Que dice la Biblia sobre la homosexualidad

Lot escapando de la destrucción de Sodoma

Lot escapando de la destrucción de Sodoma

La enseñanza de la Biblia sobre la homosexualidad es muy clara. En ningún momento la presenta como una opción posible o lícita, o algo que podría depender del momento histórico en el cual se vive. Es justamente el llamado relativismo el que enseña lo contrario: si en un determinado momento la opinión común – que además es provocada por el bombardeo de los medios de comunicación – viera con buenos ojos la unión sexual entre personas del mismo sexo, entonces esta debería ser tolerada e incluso aprobada. Es lo que estamos viviendo hoy, a nivel mundial, y lo que incluso pretende – si pudiera- introducirse en la Iglesia.

Pero los textos de la Escritura son terminantes. En el caso del Nuevo Testamento, se dice claramente que es algo que Dios abomina, que está totalmente ausente de su enseñanza, que castiga con su Ley, y que excluye de la participación al Reino de los Cielos:

  • 1Tim 1, 9-10: Y conocemos esto: que la ley no ha sido puesta para el justo, sino para los rebeldes e insubordinados, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los homosexuales, para los secuestradores, para los mentirosos, para los perjuros, y para cuanto sea contrario a la sana doctrina
  • 1Co 6, 9-10: No os engañéis: que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.

            En el primero de los textos, la expresión utilizada es pórnois arsenokoítas (adúlteros, homosexuales), donde el segundo término simplemente como un sinónimo del primero, o mejor aún como calificativo del primero, ya que el texto griego no posee en este caso la coma que marca la separación: adúlteros homosexuales. Interpretando de este modo, el significado se evidencia fuertemente: Los homosexuales son homologados a los adúlteros, y constituyen un tipo especial de adulterio. Claro está que la referencia es particularmente para los que “ponen en práctica” ese tipo de adulterio. No se refiere luego a las personas que sólo sufren ese tipo de tendencia y tratan de combatirla, sino a los que la ejercen de modo consciente.

            En el segundo texto, se habla de los afeminados (malakoí). El término malakós (singular de malakoí) significa propiamente: “muelle, liviano, tierno”, pero posee un claro significado peyorativo: “afeminado, cobarde”, y designa incluso los “catamitas”, que eran en el paganismo los que oficiaban de “parte pasiva” en una relación sexual del mismo sexo, según el testimonio de varios escritores (Dionisio, Tolomeo, Diógenes, entre otros).[1] El otro término: arsenokoítes (el mismo que es usado en el texto de 1Tim), es un nombre compuesto: ársen (“varón”), koítes (“lecho”), cuyo significado indica claramente quien desarrolla el rol activo en la relación sexual, aun cuando el término fue rápidamente usado en sentido peyorativo, o sea para el “pervertidor”, o incluso el “pederasta”. Por dicha razón, era traducido justamente en muchas ediciones antiguas como “sodomita” (en referencia a la ciudad de Sodoma, del Antiguo Testamento, donde era común ese tipo de pecado).

            En el caso del Antiguo Testamento, la Ley judía se expresaba con conceptos muy claros, y además los imponía como norma: No te acostarás con un hombre como uno se acuesta con una mujer. Eso es una abominación (Lev 18,22). También se prevenía contra el llamado “pecado de bestialismo”: No tendrás cópula con ningún animal, contaminándote con él; ni mujer alguna se pondrá delante de un animal para tener cópula con él. Eso es una depravación (Lev 18,23). Se reiteraba la condena de este tipo de actos, aclarando que implicaban una verdadera “contaminación” para el alma judía, y que eran los pecados por los cuales Dios había especialmente castigado a los paganos: No os contaminaréis con ninguna de estas cosas, porque con todas estas cosas se han contaminado los pueblos que yo echo de delante de vosotros (Lev 18,24).

            Por otra parte, recordemos el pecado de Sodoma, de donde deriva justamente el término sodomía. Era la ciudad en la cual vivía Lot, sobrino de Abraham. En la ciudad se cometía toda clase de excesos. Que el abuso homosexual era uno de ellos, queda en claro por las frases que los hombres de la ciudad dirigen a Lot, cuando golpean bruscamente a las puerta de su casa para que aquel le entregue los hombres (ángeles que habían tomado forma humana) que Lot hospedaba: Llamaron a Lot y le dijeron: -¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos! (Gen 19,5)

            San Pablo nos advierte que la inmoralidad sexual – especialmente la del tipo sodomítica- es consecuencia de la idolatría y del olvido de Dios, alegando especialmente que habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus razonamientos… y en su corazón (Rom 1,21). Como consecuencia, Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones, que conducen a la impureza sexual, de modo que degradaron sus cuerpos los unos con los otros (1,24) y a sus pasiones vergonzosas (1,26), añadiendo expresamente: Las mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza. Así mismo los hombres dejaron las relaciones naturales con la mujer y se encendieron en pasiones lujuriosas los unos con los otros. Hombres con hombres cometieron actos indecentes, y en sí mismos recibieron el castigo que merecía su perversión (1,26-27). Más claro es difícil decirlo.

            La doctrina del conocimiento natural de Dios y de la idolatría como su olvido estaba ya esbozada en el libro de la Sabiduría, en el cual también se hace una ilusión a la idolatría y a sus consecuencias, en concreto la pérdida del sentido moral. Por ejemplo: No les bastó equivocarse en el conocimiento de Dios, sino que, metidos en la guerra cruel de la ignorancia, saludan a esos males con el nombre de paz (Sab 14,22), y en concreto para la moral sexual: ya no conservan pura ni la vida ni el matrimonio, sino que unos a otros se acechan para eliminarse o se humillan con sus adulterios (14,24). Se sigue: confusión de los valores, olvido de la gratitud, contaminación de las almas, perversiones sexuales, desórdenes matrimoniales, adulterio e inmoralidad (14,26).

                Hablando del matrimonio, Jesús hará referencia al principio, a cómo Dios creó las cosas con un orden determinado.[2] Justamente, el pretender ‘blanquear’ y legalizar la relación homosexual, que es antinatural por esencia, y pretender incluso equipararla al matrimonio, es signo de un verdadero atentado contra la Creación, en palabras recientes del cardenal Cafarra: La tentación diabólica de crear una creación alternativa”. No el ejercicio, sino el ensalzamiento de la homosexualidad.[3]

            En medio de un intento tan diabólico, el Señor nos da la gracia de perseverar, y de santificarnos aún más, en la lucha por la defensa de la Verdad y de la Creación, tal como Dios la hizo. Pidamos la gracia de conservarnos fieles a dicha misión.

[1] Así el lexicón BDAG (Bauer – Danker, Greek lexicon of the New Testament).

[2] Pero al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer (Mc 10,5)

[3] Cfr. http://www.religionenlibertad.com/hemos-vuelto-al-paganismo-donde-el-nino-no-tenia-ningun-derecho-43232.htm

 

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