Islam y cristianismo (II): Creación del hombre en el Corán y en la Biblia

La creación del hombre por Miguél Angel

La creación del hombre por Miguél Angel

Creación del hombre en el Corán y en la Biblia

Habíamos advertido, en un primer artículo sobre la relación entre Islam y cristianismo, que nuestra intención era la de brindar un aporte que pudiera servir para iluminar el conocimiento del tema del Islam por parte de los lectores. Obviamente, lo hacíamos desde la perspectiva de nuestro blog, que no es político, sino doctrinal bíblico. Por ello habíamos considerado como de mucha utilidad el ilustrar sobre las características doctrinales del Corán, libro santo de los musulmanes, en relación a las que pueden encontrarse en la Biblia, que para los cristianos es Palabra de Dios y ciertamente, libro sagrado. En esta oportunidad, creo que podemos centrarnos sobre la llamada Antropología, concepción sobre el hombre, en particular acerca del concepto de su creación por parte de Dios y las consecuencias que esto conlleva.

  1. Noción de creación en el Corán y las fuentes islámicas

            En el Islam la noción de Creación se encuentra presente, sin duda, en todas las que se consideran fuentes de doctrina común, a saber: el Corán (o libro sagrado), el Hadiz o los Hadices (colección de dichos y hechos del profeta del Islam), la Igma o sentir común de la primera comunidad islámica. Nos concentramos sobre el primero, y aún sin entrar en muchos detalles, observamos que se dan claramente afirmaciones en el sentido de “hacer”, “elaborar”, por parte de Dios. El Corán usa el plural mayestático (“Nosotros”; “hagamos”, etc.) en relación a Dios operante, algo que es común también en el Antiguo Testamento y en cierta literatura antigua, especialmente en referencia a las cosmogonías o relaciones de la divinidad con el mundo. Puede tener simplemente el sentido de Majestad, o incluso el de hacer partícipes de la creación material a las llamadas ‘creaturas espirituales’ (los conocidos comúnmente como Ángeles, en la tradición hebreo cristiana). Lo más probable, siguiendo otros indicios similares, es que su presencia en el Corán no sea más que un factor que indica su dependencia de los escritos sagrados de judíos y cristianos – en concreto de la Biblia – para muchas de sus partes. Esto ha sido constatado cada vez con más fuerza por parte de muchos autores, y se encuentra incluso sugerido en el mismo Corán, en frases como las siguientes: Y recuerda en la Escritura a Moisés (Sura 19,51); Recuerda en la Escritura a Ismael (19,54); Recuerda a nuestro Job (38,41), e incluso: Recuerda a nuestros siervos Abraham, Isaac y Jacob, fuertes y clarividentes (38,45). El hecho que señale la obligación de “recordar” es particularmente significativo, porque implica otorgar, por parte del Corán, un reconocimiento de autoridad divina a todo lo que ha sido comunicado en el Antiguo Testamento. Para la concepción coránica, el Dios que habla ahora es el mismo que ha hablado en dichas “escrituras”, y como tales son llamadas.

De modo que en lo que respecta a la creación, y a muchos otros temas, el Corán se confiesa dependiente de la concepción veterotestamentaria. Dejemos por el momento de lado el preguntarnos si en el Corán existe una verdadera concepción de la “creación desde la nada” (ex nihilo), como tenemos en la Biblia, incluso directamente expresada.[1] Sin duda que el Corán subraya al menos el rol de Dios como “hacedor”, y lo muestra en varios ejemplos, como en la creación del hombre. No podrá ponerse tampoco en duda que el Corán sea altamente dependiente de la Biblia también respecto a la noción de Creación, como todo parece indicarlo: Alabado sea Dios, que creó los cielos y la tierra e instituyó las tinieblas y la luz (6,1), y más explícito: Él es quien ha creado los cielos y la tierra en seis días (11,7).

  1. La creación del hombre en el Corán

            Las citaciones acerca de la creación del género humano son numerosas en el Corán, aunque un poco divergentes, si tenemos que reconocerlo. La sura 96, considerada del período mecano, el más antiguo del punto de vista cronológico, y dentro de él, de las primeras, pues contiene la exhortación a ‘leer’ o ‘recitar’ (exhortación que da origen al Corán, que significa recitado), afirma en los vv. 2-3: ¡Recita! en nombre de tu Señor que creó, que creó el hombre de una gota… El árabe nace como una lengua básicamente descriptiva, aun cuando se enriquecerá con el pasar de los siglos, y en el Corán es posible encontrar muchos rastros de ese primer carácter descriptivo. El término usado para “gota” es justamente ‘alaq, que significa literalmente “lo que cuelga”. La gota es justamente líquido que cuelga o está suspendido, aun cuando en esta sura no se especifica con exactitud de que se trata.

