Interpretación del capítulo 5 del evangelio de San Juan

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EL CAPITULO 5 DEL EVANGELIO DE SAN JUAN

  1. Los interrogantes del capítulo sobre la fiesta

            El capítulo 5 del evangelio de San Juan ha suscitado generalmente dos interrogantes a los estudiosos:

– El primero respecto a su ubicación en el evangelio, si esta es exacta o no, o si originalmente se hallaría ubicado con posterioridad al capítulo 6;

– El segundo, porque se afirma, al comienzo, que “se celebraba una fiesta de los judíos” (5,1). El interrogante consiste en saber de cual fiesta judía se trata, ya que el texto no lo especifica.[1] Es verdad que algunos manuscritos de cierta importancia, leen: La fiesta de los judíos”, aunque no parece ser una lección absolutamente infalible. Por esa razón, algunos estudiosos se conformarán con decir que se trata de la fiesta semanal del Sabbath (sábado), ya que el milagro de la curación del paralítico de la piscina probática, elemento clave del capítulo cuyo núcleo narrativo ocupa los versículos 1-9, tiene lugar durante el día de sábado. Así lo dice expresamente el texto (v.9: Pero aquel día era sábado), y el reproche que los hombres hacen al enfermo sanado por transportar su camilla de enfermo durante el sábado (v.10: Hoy es sábado, no puedes transportar tu camilla).[2]

Sin embargo, el contexto no parece favorecer dicha interpretación restrictiva, pues se dice que “los judíos celebraban una fiesta y Jesús subió a Jerusalén” (5,1). El motivo de la subida a Jerusalén es entonces la fiesta. Dado que el sábado se celebraba semanalmente y muchas veces Jesús transcurre el sábado en Galilea, siendo esto incluso ocasión de disputa con los escribas y doctores también allá, no tiene demasiado sentido suponer que cuando hablamos de la fiesta en cuestión se trate solamente del sábado, aunque haya sido en ese preciso día en el que Jesús curó al paralítico. Más bien debería tratarse de una fiesta mayor, no mencionada en el texto.

Ambos temas están relacionados: El capítulo anterior, el cuarto, es aquel del famoso encuentro de Jesús con la Samaritana, durante el camino que Jesús trascurre desde Judea a Galilea. Se dice en efecto que Jesús “abandonó Judea y se fue nuevamente a Galilea” (4,3) y que “llegó, pues, a Galilea, donde los galileos le dispensaron una buena acogida” (4,45), y que el curar el hijo del funcionario regio de Cafarnaúm fue “la segunda señal que realizó después que volvió de Judea a Galilea” (4,54). Se entiende entonces que Jesús estaba en Galilea al final del capítulo cuarto, y que subió a Jerusalén con motivo de una fiesta, como lo afirma 5,1. El comienzo del capítulo 6 es también significativo, pues en él se dice que “Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea (o Tiberíades)” (6,1), o sea, lo encontramos nuevamente en Galilea, y se dirá además que “faltaba muy poco tiempo para la fiesta judía de la Pascua” (6,4). De tal modo, que de conservar el orden de los capítulos tales como los conocemos, Jesús estuvo en Jerusalén antes de la fiesta de la Pascua de dicho año. No se trataba de la Pascua en la cual padecerá la Pasión, sino probablemente la anterior, según el contexto evangélico (la segunda o tercera de su vida pública). La fiesta del capítulo 5 debe tratarse necesariamente de una fiesta anterior a la Pascua, o bien la Pascua del año precedente. La Pascua cae siempre durante el mes de Nisán (marzo – abril). Si se trató de una fiesta anterior, bien esta pudo ser la precedente de la Dedicación (hacia diciembre), o la de Purim (febrero), o la de los Tabernáculos (hacia septiembre – octubre), o la de las Semanas (cincuenta días después de la Pascua, hacia mayo o junio).

Las opiniones que apoyan de que se trate de la fiesta de Purim (carnaval hebreo) o de la Dedicación no son muy verosímiles, porque dichas fiestas podían celebrarse en cualquier poblado, mientras que el evangelista indica una fiesta para la cual era necesario trasladarse a Jerusalén. No podría tratarse tampoco de Pentecostés (o de las Semanas), ni de la fiesta de Pascua mencionada dos veces en el capítulo segundo[3], porque Jesús, a fines de noviembre o comienzos de diciembre, cuando habían ya trascurrido las dos fiestas, se encontraba en viaje hacia la Galilea, según 4,35.[4] No queda más que admitir que se trató de la Pascua siguiente a la del capítulo 2 (y anterior a la del cap. 6), o eventualmente la de los Tabernáculos, aunque esto último parece menos probable.

Si se trató en cambio de la Pascua anterior a la del cap.6, puede incluso entenderse que no se la nombre: En primer lugar por la frecuencia con que San Juan la nombra en otras oportunidades, y en segundo lugar porque se trataba de ‘la fiesta’ por excelencia de los judíos (de hecho, en 6,4, cuando es nombrada, se dirá: la Pascua, la fiesta de los judíos).[5] Como también se menciona una primera Pascua en la vida pública de Jesús (las dos menciones del capítulo segundo), no queda sino concluir que Jesús vivió cuatro pascuas durante su vida pública (ya que tendríamos dos Pascuas entre los capítulos 5 y 6 de San Juan), siendo la cuarta la de su Pasión y muerte, y por lo tanto el tiempo de su vida pública fue de tres años y medio. En general esa ha sido la opinión más tradicional al respecto.

La otra solución es suponer que el orden de los capítulos se encuentra alterado: El capítulo 6 vendría primero, siguiendo la permanencia de Jesús en Galilea en la cual habíamos quedado al final del capítulo 4, sólo que se aclara que ahora se encontraba en la proximidad de la Pascua. El capítulo 5 vendría después, tratándose de la misma fiesta de la Pascua anunciada que ya había llegado, o la de Pentecostés, siete semanas después. No la de los Tabernáculos, porque esta constituirá el marco de los capítulos 7 y 8. En este caso tendríamos tres Pascuas en total durante su vida pública.[6]

Habíamos hecho referencia a un problema de crítica textual: La versión que presenta “la fiesta de los judíos” (ἡ ἑορτὴ τῶν Ἰουδαίων), con artículo determinado, es ligeramente mayoritaria respecto a la otra que lo presenta sin artículo (ἑορτὴ τῶν Ἰουδαίων).[7] Los primeros son un poco más abundante en número, aunque en calidad de manuscritos están casi al mismo nivel. Según nuestro modo de ver, el hecho que ambas lecturas se encuentren muy bien atestadas prueba que la expresión podría entenderse de la Pascua, incluso sin el artículo determinado, por tratarse de la fiesta mayor.

