Lavatorio de los pies y traición de Judas II (cap. 13 de San Juan): Estudio interpretativo

LAVATORIO DE LOS PIES Y TRAICIÓN DE JUDAS II (cap. 13 de SAN JUAN): ESTUDIO INTERPRETATIVO

(ELEMENTOS DE PROFUNDIZACIÓN)    

La preparación del sacrificio del Cordero Pascual entre los judíos

       Analizaremos básicamente la cuestión de la fecha de la Pascua en relación con la cena de Cristo con los suyos. Agregaremos algunos elementos de interpretación espiritual sobre el lavatorio de los pies y la reacción de Pedro.

  1. Cuestión de la cena y la fecha de Pascua

¿Por qué se ha planteado siempre entre los estudiosos la cuestión de cuando cenó Jesús con los Apóstoles, y si esta era o no la cena Pascual? O en su defecto, ¿por qué se dice que existe un problema con relación a la mención de la cena pascual? La segunda parece tener relación con el modo diverso en que se plantea la cuestión de la cena entre el evangelio de Juan y los Sinópticos.

a) La fiesta de la Pascua:

La Pascua era la primera y principal fiesta judía, celebrada del 14 al 21 del primer mes, llamado mes de Nisán (coincidente con marzo-abril, según Ex 12, 1-10)[1], y comenzaba la tarde del 14, después de la puesta del sol, con el sacrificio y luego con la comida del cordero pascual. Los Sinópticos parecen colocar la cena de Jesús esa misma tarde.[2] En San Juan, en cambio, sobre todo a partir de la expresión: Antes de la fiesta de la Pascua (13,1), parece indicarse que Jesús celebra la Pascua legal el jueves por la noche (día 13), mientras que los judíos y sus enemigos lo hacen el viernes por la noche, según se desprende de Jn 18,28, más las referencias de 19,31 y 19,42.[3]

Las soluciones que se han propuesto al respecto son muy variadas. Antes de pasar a analizarlas, hemos hecho notar que los Sinópticos identifican la Pascua con el “día de los Ázimos”. En realidad, eso es lo que parece desprenderse del texto del Éxodo, donde en 12,6 se afirma que la asamblea de Israel inmolará el cordero pascual, llamado también “Pascua” por metonimia (cf. Mc 14,12; Jn 18,28). En Ex 12,8 se dice que comerán la carne del Cordero esa misma noche, “acompañada de pan sin fermentar”, esto es, los Ázimos. En el v. 17 es llamado “fiesta de los Ázimos” el día en que “Dios sacó sus escuadrones de Egipto”, de tal modo que fiesta de Pascua y fiesta de los Ázimos parecieran ser sinónimos, como en los Sinópticos (lo mismo en Dt 16,16).[4]

Existe sin embargo una diferencia en el libro del Levítico, donde se llama Pascua a la cena del 14 de Nisán, al atardecer (Lev 23,5), y fiesta de los Ázimos al día 15, donde se afirma que se comerá sin levadura durante siete días (23,6).[5] Esto puede justificar que en Jn 19,31 se diga que “era grande ese Sábado”, el sábado posterior a la muerte de Jesús, porque ese día era 15 de Nisán o día de los Ázimos. No hay que pensar entonces que el sábado fuera 14 de Nisán; sí lo fue el viernes en que murió Jesús, y los judíos se preparaban para inmolar el cordero Pascual y comerlo esa misma tarde, de acuerdo con lo prescrito por el Éxodo. Lo que cabe aclarar es por qué, según el evangelio de Juan, Jesús celebra la cena entonces el 13 por la tarde, y a qué se debe esa diferencia con los Sinópticos, que sin más llaman “día de los Ázimos” al día 14.

b) La celebración de la cena de Jesús. Teorías:

El sacrificio del cordero Pascual seguía siendo costumbre ritual de los judeocristianos, probablemente hasta el comienzo de la guerra de Palestina (66 – 69 d.C.)

