EL DISCURSO ESCATOLOGICO y LA COMPOSICION DEL EVANGELIO DE LUCAS
Como no es inusual que suceda con los estudios bíblicos, las opiniones de ciertos exégetas de turno, de grandes estudiosos en algunos casos, establecen como ‘lugares comunes’ ciertas afirmaciones que se relacionan con la autenticidad de algunos pasajes bíblicos y evangélicos, incluso hasta de enteros libros de la Biblia. Estos ‘lugares comunes’ no gozan de otro sostén que no sea la opinión común de una tal mayoría de exégetas o escuelas bíblicas, las cuales suelen ser sumamente celosas de sus autorizadas opiniones y no suelen tolerar que hoy se piense diversamente. En este sentido, se da incluso el caso, no infrecuente, de que se silencien las opiniones de eximios exégetas y estudiosos que proponen o propusieron opiniones contrarias. El desconocimiento, ya sea de las opiniones fundamentadas de la tradición o de los Padres de la Iglesia, o ya sea de las declaraciones históricas del Magisterio eclesial, y hasta de las analogías o comparaciones internas del mismo texto o la comparación con los textos paralelos, nos lleva a tragarnos sin más la opinión más difundida como si se tratase del bocado exquisito. Sin embargo, tantas veces se descubre que dicha opinión no era tan segura como se la presentaba, y que posee más puntos débiles de los que en un primer lugar se pensaban…
En esta oportunidad, queremos brindar un ejemplo al cual nos referiremos brevemente: El problema de la fecha de composición del evangelio de Lucas, y su relación con respecto al así llamado discurso escatológico de Jesús en dicho evangelio (Lc 21, 8-36).
- Sobre la fecha de composición del evangelio
Respecto a la fecha de composición del evangelio de Lucas, la opinión más tradicional, retomada incluso por diversos autores, colocaba dicha fecha antes del año 67 d.C., cuando habría tenido lugar la muerte del apóstol Pablo, estableciéndola probablemente alrededor del 62 – 63 d.C. (o incluso antes), con precedencia a la primera prisión romana del Apóstol de los gentiles.
Algunos exégetas, guiados por diversos indicios, han sugerido una fecha mucho más tardía, en general alrededor del año 70 d.C., lo cual quiere decir, después de la destrucción del templo de Jerusalén.[1] Los indicios parecen ser muchos, aunque ninguno de ellos presenta un argumento decisivo. Estos indicios son:
1 – Según un parecer casi unánime, Lucas utiliza, para la composición de su evangelio, como una de sus fuentes, el de Marcos, el cual ha sido datado por la mayoría como del 65 – 71 (aunque también esto es sólo probable). Se objeta de todos modos, que Lucas parece emplear más bien una primera edición de Marcos, o las mismas fuentes de este (como afirma Philippe Rolland), que en el decir de R. Pesch podrían incluso provenir de los años 30 – 66.
2 – Lucas habría escrito en el decenio 80 – 90, antes de la persecución de Domiciano, persecución a la cual no se hace ninguna referencia; no obstante, se objeta que tampoco se menciona aquella de Nerón, y por lo tanto el argumento podría valer para poner la datación antes del 64.
3 – Lucas escribe después del 70, porque parece precisar la predicción de Jesús acerca de la destrucción del Jerusalén y de su Templo en el año 70, con los particulares que se habrían conocido sólo después de dicha destrucción:
– La frase «te circundarán de trincheras (o empalizadas)» (19,43) que corresponde a lo que, según Flavio Josefo, los romanos realmente hicieron con Jerusalén en el 70;[2]
– En especial, Lucas (21, 20-24) parece conocer que la comunidad cristiana escapó antes de la destrucción de la ciudad, que los habitantes de Jerusalén fueron deportados entre todos los pueblos y que la ciudad se encuentra ahora pisoteada por los paganos.