Por otra parte, la expresión metà tauta (Μετὰ ταῦτα = después de estas cosas), que se repite tanto en 5,1 como en 6,1, sirve para separar adecuadamente el capítulo de cuanto antecede y de cuanto sigue. El entero capítulo quinto podría entonces desenvolverse durante la Pascua antecedente a la del capítulo 6 (que “se encontraba cercana” en 6,4). El introducir ambos capítulos con una expresión de igual solemnidad, juega a favor de que se trate de la misma fiesta, celebrada en dos años sucesivos. Para nosotros, por lo tanto, no hace falta cambiar el orden de los capítulos, y nos encontramos entonces con cuatro fiestas de Pascua en la vida pública de Jesús, contando la última. Es verdad que queda en el medio todo un año de la vida pública del cual nada se afirma en el evangelio de Juan (entre la segunda y tercera Pascua), pudiendo bien ser esa la explicación de por qué tantos episodios narrados por los evangelios sinópticos no se encuentran en el de Juan, y viceversa.[8]

  1. El nombre de la puerta y de la piscina

Curación del paralítico en Juan 5

– 5,2: Hay en Jerusalén, junto a la Probática [puerta de las ovejas], una piscina llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórticos.

a) Cuestión terminológica: En este versículo tenemos dos problemas terminológicos:

– El primero es el respectivo a la llamada puerta de las ovejas o de los Rebaños. El texto griego solamente reporta la expresión epí tē probatikē (ἐπὶ τῇ προβατικῇ), que literalmente se traduce por: “junto a la Probática”. Se deduce que se está refiriendo a la puerta porque así se la nombra en algunos pasajes del Antiguo Testamento.[9] Pero el adjetivo ‘probática’ no suele ser tan comúnmente adjudicado a la puerta. Por esa razón también se bautizó con dicho nombre a la misma piscina.

– El segundo es con respecto al nombre de la piscina: Betzata y Betesda son los nombres que más gozan del favor de la tradición textual:

1)  El apelativo Betzata o Betzeta: Es el nombre de la colina al norte de la explanada del templo de Jerusalén, separada de la misma por un cañón o barranco, y sobre la cual surgirá el nuevo suburbio septentrional de Jerusalén, según relata Flavio Josefo. En época de Jesús dicho suburbio todavía no se hallaba tan poblado ni precintado por un muro (el tercer muro), como sucederá años más tarde, pero probablemente poseía ya dicho nombre y en ese caso, la piscina recibirá el nombre del barrio en el cual surgía.[10] El nombre provendría del arameo beza’ta (corte, quebradura). El texto afirma que el nombre está “en hebreo”, pero muchas veces los evangelios pueden tomar el nombre de un idioma por otro (el arameo occidental se hablaba como un dialecto en Palestina, en tiempos de Jesús, y el hebreo se reservaba para uso litúrgico o más formal).

2) El nombre Betesda significa – como expresión aramea, pero con raíz hebrea –: “casa de la misericordia”, y bien podría ser un apelativo simbólico, aplicado a la piscina porque allí se atribuían curaciones, o bien con posterioridad, como recuerdo del milagro obrado por Jesús. Esta segunda posibilidad pareciera ser más probable.

3) Hay variantes – sobre todo apoyadas por manuscritos minúsculos -, que leen: Betsaida, pero parece tratarse más bien de un influjo de 1,44, donde se menciona un poblado del norte del lago de Galilea, de donde eran originarios varios de los Apóstoles.[11] No hay ninguna tradición que sostenga que dicho nombre se aplicaba también a un lugar o zona de Jerusalén.

Excavaciones en la piscina de Betesda

b) Cuestión arqueológica:

          Una tradición que se remonta al siglo IV y atestada hasta el Medioevo, identifica la piscina en cuestión con la gran cavidad doble que surge en el terreno a noroeste de la iglesia de Santa Ana (norte de la antigua explanada del templo de Jerusalén), propiedad de la congregación religiosa llamada de los Padres Blancos. Dicha identificación es seguramente exacta. Las excavaciones han mostrado que todo el conjunto se encontraba compuesto por dos piscinas excavadas en la roca, divididas por un muro de siete metros y medio de largo. El conjunto tiene forma trapezoidal, de 50 a 67 m de ancho (de acuerdo a los diferentes lados del trapecio), por 96 de largo, y una notable profundidad (alrededor de 20 m, según las excavaciones).[12] La superficie de cada una de las piscinas era de 48 y 68 metros cuadrados. Por el perímetro del conjunto corrían cuatro pórticos (los cuatro lados del cuadrilátero), más un quinto pórtico que cubría el muro divisorio. Como no se han encontrado restos de columnas, se supone que los pórticos eran simplemente lugares de paso.

Reconstrucción de la piscina de Betesda

 

 

 

I. ESTRUCTURA Y ANALISIS GENERAL

Hay dos partes bien diferenciadas en el capítulo: El milagro de Jesús y la posterior discusión con los judíos.

  1. Primera parte: La curación del paralitico y el fenómeno del agua en la piscina (vv. 3-9a)

– 5,3: Yacía en ellos una multitud de enfermos, ciegos, cojos y lisiados, que aguardaban a que se removiese el agua.

La frase que hemos subrayado falta en algunos códices mayúsculos de importancia (como el Vaticano o el Sinaítico), pero sí se halla en otros, y sobre todo se la encuentra en muchos manuscritos minúsculos, en versiones en lenguas antiguas (la Vulgata, las versiones siríacas, la copta, armenia, eslava, georgiana, lecturas del Crisóstomo y de Cirilo). Algunos la consideran una glosa influida por el versículo 7, donde se vuelve a hablar del movimiento del agua. En realidad, el origen de la ausencia en algunos manuscritos está dado por el problema textual relativo al versículo siguiente, el v.4.

– v.4: De vez en cuando bajaba el ángel del Señor a la piscina y agitaba el agua, y el primero que se metía apenas agitada el agua, se sanaba de cualquier enfermedad que padeciese.

Todo este versículo falta en los mejores códices griegos, como el Sinaítico, Vaticano, el de Leningrado y otros, y en importante versiones. Es también ignorado por los Padres antiguos que comentaron San Juan: San Agustín, San Cirilo de Alejandría. En Occidente fue Tertuliano (ca. año 200) el primero que da muestras de conocerlo, y de los padres griegos es San Juan Crisóstomo (ca. 400) el primero en reportarlo. Aparece sí en muchos manuscritos minúsculos, aunque con diferencias entre ellos y en el códice mayúsculo Alejandrino (A). También aparece en la edición clementina de la Vulgata. Pero la Neo-Vulgata revisada lo excluye colocándolo en nota. Algunos comentaristas modernos lo consideran como una glosa añadida por un copista al evangelio, teniendo en cuenta el carácter inusual de su contenido y debido a la presencia de siete términos aparentemente no joánicos en un solo versículo.[13]

La suposición de que se trate de una glosa popular se refuerza por el hecho que algunas lecturas antiguas, aunque minoritarias, presentan: “el ángel del Señor se lavaba en la piscina”, con lo cual el carácter popular de la aparente inserción queda mucho más en evidencia.