       Es lógico suponer que Jesús haya querido celebrar la Pascua el 13 a la noche, sabiendo que estaba cercano su padecimiento.[6] Los griegos (ortodoxos) añaden que entonces celebró la Pascua no con pan ázimo sino con pan fermentado, porque la víspera de la fiesta de Pascua todavía había pan fermentado entre los judíos. Esta sentencia no parece creíble:

1 – En primer lugar, no hay indicios en el Antiguo Testamento acerca de que se permita adelantar la celebración de la Pascua, sino más bien se proponía postergarla hasta el mes siguiente en caso de no poder celebrarla.[7]

2 – Contradice también, como hemos visto, a los otros evangelistas qua afirman que la cena tuvo lugar el primer día de los ázimos.

            Existen otras teorías: Se ha sugerido, en efecto, que Jesús haya celebrado efectivamente el 14 de Nisán, según el calendario más común utilizado por los fariseos y por el pueblo, mientras que los saduceos, quienes tenían la preponderancia en el sinedrio (sacerdotes), retardaban de un día la celebración oficial cuando la Pascua caía en viernes, de modo de poder comer el cordero la víspera – como lo afirma Juan –, y el día festivo era el sábado (el ‘gran Sábado’ que menciona Jn 19,31). Según esta explicación, Jesús celebró la cena Pascual el 14 de Nisán, y los sacerdotes la tarde del 15. Se dice que era la opinión del Crisóstomo, y ha sido seguido por autores de épocas diversas, aunque muchos disienten.[8] La hipótesis de los calendarios diversos es de vieja data y ha sufrido diversas variantes. Ha sido recientemente relanzada por Dieter Rasimus, quien sigue la teoría de C. J. Humphreys, arqueólogo británico, según la cual existía un calendario pre-exílico, distinto al de Jerusalén, al cual Jesús siguió porque celebraron la Pascua en la casa de un anfitrión (según Lc 22,11)[9] que sería miembro de la secta de los Esenios, y ellos utilizaban dicho calendario.[10] Por delicadeza respecto al anfitrión, Jesús celebra la Pascua cuando acostumbraba a hacerlo el dueño de casa. La clave está en 13,10: “Quien se ha bañado no tiene necesidad sino de lavarse, sino los pies”. Ellos se habrían bañado antes, pero en el camino hasta la casa del anfitrión esenio se ensuciaron de nuevo. Jesús les lava los pies para purificarlos ritualmente, por respeto a su anfitrión. Según Humphreys, en el I siglo d.C. no era raro celebrar la Pascua según este calendario pre-exílico. Humphreys supone que ese año la Pascua cayó en miércoles según dicho calendario, y Jesús la celebró la víspera anterior, el martes por la noche, con lo cual, afirma, hay tiempo de arreglar todos los datos algo discordantes de los evangelios y distribuirlos en tres días, hasta el viernes, fiesta de la Pascua según el calendario sacerdotal de Jerusalén, cuando Cristo muere. Una teoría como esta crea quizás más problemas de los que dice resolver, sobre todo la falta de datos en la Tradición que corroboren dicho día para la cena Pascual. Permanece intacta, entre otras cosas, la objeción de por qué el lavatorio se celebra durante la Cena y no al principio de ella.

            Todas estas posiciones suponen los datos del evangelio de Juan como exactos, según parece, mientras que deducen que los Sinópticos hablan en modo bastante generalizado cuando se refieren al “día de los Ázimos”.[11]

            Tomás de Aquino resuelve la cuestión de un modo mucho más simple, siguiendo a varios autores eclesiásticos importantes: “Se debe responder, con Jerónimo, Agustín y otros doctores latinos, diciendo precisamente que las solemnidades comenzaban con las vísperas del día anterior. Y la razón es porque se regían por el calendario lunar, contando los días según la luna, que hace su primera aparición en la tarde, contando luego los días desde la puesta del sol (y aparición de la luna) de un día hasta la del otro día. Los otros evangelistas, por lo tanto, de acuerdo con esta costumbre, escribieron que la cena tuvo lugar el primer día de los Ázimos, porque se hizo el día anterior, en la víspera, que ya pertenecía al primer día de los Ázimos”.[12] Por eso – agregamos nosotros – los Sinópticos hablan con precisión, sin cometer error, aun cuando no hagan todas las aclaraciones al respecto. “En cambio, Juan considera aquí el día de la fiesta de la Pascua que era completamente festivo, y no el día en que sólo las Vísperas eran festivas; por eso dice: El día antes de la fiesta de la Pascua”. Afirma también que se llamaba Pascua no sólo a las Vísperas, sino a todo el tiempo de los siete días durante los cuales se comían los ázimos, y sólo los que se encontraban puros podían comerlo. Por eso los judíos no quisieron acceder al pretorio de un juez pagano, para no contaminarse y poder comer la Pascua, es decir, el pan ázimo.[13] O sea, deja entrever que quizás ya habían comido el Cordero y sólo objetaban el problema de comer los panes ázimos.