Otros piensan, en cambio, que no hay que exagerar la dimensión de estos indicios, porque frases similares las encontramos ya en los ‘clichés’ o sentencias proféticas precedentes (cfr. Dan 12,7; Zac 12,3 LXX; Tob 14,5 LXX) y que correspondían a lo que era la praxis común de la destrucción de una ciudad.[3]
4 – Algunos (R. Maddox) presentan como indicios para una datación alrededor del 85, el hecho que en la obra lucana aparece como ya establecida la ruptura entre el Israel oficial y la Iglesia cristiana, sin ninguna esperanza ya que los judíos acepten el evangelio; pues bien, tal ruptura acontece hacia el 85 con el sínodo de Iamnia. Se observa sin embargo, que el rechazo del ambiente oficial de Israel se presenta también como ya acaecido en la carta a los Romanos cc. 9-11 (datada como del 55 d.C.), e incluso antes (1 Tes 2, 14-16).[4]
De todos estos argumentos que hemos presentado, el más utilizado es ciertamente el tercero, que guarda relación con el llamado discurso escatológico de Jesús, sobre la destrucción de Jerusalén y sobre los eventos finales, que según el presupuesto de los métodos llamados histórico-críticos, debería tratarse de una “profecía post-eventum”, esto es, la descripción de un hecho acaecido ya en el pasado como si fuera futuro, con lenguaje profético. Pero tal argumento parte de un presupuesto gnoseológico, no bíblico, el admitir “a priori” que no pueden encontrarse profecías auténticas en un texto bíblico. Desarrollaremos enseguida el argumento del discurso escatológico de Jesús en los Sinópticos.
El principal argumento para suponer una datación anterior al año 68 d.C., y consiguiente problema para suponer una datación tardía, es el silencio del libro de los Hechos de los Apóstoles respecto al martirio de Pablo en Roma, el cual aparece como preanunciado en dicho libro, pese a que no podamos afirmar que tan veladas alusiones garanticen una redacción posterior al evento. Los Hechos de los Apóstoles fueron escritos por Lucas, que pasa a ser un fiel biógrafo de Pablo a partir del capítulo 15 – en particular en las llamadas secciones “nosotros” -, donde no omite detalles de importancia. Concluye con la primera prisión de Pablo en Roma (Hch 28, 30-31), sin siquiera indicar el resultado y la liberación del Apóstol, señal más que probable que quería publicar su volumen cuanto antes. Si hubiese sido protagonista de la muerte de Pablo, lo habría sin duda puesto por escrito. Teniendo además en cuenta, que los Hechos los presenta Lucas como “su segundo libro” (con una clara referencia a “su primer libro” en el prólogo a Teófilo, en 1,1), y si el primer libro no es otro que el Evangelio, como se deduce por la semejanza de ambos prólogos, esto quiere decir que el evangelio fue completado antes de los años 63 – 64, que es cuando Pablo se encontraba seguramente en su primera prisión. El parecer unánime de los Padres y de los testimonios antiguos, entre ellos el de Clemente de Alejandría, Orígenes, el código Muratoriano, San Ireneo y San Jerónimo, es que el evangelio corresponde a Lucas, prosélito de Antioquía, compañero de Pablo, y que fue el tercero de los evangelios en ser escrito.[5] Como compañero de Pablo, no tendría ningún sentido que hubiese dejado transcurrir tantos años después de la muerte de este último para poner su obra por escrito. Existe una declaración de la Pontificia Comisión Bíblica (PCB) al respecto, la cual mencionaremos posteriormente.
Diversos exégetas modernos consideran también posible o atendible que Lucas haya escrito su evangelio (al menos una primera edición) y los Hechos entre los años 50 – 67, antes del martirio de Pablo. Por ejemplo, Ph. Rolland, quien reexaminando la cuestión sinóptica y actualizando una posición similar precedente (del 1984), en 1994 propuso una primera edición del evangelio de Lucas en Efeso o Filipos hacia el 54, y la definitiva en Roma en el 64.[6] Existen exégetas que aventuran incluso una composición primaria del evangelio en hebreo o arameo, en cuyo caso la fecha de composición se podría anticipar sin dificultad.[7]
La declaración de la PCB a la cual hacíamos referencia (texto disponible on-line),[8] afirma lo siguiente en el número 6:
– Pregunta: Si es lícito diferir el tiempo de la composición de los Evangelios de Marcos y Lucas hasta la destrucción de la ciudad de Jerusalén, o si puede sostenerse, por el hecho de que la profecía del Señor acerca de la destrucción de esta ciudad parece más determinada en Lucas, que por lo menos su Evangelio fue escrito cuando ya estaba iniciado el cerco de la ciudad.