No se podría aplicar aquí lo estipulado por el decreto Sacrosanta del concilio de Trento, que enseña que deben tenerse por canónicos “los sagrados libros íntegros con todas sus partes”. Tratándose de un fragmento y un texto muy breve no podría ser considerado ‘parte’ propiamente integrante del evangelio joánico, pues su ausencia no cambia la sustancia del relato ni tampoco el mismo milagro obrado por Jesús. Existe entonces libertad para los comentadores y exégetas de considerarlo parte integrante del texto o no, aunque no sucede lo mismo con el relato en sí, que resta válido así como la evidencia del milagro de curación obrado por Jesús.

Esto se ve claramente por el contexto de los versículos siguientes: En el v.7, como hemos anticipado, el paralitico reconoce abiertamente que el agua de la piscina se agita, y que es en dicho momento cuando las personas buscan arrojarse a ella para ser curadas. Ante la pregunta de Jesús: “¿Quieres quedar sano?” (v.6) El enfermo le contestó: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando el agua se agita; para cuando yo llego, ha bajado otro antes que yo”  (v.7).

Por otra parte, el milagro de Jesús se opera en toda su dimensión: Le dice Jesús: “Levántate, toma tu camilla y vete” (v.8). Y al instante, el hombre quedó sano, tomó su camilla y se puso a andar (v. 9a). Sobre estos versículos, que atestiguan sea el fenómeno extraordinario de la piscina como el milagro obrado por Jesús, no se presenta ninguna variante textual de importancia, por lo que el hecho de prescindir del versículo 4, de ser necesario, no afecta en absoluto a la integridad del relato.

  1. Segunda parte: La discusión por el sábado (vv. 9b-47)
I Sección 5, 10-16 (texto griego) Traducción española
Ιnclusión: el sábado

llevar camilla

 el que me sanó llevar camilla

Quien es

Quien es; Jesús

 

 

Jesús

 

 

 

  

el que lo sanó 

en sábado

Dijeron los judíos al que había sido curado: Es sábado, y no te es lícito tomar tu camilla.

El les respondió: El que me sanó, me dijo: “Toma tu camilla y camina!”

Le preguntaron: “¿Quién es el hombre que te dijo: Toma y camina?” Pero el sanado no sabía quién era, porque Jesús desapareció en la multitud del lugar.

Después de estas cosas, lo encontró Jesús en el templo y le dijo: “Ahora que estás sano, no peques más, que no te suceda peor”.

 

Partió entonces el hombre y anunció a los judíos que Jesús era el que lo sanó. Y por esto perseguían los judíos a Jesús, porque hacía estas cosas en Sábado.[14]

La segunda parte del capítulo está íntegramente abocada a la discusión de Jesús con los judíos por el tema del Sábado. Así lo reconocen varios autores y así parece estar indicado por el mismo texto, que en el v.9b presenta algo como un título que marcará todo lo que se desenvolverá más tarde: Y (pero) aquel día era sábado (v.9b).[15] Esta es la única frase que permanece como aislada del resto, encabezando toda una larga sección. El tema del sábado vuelve inmediatamente, pero como enmarcando justamente el tema de la curación de Jesús. A partir del v.10, el texto parece dividirse en secciones, señaladas por distintas inclusiones con temática concreta:

a) Primera sección:

El fenómeno de la inclusión (tipo de estructura señalada al inicio y al final por la repetición de iguales o similares términos), es común en la literatura bíblica y en el Nuevo Testamento en particular, abundando en el evangelio joánico como un modo de dar énfasis al texto así señalado. En este caso, el término “en sábado” aparece tres veces; la primera como sola conclusión de la curación del paralítico (9b), lo cual se asemeja a una presentación general de toda la discusión que va a venir después.[16] Aparece luego en los v.10 y v.16 (la inclusión señalada), como enmarcando esta primera parte de la discusión con los judíos, razón por la cual muchos autores opinan en calificar esta fiesta como sólo “la del sábado”.[17] Hay varias inclusiones más pequeñas (algunas podrían asemejarse a un tipo de paralelismo), como la del tema de “llevar la camilla”, que los judíos afirman que no se puede y Jesús, en cambio, se lo había ordenado (vv. 10-11), la pregunta acerca de “quien es” ese hombre (vv. 12-13), que los judíos formulan y el hombre no conoce; la revelación de Jesús, que se aparece y confirma que había sido Él (vv. 13-14). Una segunda inclusión más general gira alrededor del tema “el que lo sanó” (vv. 11-15). Esto permite deducir cual sea la clave de la sección: La curación de Jesús hecha en sábado, lo cual es toda una novedad en el evangelio joánico, y que será demostrativa de la misión profética, mesiánica y divina de Jesús (esto último por su autoridad sobre el sábado), aceptada por algunos y rechazada por otros.

Para ciertos autores, la sección termina en el v.18, encontrando buenas razones para así suponerlo, ya que los vv. 17-18 parecen repetir ciertos términos y enlazarse en el desarrollo de las ideas que se venía dando hasta el momento. Sin embargo, bien puede considerarse como una suerte de ‘título’ o enunciación de lo que seguirá a continuación. Los que sostienen que la sección primera (I) termina en el v.18 se apoyan sobre todo en los argumentos que colocan la sección siguiente como iniciando en el v.19, debido a que allí se pasa del diálogo al monólogo y debido a la solemne expresión del v.19: Amen, Amen, lego umin (en verdad, en verdad os digo).[18] Sin embargo, hay muchos autores que consideran el v.16 como el final de la sección primera.[19] Nosotros creemos que bien pueden ser los vv. 17-18 una introducción a cuanto sigue, especialmente porque anuncian los dos argumentos principales de la discusión: el tema del sábado (como en la sección anterior) y el de la identidad divina de Jesús. Los argumentos siguientes giran alrededor del modo en que Jesús probará dicha identidad.

I B vv. 17-18 (texto griego) Traducción española
Introducción

Paralelismo sinonímico

Tema: sábado / identidad divina

 

Entonces Jesús les respondió: Mi padre trabaja

 y yo también trabajo.