  1. Interpretación del lavatorio de pies y de la reacción de Pedro

Hemos ofrecido ya una primera aproximación respecto a la interpretación del pasaje. Comentamos aún algunos términos y frases, tomados sobre todo del Comentario a Tomás de Aquino. También para él, como lo ha sido para la exégesis tradicional, el lavatorio de los pies tiene que poseer un significado más profundo de lo que presenta el mero rito exterior. Es la reacción de Pedro y la respuesta de Jesús, en particular, lo que parece sugerirlo fuertemente (13,10): “El que se ha bañado no necesita lavarse sino los pies, porque está todo limpio”. La distinción entre ‘baño’ y ‘lavado’, en un tal contexto y sabiendo Jesús hacia donde se dirigía, no puede sino poseer un significado fuertemente marcado por lo espiritual. Santo Tomás distinguirá, no obstante, en algunas frases, todo lo que puede deducirse espiritualmente a partir de la letra misma del texto y de modo casi obligado, de lo que puede interpretarse y que él llama ‘sentido místico’.

a) La introducción al lavatorio:

– v. 1: Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin: Hemos comentado la expresión eis télos (εἰς τέλος) = “hasta el fin”, habiéndonos ya explayado sobre sus matices semánticos y gramaticales. Aquino presenta una distinción, que aparece como obvia según lo que hemos visto, afirmando que el término griego télos posee ya en sí mismo dos significados; uno temporal, como el fin o término de algo (Mt 10,22), o como un valor cualitativo de perfección (1Tes 2,16).[14] Inclinándose por la segunda para nuestro contexto, interpreta la entera expresión del siguiente modo[15]:

“Es posible distinguir entre el fin de la intención y el fin de la ejecución de una determinada cosa: El primero es el objetivo hacia el cual se ordena nuestra intención (…) El fin de la ejecución es el término final de una realidad, y en este sentido puede definirse como fin la misma muerte; de modo que la frase “los amó hasta el fin” puede tener este sentido: “Hasta la muerte”. Pero también aquí caben tres significados. En primer lugar, dice San Agustín, podría indicarse, humanamente hablando, que Cristo amó a los suyos solamente hasta la muerte y no más allá. Pero esto es falso, ya que Cristo con la muerte no ha dejado de existir. En segundo lugar, puede entenderse en el sentido que, en la frase, la preposición “in” (de ‘in finem’) recuerda el fin como causa final, por lo que la frase “los amó hasta el fin” significa: El amor por ellos lo llevó a la muerte (Gal 2,20: “Nos amó y por nosotros se entregó a la muerte”). En tercer lugar, la expresión puede tener este significado: Aunque Cristo les había mostrado anteriormente muchos signos de su amor, ‘in finem’, o sea, cerca de la muerte, les mostró signos de un amor aún más grande (16,4: “No os dije estas cosas desde el principio porque estaba con vosotros”). La explicación es: En aquel momento no era necesario que os mostrara cuánto os amaba, como ahora que me voy, de tal modo que mi amor y mi recuerdo se impriman más profundamente en vuestros corazones.[16]

– v. 2: Habiendo puesto ya el diablo, en el corazón de Judas de Simón Iscariote el entregarle.

Se pregunta el Aquinate cómo es que el diablo puede poner algo en el corazón del hombre, y como puede entrar en él (a propósito del v. 27: “Después del bocado, entró pues en él Satanás”). Parecería a primera vista que puede entrar, y que Dios mismo lo permite, como se lee en el Sal 78 (77), 49: Envió sobre ellos el furor de su ira, enojo, indignación y angustia, como delegación de mensajeros destructores.