– Respuesta: Negativamente a las dos partes. No se puede, en consecuencia, afirmar que se trate de una profecía “post-eventum”, o sea, compuesta después de la realización de los eventos allí descritos.
- El problema del discurso escatológico
Hemos ya afirmado que el principal argumento – aunque no el único – para retardar la composición del evangelio de Lucas a una fecha posterior al año 70 d.C., era la descripción que el evangelista presenta sobre el así llamado “discurso escatológico de Jesús”, discurso que, con ciertas diferencias, aparece también en Mateo y en Marcos. El problema no surge entonces sólo para Lc 21, 8-36, sino también para Mt 24, 4-51 y para Mc 13, 5-36.
Dijimos también que el problema del discurso escatológico reside en el suponer una profecía post- eventum, o sea, redactada después y no antes de los eventos descritos. Esto proyecta también una sombra de duda sobre la autenticidad y posibilidad de colocar una profecía en labios del mismo Jesús. En este sentido, el gran exégeta y fundador de la Ecole Biblique de Jerusalén, el gran dominico M.-J. Lagrange, afirma, respecto al discurso en el evangelio de Marcos: «Los críticos, incluso los más radicales, están de acuerdo en reconocer la autenticidad de esta profecía. Jesús ha predicho la ruina del Templo, siendo justamente esta una de las acusaciones que lanzarán contra él (Mc 14,58; Mt 26,61). El sentido de la profecía es que el Templo será destruido y cesará de ser un edificio consagrado al culto hebreo. Los términos se asemejan a los de Miqueas cuando anuncia la ruina de Jerusalén (Miq 3,12). El cumplimiento fue literal».[9] Y aún más adelante: «Jesús, en efecto, hablando a los discípulos sobre el tiempo anterior a la ruina del Templo, se expresa según el estilo general de los profetas, el cual no implica absolutamente una explicación detallada y muy precisa».[10] Para Lagrange, el hecho que encontremos, en las palabras de Jesús, anuncios sobre la destrucción del Templo combinados, en un modo algo oscuro, con anuncios en apariencia apocalípticos, es una prueba de la autenticidad de la profecía, y también de su puesta por escrito antes que los hechos hayan tenido efectivamente lugar.
En el comentario a Mateo, encontramos una afirmación bastante clara: «El acuerdo de los tres sinópticos nos lleva a un discurso que comprende dos temas: La ruina de Jerusalén y el advenimiento del Hijo del hombre después de los signos del cielo; estos dos temas son examinados bajo la misma perspectiva. A partir del acuerdo de los tres sinópticos pareciera que se debe concluir que Jesús pronunció este discurso en estas circunstancias y de esta manera (…) Tenemos como seguro que Jesús ha pronunciado, en la circunstancia indicada, un discurso donde, después de haber predicho la ruina del Templo antes que la actual generación desaparezca, anunciaba también que vendría como Maestro, en una hora en que ninguno sabría».[11]
Con respecto al evangelio de San Lucas, el mismo exégeta comenta que «el acuerdo con los Sinópticos muestra, en efecto, que el discurso ha sido pronunciado por Jesús (aun admitiendo que Lucas lo presenta de un modo diverso)».[12] También afirma que los “signos que se verán en el cielo”, mencionados por Jesús, hacen referencia a la destrucción del Templo, y según el testimonio de Flavio Josefo, historiador hebreo, tuvieron en efecto lugar, como lo relata en su historia de la guerras de Palestina.[13] Recordemos también la declaración de la PCB que hemos citado, sin olvidar incluso, que la comisión bíblica era de tal naturaleza que, de acuerdo a su estatuto fundacional, poseía ya en los primeros años del siglo XX la función de definir cuestiones bíblicas debatidas en calidad de organismo auxiliar del Magisterio.[14]