A causa de esto más aún buscaban los judíos de matarlo, pues no sólo violaba el sábado sino que decía ser Dios su Padre, haciéndose igual a Dios.

 b) Segunda sección:

Frm solemne

Inclusión: hacer por sí mismo

Par antitético (hacer)

 

 

Paralelismo progresivo

(mostrar)

 

 

 

 

Paralelismo antitético

(juzgar)

 

Paralelismo antitético (honrar)

 Frm. Solemne

Creer – vida eterna – no condena – de muerte a vida

Jesús respondió, diciéndoles: En verdad, en verdad os digo, no puede el Hijo

hacer algo por sí mismo si no lo ve hacer al Padre.

Por lo que este hace, de modo semejante el Hijo lo hace.

En efecto, el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace.

Obras mayores les mostrará, para que vosotros creáis.

 

Como el Padre alza los muertos y los revive, así también el Hijo revivirá a los que quiere. El Padre no juzga a nadie, sino que ha dado poder de juzgar al hijo.

Para que todos los que honran al hijo, así honren al Padre.

El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió.

En verdad, en verdad os digo: Quien escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna y no irá a condena pues ha pasado de la muerte a la vida.

Frm. Solemne

Incl: Muertos resucitarán

 

Par sinónimo

(vida en sí mismo)

 

Progresivo: poder juzgar

 

Fin incl: Muertos resucitarán

 

Corolario: hacia vida/ hacia condena

Fin inclusión: hacer por sí mismo

Par antitético (hacer voluntad)

  En verdad, en verdad os digo; Viene la hora, y ahora es, en que los muertos escucharán la voz del hijo de Dios y los que escuchen vivirán.

Como el Padre tiene vida en si mismo, así concedió al Hijo tener vida en sí mismo.

Y le dio autoridad para juzgar, porque es Hijo del hombre.

No os maravilléis de esto; porque llega la hora en que todos los que yacen en la tumba han de oír su voz:

Y los que hicieron el bien saldrán para resurrección de vida; los que hicieron el mal, para resurrección de condena (juicio).

Yo nada puedo hacer por mí mismo, sino que como escucho juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

Hemos de considerar la sección siguiente – la segunda (II) – desde e v.17 hasta el v.30. El tema del sábado parece quedar en suspenso durante la misma, y aparecerá en cambio, un poco abruptamente, hacia la mitad del capítulo 7, razón por la cual varios autores suponen que los versículos 7, 14-52 deberían seguir a nuestra primera sección de 5, 1-16, que ya hemos presentado, interpolando el orden del evangelio tal como lo conocemos. Los versículos del cap. 7 que sugieren una conexión con el contexto del capítulo 5 son los siguientes: «Jesús les replicó: “Una sola obra he realizado y todos estáis maravillados. Pues bien: Moisés os ha dado la circuncisión -aunque no proviene de Moisés, sino de los patriarcas- y vosotros la practicáis también en sábado. Pues si uno recibe la circuncisión en sábado para que no se quebrante la ley de Moisés, ¿os irritáis contra mí, porque he curado en sábado el cuerpo entero de un hombre?“» (7, 21-23). Allí la expresión “en sábado” aparece tres veces y además, se relaciona presumiblemente con la curación del paralítico. No obstante, no olvidemos que el evangelio no reporta estadía alguna de Jesús en Jerusalén desde el capítulo 5 hasta el 7, y que pueden considerarse buenas razones en favor de que transcurrió un año o más sin subir a Jerusalén (desde la presunta Pascua del cap.5 hasta la fiesta de Tabernáculos sobre la cual claramente se habla en el cap.7). Bien puede Jesús haberles recordado a los judíos, su última controversia tenida hacía más de un año o casi. Más decisivo aún parece ser el mismo léxico y el contexto del cap.7. Según lo propuesto por algunos autores, el orden quedaría así:

Y por esto perseguían los judíos a Jesús, porque hacía estas cosas en Sábado (5,16);

Hacia mitad de la fiesta, Jesús subió al templo y se puso a enseñar (7,14). Notamos también:

El último día de la fiesta, que era el más solemne, Jesús, puesto de pie, exclamó… (7,37). Las dos expresiones sobre la fiesta (mitad; último día), son esenciales en la narrativa del capítulo 7, careciendo en cambio de sentido en el cap.5. No hay que olvidar además, que en 7,52, el diálogo entre los judíos del Sinedrio termina abruptamente, cuando le dicen a Nicodemo “que estudie las Escrituras para ver que no viene profeta de Galilea”. Y acto seguido, “todos se fueron a sus casas” (v. 53). Sería muy difícil pensar que el evangelio continúe con otro monólogo de Jesús sobre su identidad (5, 17-47 presuntamente), sin que preceda alguna introducción previa.

Toda la sección (vv. 19-30) parece enmarcada por una gran inclusión, en la cual Jesús declara que el origen de su poder no viene de él sino del Padre, y de la “igualdad” de su obra con la del Padre.[20] Esto complementa de algún modo la idea anterior: Muestra que el origen de sus obras y de su autoridad (incluida aquella sobre el sábado) no es propia sino recibida por el Dios de Israel, pero igual a Él. Los judíos deben ahora reconocerlo. Hay como dos sub- secciones:

1°) La primera (vv. 19-24) está enmarcada por la fórmula solemne: Amen, Amen, lego umin (ἀμὴν ἀμὴν λέγω ὑμῖν): En verdad, en verdad os digo, y jalonada por la siguiente progresión: hacer obras – mostrarlas – creer en El – honrarlo. El resultado será el “pasar de la muerte a la vida”.

2°) La segunda subsección (vv. 25-29) también da inicio con la fórmula solemne habitual, sólo que parece señalada por una nueva inclusión entre los v. 25 y 28, en los que se señala que “los muertos (o “los que están en el sepulcro”) resucitarán”. Un corolario en el v.29 aclara cuales son los destinos de dicha resurrección: Una es para la vida, otra para la condena.

Creemos que la evolución del pensamiento entre la sección I y la II sea bastante palpable: Ya no se trata de un mero anuncio de la identidad mesiánica y divina de Jesús, sino de una demostración de la misma (hacer – mostrar), seguidas de una aceptación o rechazo (creer – juicio o condena), con un resultado concreto: Producir la vida eterna de quien acepta o bien la eterna condenación en quien la rechaza. Esa es la misión nueva del Mesías e hijo del hombre.

c) Tercera sección:

III vv. 31-47 (texto griego)      Traducción española
Tema: Testimonio

Inc: Palabras Jesús

 

Paral. Antitético (no válido / válido)

Jn. Bautista = Testimonio 1

Incl 2: Testimonio hombre

Explicación rol de Juan

Testimonio Jn

 

Obras de Jesús = Testimonio 2 

El Padre = Testimonio 3

 

 

 Testimonio Padre

 

Las Escrituras  = Testimonio 4

 

 

Fin incl 2: Testimonio hombre

Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.