Hay que decir que este influjo en el “corazón del hombre” se da cuando se encuentra en el pensamiento y en la voluntad, por eso al decir “habiendo puesto en el corazón de Judas”, hay que entender sin duda alguna su voluntad. Esto puede darse de dos modos: Directa e indirectamente. En el primero de ellos (directamente), sólo quien tiene el poder de mover interiormente la voluntad puede poner algo en el corazón del hombre, y esto sólo puede ser hecho por Dios, de lo que resulta que solamente él puede imprimir directamente algo en la voluntad del hombre.[17] Ahora bien, como la voluntad es movida por un objeto externo considerado como un bien que ha sido conocido, se dice que quien sugiere algo bueno lo coloca en el corazón del hombre, trabajando indirectamente sobre él haciendo que aprehenda dicho objeto como bueno, con el cual la voluntad se mueve. Esto a su vez ocurre de una doble manera, porque se da o se sugiere desde el exterior, y de esta manera un hombre también puede poner algo en el corazón de otro hombre, o sugerirlo interiormente, y de esta manera es como si el diablo pusiera algo dentro. Porque la imaginación, siendo sentido de un órgano corpóreo, está, cuando Dios lo permite, sujeta al poder del diablo. De modo que ya sea durante la vigilia, o bien durante el sueño, puede formar en él ciertas especies, por las cuales, aprehendidas por la voluntad del hombre, se mueve para desear algo. Y así el diablo “pone (algo) en el corazón” del hombre, no directamente como quien mueve, sino indirectamente como quien sugiere.[18]

b) El servicio de Jesús:

            Hemos ya considerado diversas interpretaciones acerca del lavatorio de pies. En general, podríamos decir que las interpretaciones se han dividido en dos grupos: a) Las que tienden a verlo como un gesto simbólico; b) Las que lo entienden como un ejemplo. Los que han estudiado el texto suponiendo una cierta evolución de este (estudio diacrónico), consideran que la primera interpretación responde a los vv. 6-11, mientras que la segunda a los vv. 12-17. No obstante, aún en este caso, muchos suponen que ambas interpretaciones no se oponen, sino que se integran mutuamente.[19] Lo será aún mucho más si admitimos el texto tal como se presenta, formando una unidad escrita por su autor original.

Hemos también afirmado que necesariamente esta acción de Jesús, por sus características, debe poseer un sentido espiritual. Tomás de Aquino lo llama sentido místico, y afirma:

“En un sentido espiritual y místico este hecho puede referirse a dos misterios: a la Encarnación de Cristo y a su Pasión. En referencia a la Encarnación, encontramos estos tres elementos: 1) La voluntad de socorrer al género humano, puesta de manifiesto en el hecho que “se levantó de la mesa”. Dios, de hecho, mientras nos deja en la tribulación, parece casi como que estuviese sentado; mientras que, cuando nos libera de la tribulación, pareciera como que se pone de pie. De ahí la invocación: “Levántate, Señor, ¡ven a socorrernos!” (Sal 44,26). 2) En segundo lugar, su anonadamiento, no sólo ya porque deja la majestad de su propia dignidad, sino porque quiere esconderla asumiendo nuestra mezquindad: Verdaderamente eres un Dios oculto (Is 45,15). Esto se indica por el hecho de que “dejó su manto” (v. 4): Se despojó a sí mismo, asumiendo la condición de siervo (Fil 2,7). 3) Finalmente, encontramos también aquí la asunción de nuestra mortalidad en el hecho de que “se ciñó la toalla de lino”: Tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres (Fil 2,7).

Si, por el contrario, se refiere a la Pasión de Cristo, encontramos que en realidad dejó sus vestidos cuando los soldados lo desnudaron, y “echaron suertes sobre sus vestidos” (19,23). Luego fue envuelto en una sábana de lino en la tumba. En la Pasión también dejó las vestiduras de nuestra mortalidad, y luego tomó (la toalla) el lino, la blancura de la inmortalidad: Resucitando de la muerte Cristo ya no muere; la muerte ya no tiene poder sobre él (Rom 6,9)”.[20]

c) La reacción de Pedro:

Jesús lava los pies a Simón Pedro

El evangelista nos señala como reacciona Simón Pedro ante el gesto de Jesús: “¡Jamás me lavarás los pies!” (v. 8a). Aquino señala que, si bien Simón reacciona así por su celo, este celo era indiscreto y desordenado, como afirma San Pablo de los judíos.[21] Por eso mismo Jesús lo contradice, afirmando (v. 8b): “Si no te lavo, no tienes parte conmigo”. De hecho, nadie puede participar a la herencia eterna si no es transformado interiormente por Cristo. De todos modos, Pedro habla movido por el amor por su Maestro.