Volviendo a Lagrange, quien, aún varios años después, reafirma su opinión: «En calidad de Mesías, es profeta, y como tal anuncia el avecinarse de la destrucción del Templo. El advierte también a los discípulos de estar siempre alerta, ya que el Padre se ha reservado el secreto del fin de los tiempos…»[15]. La citación es importante porque nos permite comprender que, de hecho, la pregunta hecha a Jesús por los Apóstoles es doble, por un lado, se le pregunta acerca de la destrucción del templo, ya que Jesús les había dicho que no iba a quedar piedra sobre piedra que no fuera destruida, por otro lado se le pregunta acerca de las señales de su venida.[16] Es difícil pensar que la expresión “piedra sobre piedra”, que los tres evangelios colocan justo después de la observación de los Apóstoles sobre el Templo de Jerusalén, podría relacionarse con algo que no sea el templo mismo. Suponer lo contrario sería como decir que Jesús responde de un modo equívoco.[17] Este último se subraya en relación a aquellos que suponen que Jesús sólo habla de su Pasión, ya muy cercana, y del templo como su cuerpo, de acuerdo al uso que le da en Juan 2, 19-21. Se responde, sin embargo, que cuando Jesús anuncia su Pasión (en los tres sinópticos y hasta tres veces a lo largo de su vida pública) lo hace de una manera clara y precisa, sin necesidad de utilizar ninguna imagen o metáfora. No sería lógico pensar que la haya utilizado precisamente la misma semana de su pasión y en un discurso que posee lenguaje y categorías de profecía. Haría también falta añadir, que la mención que encontramos en Juan se produce al comienzo de la vida pública de Jesús, que es cuando este evangelista coloca la expulsión de los mercaderes del templo. Los sinópticos, que la colocan al final, evitan en cambio de mencionarla.[18]
- Consideraciones finales
Los exégetas que datan tardíamente los evangelios, encuentran en el hecho histórico de la destrucción del templo y de la ciudad en el año 70 d.C., el obstáculo más difícil para apoyar su tesis, es decir, exactamente en aquello que debería servirles como punto fijos de referencia. Si los sinópticos hubieran sido redactados después de la caída de Jerusalén, no se entiende que los autores no hayan hecho ninguna alusión al cumplimiento de la profecía, cuando son precisamente los sinópticos los que insisten en “así se cumplía la Escritura” en los hechos de la vida de Jesús.[19] Y ninguno afirma que el Templo se encontrase devastado o destruido en su tiempo, lo que es por lo menos extraño, porque sería un argumento ideal para sostener que las profecías de Cristo se habían cumplido como Él las había pronunciado. Así se expresa J. Robinson (que es incluso protestante liberal): «Uno de los hechos más extraños acerca del Nuevo Testamento es que lo que en cualquier proyección parecería ser el evento singular más datable y culminante del período – la caída de Jerusalén en el 70 de la era cristiana, y con ella el colapso del judaísmo institucional basado en el Templo –, no es mencionado ni una sola vez como un hecho pasado. Es, por supuesto, predicho; y, al menos en algunos casos, se asume que esas predicciones fueron escritas… después del evento. Pero el silencio es de todos modos tan significativo como, para Sherlock Holmes, el silencio del perro que no ladró (…) Por supuesto se ha intentado dar explicaciones de este silencio. Sin embargo, la explicación más simple de todas, [a saber,] que quizás… hay extremadamente poco en el Nuevo Testamento posterior al año 70 y que sus eventos no son mencionados porque todavía no habían ocurrido, a mi juicio exige más atención que la que ha recibido en círculos críticos».[20]
- P. Carlos Pereira, IVE
[1] Entre ellos: J. Ernst, entre el 70 – 80 d.C.; G. Rossé, entre el 80 – 90; J. A. Fitzmeyer, entre el 80 – 85; R. Pesch alrededor del 90. Estos datos en: G. Leonardi, Comunità destinataria dell’opera di Luca e identità dell’autore, en San Luca evangelista, Testimoni della Fede che unisce (Atti del congresso internazionale di Padova 2000) I; Padova 2002, 187 – 215, en particular p. 189.
[2] Cfr. Flavio Josefo, Bellum Iudaicum, V, 1, 1 – 2; VI,1,6.
[3] En alguna de estas recurrencias se da incluso semejanza con los términos empleados en Lucas (vbg. κύκλῳ: “círculo” y algunos de sus compuestos como: περικυκλόω: “circundar”); en otros casos la semejanza es sólo conceptual, aunque de relieve.
[4] Cfr. G. Segalla, Evangelo e vangeli: quattro evangelisti, quattro vangeli, quattro destinatari (La Bibbia nella storia), EDB, Bologna 1993, 249 – 244.