Hay otro que da testimonio sobre mí y conozco que es verdadero el testimonio que da sobre mí.

Vosotros habéis preguntado a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad.

Yo no recibo testimonio de hombre, pero esto lo digo para que seáis salvos. Aquel era la lámpara que arde y brilla; vosotros quisisteis regocijaros una hora en su luz. Yo tengo un testimonio mejor que Juan:

Las obras que el Padre me ha dado para llevar a plenitud, estas obras dan testimonio sobre mí, que el Padre me ha enviado.

Y el Padre que me envió, Aquel ha dado testimonio acerca de Mí.

Vosotros nunca habéis oído su voz ni lo habéis visto,

Y su palabra no ha permanecido en vosotros, porque, en Aquel que ha enviado, no creéis.  

Examináis las Escrituras, porque en ellas pensáis de tener la vida, pero son ellas las que atestiguan sobre mí.

Pero no queréis venir a mí para tener vida. Yo no recibo gloria de hombre alguno

 

Paral. Antitético (recibir / no recibir en nombre de)

 

Paral. Antitético

(recibir / buscar gloria)

 

Paral. Antitético

(acusar)

 

Paral. Antitético (creer / no creer)

Fin Incl: Palabras Jesús

  Pero he sabido que vosotros no tenéis el amor de Dios.

Yo he venido en el nombre de mi Padre, y no me recibisteis;

Si alguien viniese en su propio nombre, a aquel recibiréis.

¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís gloria unos de otros, pero no buscáis la gloria del Dios único?

No penséis que yo os acuso ante el Padre.

Es Moisés quien os acusa, en quien vosotros esperáis.

Pues si creyerais en Moisés, creeríais en Mí, porque sobre mí escribió él.

Si en cambio no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?

Respecto a la tercera sección (III), en 5, 31-47, creemos sea claro que aparece bien delineada por el tema del testimonio de Jesús, tratando de presentar cuales sean aquellas realidades que dan verdadero testimonio de Jesús y de su identidad, que él proclama. Este es un elemento de gran importancia, porque muestra la unidad y el orden cronológico de los capítulos del evangelio.

En efecto, Jesús habla de tres tipos de testimonios de su Palabra: a) El de Juan Bautista, entre los vv. 33-36a, con una explicación de su rol particular en el v.35; b) el de las obras por El realizadas, expresión que se repite dos veces (v.36b-c); c) el del Padre que lo ha enviado (vv. 37-38); d) el de las Escrituras (v.39). La enumeración y explicación de estos testimonios se enmarca con una inclusión menor o interior, entre los v.34 y v.41, donde la expresión: “Yo no recibo testimonio de hombre” se repite casi exactamente. Esto permite distinguir dos partes en la sección: La primera (vv. 33-41) es la más importante, porque se refiere a la enumeración de los diversos testimonios sobre Jesús; la segunda (vv. 42-47), salpicada por una enumeración de paralelismos antitéticos que permiten, por contraste, que Jesús ponga en evidencia ante los judíos sus contradicciones y las razones por las cuales ellos no creen, en definitiva, en El y en su misión. Una inclusión temática basada en el tema de las palabras de Jesús y el no creer en ellas, enmarca la sección entera entre los v.31 y v.47.

  1. Síntesis

El esquema presentado en las tres secciones permite resumir su temática de un modo lógico: I) Jesús muestra su autoridad, y lo hace nada menos que con la más común fiesta judía y el rito más fácil de observar: el reposo del sábado; II) Enumera los pasos de su nueva revelación y sus respuestas posibles (hacer; mostrar; creer; dar vida para la bienaventuranza o para la condena);

III) Detalla cuales son los testigos y los diferentes testimonios con los cuales prueba su autoridad. Esta presentación anticipada de los testimonios, única en el Nuevo Testamento, es esencial para que Jesús desarrolle luego, en discusión con los judíos, los puntos más altos y neurálgicos de su doctrina teológica, los que tendrán lugar entre los capítulos 6-8. Es por eso que consideramos, con más razón que nunca, que este esquema es prueba que el orden cronológico dado actualmente por el evangelio es el correcto y original, y no hace falta recurrir a ninguna trasposición, pues da plena coherencia a la narrativa de Juan.

II. ELEMENTOS DE PROFUNDIZACION

            Presentamos a continuación algunos elementos que pueden ayudar, sin duda, a una mejor comprensión de lo expuesto, y que incluso pueden servir como material de meditación o de lectio divina. Haremos necesariamente una selección de aquellos que nos han parecido más significativos, no pudiendo encararlos en su totalidad. Los tomamos principalmente del comentario de Santo Tomás de Aquino, con alguna contribución de otros autores.[21]

La exposición de Santo Tomás en su Comentario, como de costumbre, pasa por estudiar el capítulo en su contexto y considerar todo el evangelio como una unidad, con un desarrollo temático uniforme y relacionando secciones con otras. En este caso, comenzará afirmando el Señor había hablado previamente del nacimiento o generación espiritual (en el cap. 3, en el diálogo con Nicodemo). Si lo relacionamos análogamente a la generación corporal, observamos que los padres carnales confieren tres cosas a sus hijos: La vida, la nutrición, y la enseñanza o educación. Lo mismo sucede con los que son generados desde Cristo: Reciben primero la vida espiritual (caps. 4 y 5), en segundo lugar el alimento espiritual (cap. 6; discurso del Pan de vida), y en tercer lugar la doctrina o enseñanza espiritual (cap. 7; discurso y controversia de Jesús con los judíos).

En este capítulo 5, el objetivo es proponer un signo visible (la curación de un hombre paralítico), a través del cual se revela el poder de Jesús para dar y restaurar la vida; se describe después la ocasión para la cual se propuso dicha enseñanza (v. 9b: Pero aquel día era sábado); en tercer lugar se propone la enseñanza concreta (a partir de los v. 16 o 18).

A) Curación del paralítico (Sección 5, 1-9): Aquí también precisa el Aquinate tres elementos: El lugar donde se cumple el milagro (v.2); la enfermedad: Se encontraba un hombre enfermo… (v.5); la curación: Jesús le dice: “Levántate, toma tu camilla y echa a andar” (v.8).

Santo Tomás desarrolla una cierta explicación acerca del nombre de la piscina probática, tema que ya hemos tratado. Como significado espiritual – que toma del Crisóstomo – añade que esta piscina era “figura del Bautismo”, puesto que el Señor, queriendo prefigurar en cosas distintas la gracia bautismal, indicó el agua como primer elemento, porque lava la impureza del cuerpo. Confirió además una virtud especial al agua de dicha piscina, virtud de reparar no sólo la impureza de la carne, sino de curar las enfermedades del cuerpo. Se señala que mientras más se acercan las figuras a la realidad, más expresivas tienden a ser sus representaciones. La figura del ángel que movía el agua significa que el poder de curar enfermedades provenía no del agua en virtud de su naturaleza misma, sino desde un agente exterior, y en definitiva del mismo poder divino.