El Angélico señala también, y siempre místicamente, que en el hombre se encuentran estas tres partes: La cabeza, como su miembro más elevado; los pies, que es aquello inferior; las manos, que constituyen la parte intermedia. Lo mismo se dice respecto al hombre interior: En el alma encontramos la cabeza, que es la razón superior por la cual el hombre obedece a Dios; las manos, como la región inferior que se encarga de las obras de la vida activa; y los pies, como la sensualidad o sensibilidad. El Señor sabía que sus discípulos estaban limpios: a) Respecto a la cabeza, porque estaban unidos a Dios con la Fe y con la Caridad; b) también respecto a las manos, porque sus obras eran santas; c) Respecto a los pies, en cambio, poseían aún un cierto apego a los bienes terrenos en su sensibilidad. Entonces Pedro, temiendo el enojo de Cristo, consiente no solamente al lavado de los pies, sino también al de las manos y de la cabeza (v. 9): “¡Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza!”, como diciendo: “No sé si necesito solamente lavarme las manos y la cabeza (1Cor 4,4: Mi conciencia nada me reprocha, pero no por ello me siento sin culpa), por eso prefiero lavarme enteramente”.

En los versículos que siguen encontramos la respuesta de Cristo: El Señor hace primero una consideración general y luego la aplica al argumento en discusión (v. 10: “Vosotros estáis limpios, aunque no todos”). Al decir que el que ha hecho el baño no necesita sino lavarse los pies porque está limpio, da a entender con pies aquello que toca la tierra, de lo que se deduce que los Apóstoles estaban ya bautizados porque habían hecho el baño. Hubo quienes afirmaron que habían sido bautizados sólo con el bautismo de Juan, aunque esto no parece verdadero, pues de lo contrario, Cristo no habría dicho que estaban ya estaban todos limpios, ya que el bautismo de Juan no purificaba de la culpa, por lo que hay que decir que había sido bautizados con el Bautismo de Cristo, como sostiene Agustín.[22]

A los que han señalado que Cristo no bautizaba, sino que los discípulos bautizaban (cfr. Jn 4,2), hay que responder que Jesús no bautizaba a las turbas o multitudes, pero sí a sus discípulos. En cuanto a la necesidad de lavarse los pies, es porque en aquellos que siguen viviendo en el mundo, si bien están limpios – por estar bautizados -, se encuentran aún en ellos pequeñas imperfecciones, ciertos afectos terrenos propios de la sensualidad, por lo cual es necesario que se laven también los pies, bien sea con el martirio o bautismo de sangre, bien sea a través de la penitencia, que es un bautismo de deseo para poder volar al Cielo.[23]

Enlace a la primera parte de este estudio. Descargar aquí.

Descarga apéndice con estructura del lavatorio de los pies y traición de Judas (texto griego y español; requiere ciertos conocimientos técnicos).

 

[1] En realidad, en Ex 12,2 se lo llama “el primer mes del año”, porque lo era según el calendario que usaban los israelitas durante la permanencia en Egipto y aún después. Es llamado mes de Abib en Ex 13,4. Durante el exilio en Babilonia tomará el nombre de Nisán, según el calendario babilónico. El nombre aparece en Ester 3,7 – libro que es posterior al exilio – aunque llamado también “mes primero”, ya que, litúrgicamente, siguió siendo el mes primero del año. El calendario hebreo actual considera primer día del año Rosh as shaná, que es cercano a la fiesta de la expiación, en septiembre – octubre.

[2] Cfr. Mt 26,17: El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: – “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” Mc 14,11 agrega al inicio: El primer día de los Ázimos, cuando se inmolaba la víctima pascual. Lc 22,7: Llegó el día de los Ázimos, cuando había que sacrificar la víctima pascual. Los Sinópticos parecen igualar: Día de los Ázimos, cena de Pascua, sacrificio de la víctima o cordero Pascual.