Una expresión semejante se repite en la sura 16, que es también del período mecano pero de la última etapa, y en la 36, que es del mismo período, pero intermedia a ambas: Ha creado al hombre de una gota y, ¡ahí lo tienes!, es un porfiador declarado (16,4; 36,77). Sólo que en estos dos casos, el término utilizado es nutfa, que propiamente significa la “gota de semen o esperma”. Como vemos, aquí la precisión es mayor.

Una sura del mismo período, contemporánea a la 36, nos brinda una información bastante diversa. En concreto: Hemos creado al hombre de barro arcilloso (ŝalāŝila), maleable, mientras que a los genios (jinns) los hemos creado antes de fuego de viento abrasador (15, 26-27). Sin duda que el origen del hombre aparece aquí más en relación a lo que se afirma de él en la Biblia, además de tener la evidente intención de diferenciarlo de los “genios”, una figura común en la imaginería coránica, heredada probablemente de su pasado árabe pre coránico. Los ‘genios’ creados de fuego (elemento sutil), mientras que el hombre desde el barro (elemento mucho más terrenal).

Contamos con algunas suras cuyo propósito pareciera ser el pretender congeniar ambos pareceres sobre el origen del hombre, y hacerlo de modo complejo. Así por ejemplo: Hemos creado al hombre de arcilla fina (sulāla min tîn); luego lo colocamos como gota (nutfa) en un receptáculo firme; luego creamos de la gota un coágulo (‘alaqa), del coágulo un embrión, y del embrión huesos que revestimos de carne; luego hicimos de él otra creatura (23, 12-14). La sura 40, del mismo período, afirma: Creamos al hombre de polvo, luego de una gota de semen (nutfa), luego de un coágulo (‘alaqa), luego emerge para vosotros un niño… (40,67).

Algunos comentadores coránicos han pensado resolver las divergencias que se presentan afirmando que Dios creó Adam (el primer hombre) de polvo o tierra, y luego su descendencia de semen. Pero eso no resuelve todas las dificultades terminológicas ni semánticas: Si lo que pretende el texto es dar una información precisa del origen del hombre, ¿por qué se usan diferentes términos para designar “barro, arcilla o polvo”?, ¿por qué el término ‘alaqa parece designar una simple gota en un caso, y en otro un coágulo sanguíneo? ¿Por qué se saltan pasos en algunos de los textos citados?

Cabe también agregar que la sucesión de los pasos indicados en las dos últimas suras citadas: gota – coágulo – embrión – niño, además de no ser uniforme en ambos textos coránicos, pareciera que se encuentra muy en dependencia de la idea de “animación sucesiva”, ya muy difundida en la antigüedad e incluso hasta en la Edad Media. O sea, que el ser humano no comenzaba a ser tal desde la fecundación en el seno materno, sino que primeramente adquiría una mera forma orgánica, luego viviente, luego animal, y por último humana. Por otra parte, la exposición coránica es algo vaga y confusa. Los apologistas musulmanes exhibirán dicha descripción como una prueba del carácter divino del Corán, por el hecho de brindar tantos detalles fisiológicos en pleno siglo VII (séptimo), cuando la medicina no conocía estas cosas. Olvidan decir que la descripción coránica es muy vaga y general, no es científica. A ese nivel de conocimiento y observación: descripción del esperma, de coágulos sanguíneos conocidos por derrames externos, observación de fetos o embriones que tantas veces son abortados espontáneamente, ciertamente que sí se tenía acceso en el siglo VII. Aún hoy, en el lenguaje y conocimiento vulgar de varias culturas más antiguas y menos desarrolladas, se llama “arrojar el agua” al hecho que a una mujer se le produzca un aborto en las primeras semanas de gestación.

