en esta misma ciudad, a los pies de Gamaliel, he sido instruido en el exacto cumplimiento de la ley de nuestros antepasados y he estado lleno de celo por la causa de Dios, como lo sois todos vosotros hoy”. Cf. Flp 3, 4-6; 2 Cor 11,22.

[3] Cfr. D. A. Black, On the Pauline Authorship of Hebrews (part I): Overlooked Affinities between Hebrews and Paul; in Faith & Mission 16/2 (1999); 32-51 [33-34].

[4] Cuando alguien confíe en depósito a su prójimo un asno, un toro, una oveja o cualquier otro animal y el animal muere o se daña o es robado sin que nadie lo vea, entonces el pleito se decidirá jurando ante Dios que no ha tocado el animal de su prójimo. El dueño del animal aceptará el juramento y no habrá restitución. Pero si se lo han robado viéndolo él, entonces se restituirá al dueño (Es 22, 9-12).

[5] Cuando alguien pida en préstamo a su prójimo un animal, y el animal se dañe o muera estando ausente su dueño, debe restituirlo (Es 22,14).

[6] Así lo sentencia el tratado de la Mishná llamado Bava Metzia, 95ª, citado por Hyam Maccoby, Some problems in the Rabbinic Use of the Qal va-Chomer argument, Melilah 2010/4, 80-90 [81-82].

[7] Cf. https://www.britannica.com/topic/middot#ref54811. Se podría incluir también Mt 6,30: Si a la hierba del campo, que hoy está, y mañana es arrojada al horno, Dios la reviste de tal modo, ¿no mucho más por vosotros, faltos de fe?

[8] Justamente, la función de los vv. 13-14 es mostrar por qué, efectivamente, está haciendo referencia al pecado original del primer hombre y no a otros pecados posteriores. Esto hace irrelevante la discusión entre las variantes textuales del v.12; sea que se deba traducir como “porque”, o sea que se traduce “en el cual”, la referencia es siempre al primer pecado y no a otros.

[9] Cfr. El citado artículo de D. A. Black, On the Pauline Authorship of Hebrews, 33.

[10] Entre otros, T. D. Lea, The New Testament: its Background and Message (Nashville: Broadman and Holman, 1996), 503: “Ningún estudioso admite virtualmente, hoy, la autoría de Pablo”.

[11] W. Leonard, The Authorship of the Epistle to the Hebrews: Critical Problem and Use of the Old Testament (Rome: Vatican Polyglot Press, 1939). La autoría paulina ha sido defendida por otros estudiosos durante el siglo XIX, y más modernamente por J. Philips, Exploring the Scriptures (Chicago: Moody, 1965), 268-9.

[12] La lista en D. A. Black, On the Pauline Authorship of Hebrews, 33-40, más los argumentos estilísticos en páginas sucesivas.

[13] Cfr. la segunda parte de D. A. Black, On the Pauline Authorship of Hebrews (part II): The External Evidence Reconsidered; in Faith & Mission 16/3 (1999), 78-96.

[14] Orígenes es citado por Eusebio de Cesarea, Historia ecclesiae, VI,25, 12-14.

[15] Cfr. F. Prat, La Teología de San Pablo, Ed. Jus, Méjico 1947, 533-535.

[16] Una versión en italiano de las decisiones de la Comisión en: Autore e composizione della lettera agli Ebrei (24/6/1914) http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/pcb_documents/rc_con_cfaith_doc_19140624_epistola-ebrei_it.html

[17] También Tomás de Aquino, Super Epistolas S Pauli lectura, edic. Marietti, (Torino – Roma 1952), Prologus.

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