[3] Jn 18,28: Era al amanecer (del viernes). Pero ellos (los judíos) no entraron al Pretorio para no contaminarse y para así poder comer la Pascua; 19,31: Era el día de la Preparación (Parasceve), y para que los cuerpos no quedasen en la Cruz …; 19,42: Por causa del día de la Preparación de los judíos.

[4] Dt 16,16: Por la fiesta de los Ázimos, por la fiesta de las Semanas y por la fiesta de las Chozas.

[5] Lev 23, 5-6: El día catorce del primer mes, al atardecer, es la Pascua del Señor. El día quince del mismo mes es la fiesta de los panes ázimos dedicada al Señor. Comerán panes sin levadura durante siete días.

[6] Como supone, entre otros, M.-J. Lagrange, Évangile selon saint Jean, Gabalda, Paris 1927, 349.

[7] Num 9, 10-11: Si uno de ustedes o de sus descendientes está contaminado por un cadáver o se encuentra de viaje, celebrará la Pascua del Señor el catorce del segundo mes, al atardecer. Como vemos, la indicación se refiere a dos excepciones precisas, que no se aplican al caso de Jesús, que bien pudo haber anticipado la cena.

[8] Brown dice que es la opinión de Billerbeck, y con matices la de M.-J. Lagrange, quien hablaba de calendario galileo (el de Jesús), y calendario de Jerusalén (el de los sacerdotes), pero afirma que las pruebas para sostenerlo son muy débiles (cfr. R. E. Brown, Commento, 662). Cfr. S. J. Crisóstomo, In Ioannem, hom. 83,3 (PG LIX, 452).

[9] Lc 22,11: Digan al dueño de casa: el Maestro manda preguntarte, que dónde está la sala en la que comerá la cena de Pascua con sus discípulos.

[10] Dieter Rasimus, Der geheimnisvolle Verfasser des Johannesevangeliums und der Apokalypse Zur historischen Glaubwürdigkeit des Neuen Testaments [El autor misterioso del evangelio de Juan y del Apocalipsis: Sobre la credibilidad histórica del Nuevo Testamento], Karlsruhe 2012, 35-37. Cfr. M. J. Marshall, Re- examining the Last Supper Sayings in Light of the Hebrew Scriptures, in Jesus and the Scriptures: Problems, Passages and Patterns; edit by T. Hägerland, Bloomsbury, London- New York 2016, 193.

[11] Así R. E. Brown, Commento, 663. Tomás de Aquino dice que así pensaban los griegos (ortodoxos, de su tiempo), y que Juan corrige los sinópticos. De todos modos, agrega que: “Decir que, en los evangelios, como en cualquier otro libro de la Escritura canónica, hay algo de falso, es una herejía, y por lo tanto es necesario afirmar que todos los evangelistas dicen idéntica cosa y que no están en desacuerdo” (cfr. Tomás de Aquino, Commento a San Giovanni, 21).

[12] También en el comentario a San Mateo: «Luego, si se calcula a partir de la luna XIV (decimocuarta), la preparación de Jesús con los Apóstoles se lleva a cabo antes de la fiesta de Pascua, porque se encontraban ya en la luna XIV» (S. Thomae Aquinae, Lectura super Matthaeum, c. XXVI, lect. 2 [26,17], 2637).

[13] Cfr. Tomás de Aquino, Commento, 315-316.

[14] Mt 10,22: El que habrá perseverado hasta el fin, se salvará; 1Tes 2,16: Pero la ira vino sobre ellos para el fin.

[15] Primero afirmará que el amor de Cristo es preventivo (“después de haber amado”), que es rectamente ordenado (“a los suyos”), que es necesario (“que estaban en el mundo”) y que es exaltado como perfecto (“los amó hasta el fin”).

[16] Cfr. Tomás de Aquino, Commento, 25.

[17] Como se lee en Prov 21,1: El corazón del rey es una corriente de agua en manos de Dios, la dirige a donde quiere.

[18] Cfr. Tomás de Aquino, Commento, 27.

[19] Cfr. A. Wikenhauser, L’Evangelo, 337.

[20] Cfr. Tomás de Aquino, Commento, 30.

[21] Rom 10,2: Tienen celo por Dios, pero mal entendido (sin discernimiento).

[22] Cfr. S. Agustín, Epístola 265, 5; NBA 23, 936.

[23] Cfr. Tomás de Aquino, Commento, 36-38.

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