Según San Agustín, el agua de la piscina señala el pueblo judío, diferenciándose así de “las muchas aguas que representan muchos pueblos” (cfr. Ap 17,15).[22] Dicha agua se halla encerrada y comprendida por los límites de la piscina. Se la llamaba probática, nombre que dice relación a ‘oveja’, porque Israel, era en modo especial el “rebaño de Dios” (cfr. Sal 95 [94],7).[23]

Aquino afirma que en sentido místico y según el Crisóstomo, los cinco pórticos son las “cinco llagas de Cristo” y que para Agustín, en cambio, significan “los cinco libros de Moisés”.[24] Con respecto a los enfermos que esperaban echarse al agua, afirma que, en sentido literal, la razón de esta concurrencia de enfermos era la virtud sanadora del agua, que no era permanente sino transitoria, aunque para Agustín, significa espiritualmente que “la Ley no se encontraba en grado de sanar a nadie”, según Heb 10,4: “Es imposible que sangre de toros y de machos cabríos borre pecados”.

Lo que a todas luces da la impresión de ser seguro como signo, es que los enfermos yacentes significan el pecado y los pecadores, en sus diversas formas y en grados diversos:

1 – El hecho que yacían postrados, porque el pecado hace adherir a las cosas terrenas, como el que yace (cfr. Mt 9,36: Cansados de andar y tirados por tierra, parecían ovejas sin pastor; Sal 19,9);

2 – Se habla de un gran número de enfermos, mostrando como el pecado afecta a muchos;

3 – El aspecto de los enfermos y sus indisposiciones:

a) El pecado hace al hombre depender de sus pasiones dominantes, volviéndolo enfermo (Sal 6,3: Piedad de mí, Señor, que estoy enfermo);

b) Por las mismas pasiones, el hombre llega a ser intelectualmente ciego (Sap 2,21: Su malicia los ha enceguecido…);

c) El hombre enfermo está inseguro de sus obras, como quien cojea (Prov 11,18: El impío hace obras falaces…), y también: “¿Hasta cuándo cojearás de ambas piernas?” (1 Re 18,21);

d) Sumando: Un hombre enfermo, intelectualmente cegado y que además cojea en sus obras, se paraliza también en el afecto, en cuanto que se aridece en él toda unción y devoción (Sal 21,6: Árido como una teja se ha puesto mi vigor).

Los enfermos que yacen esperando el movimiento del agua tienen sin embargo la esperanza de sanarse. Aquino los compara a los que pecan por debilidad, ya que “no reposan en sus pecados”, sino que esperan a que se produzca cierto movimiento en sus almas, simbolizado por el del agua (Job 14,14: En los días de mi milicia, espero que llegue el relevo). Se asemejan a los justos del Antiguo Testamento, que murieron en la esperanza del Mesías, pero también a muchos pecadores.

El movimiento que esperan procede del exterior; no es producido por virtud del agua misma de la piscina, ya que en dicho caso se hubiera afirmado que el agua curaba siempre, y no sólo cuando “un ángel bajaba y agitaba el agua” (v.4). Por dicha razón, el agua de la piscina coincide con el agua del bautismo bajo cierto aspecto, y bajo otro difiere de ella:

1 – Concuerda por su virtud, la cual permanece misteriosamente oculta, como la virtud del Bautismo, que actúa por el Espíritu Santo que se confiere ocultamente con el agua; y concuerda con el efecto, porque como el agua del Bautismo sana, así también lo hace el agua de la piscina.

2 – Existen sin embargo tres diferencias:

a) Difieren respecto a la causa de la virtud: La piscina es por un ángel, mientras que el agua del Bautismo actúa por la virtud increada de la Santa Trinidad;

b) Difieren por la misma eficacia causal, ya que el agua de la piscina sólo podía curar en ciertos momentos, mientras que el agua del Bautismo lo hace de modo permanente (la surgente de la que mana agua en Zac 13,1);[25]

c) Por el número de los sanados: Porque al moverse el agua sólo se sanaba un enfermo por vez; con el agua del Bautismo, en cambio, todos se sanan. No hay que maravillarse que el agua de la piscina posea una virtud limitada, y con un efecto limitado, mientras que en el agua del Bautismo la virtud es infinita y capaz de purificar un número infinito de almas, si estas se disponen.

También agrega, que para San Agustín, el ángel es símbolo de Cristo, porque no se lo podía percibir por los sentidos, sino sólo por el movimiento del agua. Así también, a Cristo se lo percibe sólo por la Fe (Is 45,15: En verdad tu eres un Dios escondido), y había quedado velado para los que en El no creían (1 Cor 12,8: Si lo hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria); con la Fe, en cambio, se accede a la purificación (Rom 3,24s: Por gracia suya, quedan justificados en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús).[26]

Todo esto nos permite ver como Santo Tomás busca permanentemente congeniar el texto latino de San Jerónimo (Vulgata), y sobre todo la interpretación literal de los hechos, con la opinión de muchos padres y doctores de la Iglesia, que en particular para este evangelio joánico – sin excluir el resto de la Biblia -, se hallan permanentemente en búsqueda del sentido espiritual con un gran uso de los motivos alegóricos, aunque siempre referidos al misterio de Cristo, de la Iglesia, y de los miembros del Cuerpo místico.

B) Discusión sobre el sábado (5, 9b–18): La ocasión de la disputa con Nuestro Señor proviene, en esta oportunidad, del hecho de haber obrado un milagro durante el reposo del sábado.

En la Mishná (colección de dichos y sentencias rabínicas), se enumeraban treinta y nueve (39) trabajos que no se podían cumplir en el día del Sábado; el último en la lista era el transportar un objeto da un lugar a otro (VII, 2). Se permitía llevar de un lugar a otro a un hombre recostado sobre un lecho (un enfermo), pero no llevar un lecho o camilla vacía (X, 5).[27]

Aquino enumera tres motivos para justificar por qué el Señor decide empezar este tipo de actividad taumatúrgica el día de sábado:

1 – La primera la toma de San Ambrosio (Super Lucam), quien afirma que Cristo había venido al mundo para restaurar la obra de la creación que estaba deformada, y esta es el hombre. Tal empresa debía dar inicio exactamente donde el Creador la había dejado, o sea, el día sábado. Para mostrar que era el Restaurador (nuevo Creador) de todas las cosas, comienza Jesús su obra en Jerusalén propiamente el día sábado.