[5] La tradición lo presenta como “prosélito de Antioquía”, proveniente de la gentilidad. Algunas nuevas investigaciones aventuran incluso, con mucho fundamento, que podría haber sido un hebreo y discípulo del Señor (de los setenta y dos). Cfr. M. L. Rigatto, «Luca originario giudeo, forse di stirpe levitica, seguace dei “testimoni oculari” (Lc 1, 2-3). Una rilettura delle fonti più antiche …» en San Luca evangelista, Testimoni della Fede che unisce (Atti del congresso internazionale di Padova 2000) I; Padova 2002, 391 – 422. También G. Leonardi, Comunità destinataria, p. 192.
[6] Cf. Ph. Rolland, L’origines et la date des évangiles. Les témoins oculaires de Jésus, Éditions du Seuil, Paris 1994.
[7] La discusión en G. Leonardi, Comunità destinataria, 195-6. Cfr. también J. Carmignac, La nascita dei vangeli sinottici, ed. Paoline, Cenisello Balsamo, 19862.
[8] PCB, Del autor, tiempo de composición y verdad histórica de los evangelios de Marcos y Lucas: AAS 4 (1912) 463 ss., EB 408 ss., Denz. 2155 ss. (http://www.mscperu.org/biblioteca/1magisterio/denzinger/denzinger_5.htm)
[9] M.-J. Lagrange, Evangile selon Saint Marc, edición Gabalda, Paris 19202, 310-311 [traducción nuestra].
[10] Cfr. ibídem, 314.
[11] M.-J. Lagrange, Evangile selon Saint Matthieu, edición Gabalda, Paris 1923, 453-454 [traducción nuestra].
[12] M.-J. Lagrange, Evangile selon Saint Luc, edición Gabalda, Paris 1924, 524 [traducción nuestra].
[13] Cfr. Flavio Josefo, Belli, VI, V, 3.
[14] http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/pcb_documents/rc_con_cfaith_pro_14071997_pcbible_sp.html donde puede leerse el perfil original de la PCB. Se explica también que dicho perfil cambia a partir de la bula Sedula cura, de Pablo VI (1971), cuando la comisión toma el carácter de organismo de consulta, aunque permanece el hecho que los documentos y declaraciones emanadas en precedencia conservan su carácter de decisiones definitivas.
[15] M.-J. Lagrange, L’evangelo di Gesù Cristo, ed. Morcelliana, Brescia 19556, 436.
[16] La pregunta de los Apóstoles a Jesús se lee en Mt 24,3; Mc 13,3; Lc 21,7. A pesar de que los tres colocan la pregunta como doble, se puede decir que es Mateo el que distingue los dos aspectos más adecuadamente. Sin embargo, Lucas será el que, en la respuesta de Jesús, expondrá los dos momentos con más detalle, mediante aquella referencia al “tiempo de las naciones” (21,24). Las diferencias encontradas entre los tres evangelistas pueden tal vez explicarse por la interdependencia de un sinóptico respecto a los otros, como también por las diferentes intenciones redaccionales de cada evangelista, junto con las diferencias que aparecen dada la traducción en griego de un discurso tan largo y difícil, partiendo del supuesto – como es obvio – que Jesús lo pronunció en lengua semítica.
[17] Recordamos que Lucas usa aún la misma expresión, referida esta vez a la destrucción de la entera Jerusalén, en 19,44.
[18] Sea que se traten de dos hechos diversos de la vida de Jesús, o que se trate de un único evento que los evangelistas colocan en momentos diversos, sigue siendo verdadero que, en un momento tan cercano a la Pasión, los sinópticos evitan absolutamente de hablar de “templo” para significar “el cuerpo (de Jesús)”.
[19] En Mc 15,28; Lc 4,21 y otros lugares.
[20] Cfr. Robinson J., Redating the New Testament, Wipf and Stock Publishers, Eugene – Oregon, 2000, 13-14; citado por M. Fuentes IVE, Comentario al evangelio de San Lucas, Ed. Ap. Biblico, San Rafael 2015 (ed. digital), 454-5.
Para descargar el artículo en PDF, hacer click aquí.
Otro artículo sobre el discurso escatológico de Jesús en: http://biblia.verboencarnado.net/2014/11/23/el-discurso-escatologico-de-cristo/