  1. La creación del hombre en el libro del Génesis

            En la Biblia, es el primer libro, llamado Génesis, el que relata los orígenes del mundo y del hombre, y su realización por parte de Dios. Evidentemente, la antropología bíblica es muy vasta y no pretendemos agotarla aquí, ni siquiera pretendemos brincar una visión completamente exhaustiva de todo lo que significa el tema del hombre en el Génesis. Nos limitamos a las dos recurrencias principales en las cuales se narra la creación inmediata del hombre.

El primero es sin duda el de Gen 1,27, verdadero símbolo y punto de partida de la relación bíblica entre Dios y el hombre: Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó. Como vemos, tres veces en el mismo versículo se habla de creación.

El verbo hebreo original utilizado es barā’, el mismo que se había usado en Gen 1,1 cuando se afirmaba: En el principio creó Dios el cielo y la tierra, aunque no es el usado para la creación de las demás cosas (plantas y animales) en el mismo capítulo del Génesis, excepto una vez, sino que en los demás casos usa el verbo genérico: hacer.[2] Se ha discutido sobre el significado de barā’. Cómo argumento más sólido, se acepta que en general el verbo posee originalmente un sentido positivo, el de “hacer aparecer”, y se refiere especialmente a algo por naturaleza maravilloso o inesperado. Así ocurre en Exodo 34,10 y Jeremías 31,22, por ejemplo.[3] Siempre se entiende de la acción divina, jamás de la materia, y es un tipo de verbo que los pueblos arios no conocían.[4] Parece al menos claro, que para los autores sagrados que vivieron varios siglos antes de Cristo, el sentido de la creación del hombre por parte de Dios se lo entendía como algo único y distinto del resto de las creaturas.

El texto del primer capítulo del Génesis no nos da ninguna información sobre el cómo el hombre fue creado, pero esta información se encuentra bien detallada en el capítulo siguiente, que algunos lo conocen como “segundo relato de la Creación”. Allí se dice: Entonces el Señor Dios modeló (formó) al hombre con arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo (Gen 2,7). En esta oportunidad el verbo utilizado en primer lugar es: yassar, que significa propiamente “dar forma”, “moldear”. Obviamente que se refiere a la descripción de la formación del cuerpo humano, haciendo relación al “polvo de la tierra” o “arcilla del suelo”, como la materia (probablemente informe) de la cual se sirvió. Sólo después de “soplar” en él “aliento de vida”, el hombre “se convirtió” (llegó a ser) un ser vivo.

  1. Balance de uno y otro caso

Los dos relatos bíblicos no son contradictorios, sino que se complementan. En el primero se dice que Dios lo creó a su imagen, y esto le da ya una característica única y totalmente novedosa, ausente en los animales (justificaría el sentido de novedad del verbo bara’). En el segundo texto se dice que Dios lo modeló, en su cuerpo, y le infundió vida. No se afirma que Dios se haya tomado el mismo especial cuidado para algún animal, sino sólo para el hombre. Es pues, totalmente único en ese sentido.

En el Corán, el verbo traducido como “crear” es khalaqa, que tiene el sentido genérico de “manufacturar”, “hacer”, pero ninguna especificidad. No se resalta en el Corán la creación del hombre como algo particular, ya que el mismo verbo se emplea para hablar de otras creaturas. Permanece además el problema del ‘doble origen’ del hombre, problema que como hemos visto, los comentadores no llegan a solucionar de modo satisfactorio.

Aunque este es un breve ensayo y el tema requeriría ciertamente un estudio más profundo, creemos que lo dicho muestra como la presentación de la creación del hombre en el texto bíblico sea mucho más precisa y armoniosa que la que se presenta en la tradición islámica.

 

[1] Es el caso de 2 Mac 7,28, donde la expresión, muy elocuente, se refiere también al hombre: Verás que Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el hombre. La expresión griega exacta es: ouk ék óntōn (no de lo que es). También en el Génesis se lo da a entender, según algunos estudiosos.

[2] Lo cual puede haber influido en la versión griega de la Biblia (Septuaginta), que utiliza: poiein (hacer).

[3] Ex 34,10: En presencia de tu pueblo haré maravillas como no se han hecho en ningún país ni nación. El “hacer maravillas” se expresa por el verbo bara’. Jer 31,22: El Señor crea de nuevo en el país, y la mujer abrazará al varón. Aquí posee el inequívoco sentido de ‘novedad’.

[4] Así J.-M. Lagrange, La Genèse (Etudes Bibliques 1; Paris 1905), 1-2 ; 6.

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