2 – El día sábado era considerado solemne por los judíos como recuerdo de la primera Creación. Y Jesús había venido justamente para producir una “nueva creatura”, según el decir de San Pablo (cfr. Gal 6,15: Lo que cuenta no es la circuncisión ni la no circuncisión, sino la nueva criatura).

3 – Para mostrar que El llevaría a cumplimiento lo que la Ley no había podido cumplir (Rom 8,3: Lo que era imposible a la ley, porque estaba incapacitada a causa de la carne, Dios, enviando a su propio Hijo en carne semejante a la del pecado y como víctima por el pecado, condenó al pecado en la carne). La Ley no había logrado santificar (tal como hizo Dios con el sábado), ni bendecir, ni dar cumplimiento, ni reposarse. Cristo en cambio, sí lo hizo: Santificó con su Pasión; bendijo mediante la infusión de la Gracia; llevó todo a cumplimiento mediante la enseñanza de la perfecta justicia (Mt 5,48: Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial), y nos introdujo en el verdadero reposo de la salvación y de la vida eterna.[28]

El paralítico curado presenta su justificación aduciendo que justamente el hombre “que lo curó” le dio orden de llevar su lecho, y que confirmaba su palabra con los milagros que lo acompañaban. Es ese hombre el que dijo: “levántate y toma tu camilla”. Hay cierta obligación de obedecer a un hombre de tanta virtud y que ha procurado un beneficio de tal magnitud (cfr. Sal 118,93: Nunca me olvidaré de tus mandamientos, pues por ellos me diste vida).

También nos recuerda que, propiamente hablando, Dios no reposa el día de sábado, sino que se trata de una figura para indicar el cese de un tipo de trabajo concreto (el crear) para pasar a un segundo tipo de trabajo: El conservar las creaturas en su ser. Por dicha motivo, Moisés – autor del Pentateuco – utiliza ‘reposo’, para indicar el reposo espiritual de Dios, el que propone como ejemplo para los fieles. Dicho precepto (el observar el sábado) había sido indicado propiamente como “sombra de las cosas futuras”.[29]

C) Discusión sobre el poder de “dar la vida” (5, 18b–47): Tomás de Aquino afirma que aquí se expone acerca del “poder de dar la vida” que tiene Jesús, debate que se relaciona directamente con su identidad, pues lo hace igual a Dios. Se procede en primer lugar a la exposición de tal enseñanza (vv. 18b-30), luego a su confirmación (a partir de v.31). Acerca del mismo poder de dar la vida, se hace en primer lugar una exposición genérica (v. 19a), y luego una particular. En esta última: (a) Primero se revela su origen (Nada puede hacer el hijo por sí mismo: v. 19b); (b) en segundo lugar la grandeza de tal poder (lo que éste hace, también, y de modo semejante, lo hace el Hijo [30]; v.19c); y por último (c) la razón o motivo de ambas cosas: Porque el Padre ama al Hijo (v.20).

Con respecto al amor, este término se toma en teología según dos acepciones: Como término esencial expresa el amor con el que aman el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, común a los tres, no pudiendo en este sentido corresponder al amor con el que el Hijo procede del Padre, ya que implica un acto de voluntad, un acto libre, un “querer amar”. De aquí se seguiría que el Padre habría engendrado al Hijo por un acto de voluntad y no por naturaleza, cosa que es herética. La segunda acepción es la del término en sentido nocional, término reservado al Espíritu Santo, aunque de lo cual se seguiría que el Espíritu Santo es principio del Hijo, cosa que no es solamente errónea, y a tal punto que ni siquiera fue dicha por ningún hereje. El sentido en que se refiere a amor entonces, es por semejanza, pues allí donde se encuentra una perfecta semejanza con Dios, se encuentra también un amor perfecto de parte de Dios.

Con respecto al “poder de juzgar dado al Hijo” (v.22), puede llegar a afirmarse que el Padre lo generó como juez. Más adelante se dirá que: “como escucho juzgo” (v.30), lo que también es indicio de una relación de origen en el juicio; así como del Padre recibió el ser, también de Él recibió el poder de juzgar. La razón es que el Hijo, como hemos dicho, no es sino el pensamiento concebido de la Sabiduría del Padre, y cada uno juzga según los conceptos de su propia sabiduría; así el Padre, como todo cumple mediante el Hijo, todo juzga por medio de Él. Y el fruto de tal juicio es: Para que todos los que honran al hijo, así honren al Padre (v.23). El hombre sólo puede acceder a dicha sabiduría por medio de la Fe, y para ello hay que creer las cosas propuestas por el contenido de dicha Fe (Eb 11,6: Quien se acerca a Dios, debe creer que El existe y que es remunerador de aquellos que lo buscan). Por dicha razón muestra el Señor repetidamente el modo de acceder a la vida: Quien escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna y no irá a condena [juicio] (v.24).

El premio para el que cree no es otro que el premio de la Fe: “El que cree en el que me envió, tendrá la Vida Eterna” (v.24). Enumera tres elementos de los que gozaremos una vez en la gloria, expuestos en orden inverso. Se dice que obtendremos: 1) La resurrección de los muertos; 2) la liberación del futuro juicio; 3) la vida eterna (cfr. Mt 25,46). La tercera (la vida eterna) se coloca en primer lugar, siendo la más deseada. De aquí la afirmación: “Quien cree tiene la vida eterna”, la cual consiste en la plena visión de Dios. Se presenta una objeción con el texto de San Pablo: Todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo (2 Cor 5,10), incluido los Apóstoles, lo cual quiere decir que el que cree va al encuentro del juicio. Pero el juicio es de dos especies: Existe un juicio de condena, y a este no van al encuentro los que creen en Dios con una Fe completa o formada; existe en cambio un juicio de examen o discusión, por el cual “todos deben comparecer ante el tribunal de Cristo”.

– Ha pasado de la muerte a la vida (v.24): La frase puede explicarse en tres modos:

1 – En referencia a la resurrección del alma: En este sentido, mediante la Fe no solamente se consigue la Vida eterna y se ve uno libre del juicio, sino que también se obtiene la remisión de los pecados; por dicha razón se afirmará que el fiel “ha pasado” de la muerte a la vida (1 Jn 3,14: Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida).

2 – La resurrección de los muertos, como una precisión del premio inicial: Y tendrá la vida eterna. Todo hombre ha contraído la deuda de la muerte, debiendo por lo tanto pasar por ella: Por dicha razón, no puede pensarse que se poseerá la vida eterna en el sentido de no pasar por la muerte, sino en cuanto que desde esta vida y a través de la muerte, se pasará a la vida eterna; de la muerte corporal será restaurado a la Vida eterna.

