Justicia y Misericordia de Dios

El retorno del Hijo pródigo, de H. Rembrandt

El retorno del Hijo pródigo, de H. Rembrandt

Introducción

Estamos en el año jubilar de la Misericordia, proclamado por el Papa Francisco para toda la Iglesia. Se trata ciertamente de una gracia muy grande, y son muchas las bendiciones que se derraman sobre el pueblo fiel de Dios, en especial aquellas destinadas a perdonar los pecados.

Pero a veces la Misericordia de Dios, que es uno de sus principales atributos, se la entiende mal, se la entiende como en oposición a otro gran atributo de Dios, su Justicia. Dios es justo y misericordioso siempre, cuando da dones y cuando parece esquivarlos, cuando premia y cuando castiga, porque castiga como un Padre, para nuestra corrección.

La misericordia de Dios es inmensa e infinita, y seguramente, Dios, en su misericordia, quiere salvarme, pero quiere hacerlo con mi colaboración y no sin ella. Por eso hay que evitar dos errores, cuando reflexionamos sobre la misericordia:

–  La presunción de salvarnos sin merecerlo;

– la desesperación de pensar que no podremos salvarnos.

Por eso, hay que tener gran confianza en la misericordia de Dios, pero con gran disposición para hacer todo aquello que Dios me pida. Hay que saber pedir la gracia de querer y hacer todo lo que el Señor ha previsto para mí, para cada uno de nosotros. Eso significa la verdadera recta intención; hacer siempre lo que debo hacer, lo que Dio quiere de mí, las obras de verdadero amor a Dios, sin pensar que Él tiene la obligación de perdonarme siempre. Pedir la gracia de no ofender más a Dios, la rectitud de corazón, la gracia del verdadero dolor de los pecados.

Malas interpretaciones

A veces se usa el argumento de la misericordia de Dios como un pretexto para no darle culto, para decir que no se necesita vivir de los sacramentos, como un pretexto para no aceptar lo que no se quiere escuchar, para aquello que va contra el proprio juicio, contra la propia decisión.

La misericordia de Dios es infinita, pero eso también quiere decir que no hay que desaprovecharla ni despreciarla, que no hay que ir contra ella ni burlarme, pensando que nada valió el sacrificio de Jesús por mí, ya que es por dicho sacrificio que recibo su misericordia. La sangre de Cristo tiene un gran valor; perdona infinitamente, pero por eso mismo tengo que saber custodiarla y guardarla como un tesoro precioso.

Declaraba Mons. Aguer, en el cierre de un convenio, al comentar una expresión de San Agustín: “la verdadera misericordia busca la felicidad de los demás. No puede ser feliz quien es esclavo de la miseria espiritual y/o material”.
“La misericordia es acercarse al mal y reconocerlo; sin taparlo, ni huír de él. Ese es el gran desafío pastoral. Que nosotros, los pastores, experimentemos especialmente en este Año la misericordia del Señor; para ser, entonces, valientes y disponibles apóstoles de la misericordia”. (Sobre declaraciones de Monseñor Aguer, cfrhttp://www.arzolap.org.ar/2015/09/mons-aguer-justicia-sin-misericordia-es-crueldad-misericordia-sin-justicia-es-disolucion/).

«Justicia sin misericordia es crueldad y misericordia sin justicia genera disolución.» En latín: «Quia iustitia sine misericordia crudelitas est, misericordia sine iustitia mater est dissolutionis.» (Super Evangelium S. Matthaei lectura [Comentario al evangelio según San Mateo]. Capítulo V).

Sobre el tema, Mons. Juan Straubinger escribió, hace más de sesenta años, un interesante artículo. Para descargarlo, haga click aquí.

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