3 – En cuanto a la causa determinante, pues cuando uno cree posee ya el mérito de la Resurrección gloriosa. Liberados del hombre viejo, se poseerá la vida del hombre nuevo, o sea, de Cristo.[31]

Concluiremos aquí el análisis del capítulo, invitando al lector a profundizar en el comentario de Tomás de Aquino. En el tratamiento expuesto del capítulo, hemos podido visualizar como el Santo Doctor pretende introducirnos en el tema de la Fe en su misión, atestiguada por muchos: Se trate de sus obras, de Juan el Bautista, del Padre, de las Escrituras, y asegura que dicha Fe merece la Vida Eterna. Es más bien una invitación, pues la más profunda exposición sobre la necesidad de creer en Jesús y de alimentarse de Él se dará en el capítulo siguiente, con motivo del discurso del Pan de Vida. De todos modos, ya aquí se puede ver una invitación concreta a creer en la misión del hijo de Dios.

[1] El entero versículo 5,1 reza: Pasado algún tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

[2] A estos hay que agregar el v.16, que explica que el motivo de persecución de Jesús es por el sábado (Por ese motivo perseguían los judíos a Jesús, por hacer tales cosas en sábado) y el v.18: Los judíos tenían aún más deseos de matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino además llamaba Padre suyo a Dios.

[3] Cuando se aproximaba la Pascua de los judíos, subió Jesús a Jerusalén (2,13); estaba en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua (2,23).

[4] 4,35: ¿No dicen ustedes: “Todavía faltan cuatro meses para la cosecha”? Yo les digo: ¡Abran los ojos y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura. Se supone que en Palestina se cosechaba a fin del verano (septiembre – octubre) y al llegar la primavera (marzo – abril). Así, Sales, Marco M., Il Nuovo Testamento commentato (testo riveduto da Mons. A. Martin), ed. Berruti, Torino 1911, vol. I, 364. En el caso que fuese fines de abril cuando Jesús volvía de su primera Pascua pública en Jerusalén, la fiesta del capítulo quinto no podría ser la de las Semanas (daría poquísimo tiempo de permanencia de Jesús en Galilea), debiendo ser la de Tabernáculos o la de la Pascua siguiente.

[5] También llamada “la fiesta del Señor” en Ex 10,9.

[6] Así lo admiten: Lagrange, Joüon, Olivier, Durand, Prat, etc., entre otros, y podría explicar que el cap. 5 hable de “la fiesta”: Sería la Pascua, que en 6,4 se dice hallarse próxima. Piensa así Wikenhauser, quien reporta los testimonios a los que hemos aludido (A. Wikenhauser, L’Evangelo secondo Giovanni [Nuovo Testamento commentato IV; Morcelliana Brescia, 1959], 162).

[7] La versión con el artículo se apoya en códices mayúsculos de importancia, como el Sinaítico, Parisino, el Rescrito efraimita, y manuscritos minúsculos importantes como la los de la llamada familia 1, algunos leccionarios bizantinos, escritores como Ampíloco y Cirilo. Igualmente la versión sin artículo goza del apoyo de manuscritos mayúsculos importantes, como el Vaticano, el Alejandrino, etc., algunos minúsculos como la familia 13, algunos leccionarios, y versiones de escritores como las de Epifanio y el Crisóstomo.

[8] Los Sinópticos mencionan el término Pascua varias veces (5 en Mateo, 4 en Marcos, 6 en Lucas), pero aplicado siempre a la última Pascua de Jesús, a la de su Pasión, muerte y Resurrección.

[9] En Nehemías 3,1 y 3,32, para hablar de la reconstrucción de las puertas de la ciudad después del exilio, y Ne 12,39, cuando la procesión de consagración del nuevo muro de la ciudad.

[10] La referencia es: Flavio Josefo, De bello Iudaico (Las guerras judías), donde también afirma que Bezeta era llamada “la ciudad o villa nueva”, por haber sido poblada con posterioridad (cfr. II, 19,4 §527; V, 4,2 §149.151; V, 5,8 §246).

[11] Jn 1,44: Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y Pedro.

[12] Cfr. Acquistapace, Turri, Galbiati, Guida biblica e turistica della Terra Santa, Milano 20007, 209; cfr. R.E. Brown, Giovanni: Commento al vangelo spirituale, Cittadella, Assisi 19913, 267.

[13] R.E. Brown, Giovanni: Commento al vangelo, 268.

[14] La expresión: En sábado, o simplemente: es sábado, sin artículo, es una neta expresión semítica e incluso hebrea, que considera el shabbat no como un día más, sino como “el reposo”, por excelencia.

[15] Cfr. F. Lozada, Jr., A literary Reading of John 5: Text as construction (Studies in Biblical literature 20; Per Lang, New York 2000), 70.

[16] De hecho, el género literario cambia a partir del v.10; de la narrativa se pasa a la controversia teológica, propia de Juan.

[17] El mismo Lozada que hemos citado. También A. Wikenhauser, L’Evangelo, 190; F.J. Moloney, Belief in the Word: Reading John 1-4; Fortress Press, Minneapolis 1993, entre otros.

[18] Cfr. F. Lozada, Jr., A literary Reading, 71.

[19] Durante casi todo el siglo XX, autores como J.H. Bernard, The international critical commentary; cf. R.E. Brown, Giovanni: Commento al vangelo spirituale, Cittadella, Assisi 19913, 282; T. L Brodie, The Gospel according to John: A Literary and Theological commentary (OUP; Oxford 1993).

[20] Cfr. A. Wikenhauser, L’Evangelo, 194.

[21] Cfr. Tomás de Aquino, Comentario al evangelio de San Juan (In evangelium Iohannis expositio), V, lecc. I – VII, ed. Città Nuova, Roma 1992, vol. I, 382-456.

[22] Las aguas que viste, donde está sentada la prostituta, son pueblos, multitudes, naciones y lenguas.

[23] Sal 95,7: Él es nuestro Dios y nosotros el pueblo que apacienta, el rebaño que cuida.

[24] Cfr. Tomás de Aquino, Comentario (commento); 384-385.

[25] Habrá una fuente abierta para (…) Jerusalén contra el pecado y la impureza.

[26] Cfr. Tomás de Aquino, Comentario (commento); 387-389.

[27] Cfr. A. Wikenhauser, L’Evangelo, 190-191.

[28] Cfr. Tomás de Aquino, Comentario; 395-396.

[29] Ibidem, 402-3.

[30] Para Aquinas, es un indicio de la comunicación que el Padre reversa sobre el Hijo con la (procesión teológica) de la generación, y que se designa con el verbo ver. Es justo que dicha generación se designe como visión, porque para el Hijo, el ver al Padre que ‘obra’ o ‘hace’, no es sino proceder por emanación intelectiva del Padre que obra (cfr. Commento, 409).

[31] Cfr. Tomás de Aquino, Commento, 424-425.

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