¿NACIMIENTO VIRGINAL DE JESUS EN JN 1, 12-13?

¿Nacimiento virginal de Jesús en Jn 1, 12-13?        

San Juan evangelista, con el rollo de la Escritura y su símbolo clásico, el águila

 

Depende de cómo se lean e interpreten los versículos 12 y 13 del Prólogo del evangelio de San Juan, es posible encontrar una alusión bastante clara, no sólo a la concepción virginal de Jesús en el vientre de su madre, sino incluso de su nacimiento virginal, y por lo tanto, de la virginidad perpetua de María, como sostenía gran parte de la tradición patrística cristiana desde muy antiguo.

 

a) Texto y problema textual:

A los que lo recibieron,

les dio poder llegar a ser hijos de Dios,

quienes han creído en su nombre.

 

Los (El) que no han (ha) nacido de la sangre

ni de voluntad de carne,

ni de voluntad del hombre,

sino de Dios fueron (fue) engendrado(s).

ὅσοι δὲ ἔλαβον αὐτόν,

ἔδωκεν αὐτοῖς ἐξουσίαν τέκνα θεοῦ γενέσθαι,

τοῖς πιστεύουσιν εἰς τὸ ὄνομα αὐτοῦ,

οἳ οὐκ ἐξ αἱμάτων

οὐδὲ ἐκ θελήματος σαρκος

οὐδὲ ἐκ θελήματος ἀνδρος

ἀλλ᾽ ἐκ θεοῦ ἐγεννήθησαν,

El primer problema que aquí se plantea consiste en saber si el verbo final (ἐγεννήθησαν = egennéthēsan = fueron generados) debe efectivamente leerse en plural o en singular. Digamos que de un punto de vista de crítica textual, la lectura en plural está atestiguada por la totalidad de los manuscritos griegos hoy conocidos, y también por varios padres de la Iglesia. Es la única variante que reporta San Juan Crisóstomo, y así aparece en lecturas de Orígenes, San Jerónimo y San Agustín, entre los más conocidos (aunque estos tres últimos presentan también la lectura diversa). El significado es: “A los creyentes en Cristo, Dios les ha dado poder de llegar a ser hijos de Dios; (…) de Dios fueron engendrados”. Evidentemente, que este último verbo hay que leerlo en relación a la expresión anterior (τέκνα θεοῦ γενέσθαι = tékna theoū génesthai = llegar a ser hijos de Dios), porque son los que “han llegado a ser hijos de Dios” (vbg., los cristianos), los que “de El han sido engendrados”.

Surge no obstante un problema, bien observado por el padre Lagrange: Dicho último verbo, egennéthēsan, en tiempo aoristo, designa una acción puntual por mera intervención divina, mientras que la expresión anterior supone un cierto esfuerzo humano para “llegar a ser hijos de Dios”, y dicho esfuerzo es “el creer en El”. Ahora bien, ‘el creer’, para el cristiano, lo constituye ya en hijo de Dios, lo genera como tal.[1] ¿Cómo es posible, por lo tanto, que se “llegue a ser” lo que ya se es? Parece una tautología, salvo que sea una explicación del ‘modo’ en que se llega a ser hijo de Dios; esto es, por un nuevo nacimiento o generación, que se da de modo concomitante a “dar el poder de llegar a ser hijos de Dios”, tratándose además de una generación espiritual y no natural.[2]

La lectura en sin­gular haría en cambio referencia a la generación divina de Cristo (y no de los creyentes). Muchos no quieren aceptarla por la sola razón que no está atestiguada por ningún manuscrito griego de los conocidos. Esto equivale a afir­mar ‘a priori’ que los manuscritos griegos son nuestra única fuente de información válida para restablecer el texto sa­grado, cuando hay muchos testimonios válidos y de importancia que atestan la lectura al singular, sobre todo de época patrística. Conviene citar, en especial: La antigua siríaca, dos manuscritos de la Vetus latina (códice de Verona y Liber Comicus), un manuscrito de la versión etiópica. Es aún más importante el tes­timonio de los Padres: En el siglo II, San Justino, San Ire­neo y el autor de la Epistula Apostolorum; en el siglo III, Tertuliano, San Hipólito; en el siglo IV, Metodio de Olim­po, Apolinar de Laodicea, Ticonio, Sulpicio Severo, Am­brosio, Jerónimo, Agustín, el autor de las Acta Archelai; por último, Procopio de Gaza, y los autores de dos tra­tados atribuidos a San Atanasio, entre otros.

Hay que notar que la lectura en singular no se aplica unívocamente para ambos versículos, sino sólo al v.13. La lectura del fragmento resulta: «A los que lo recibieron, les dio poder llegar a ser hijos de Dios, los que han creído en su nombre. El que no ha nacido de la sangre ni de voluntad de carne, ni de voluntad del hombre, sino de Dios fue engendrado». Se refiere indudablemente al Verbo de Dios, y la lectura ofrece un sentido muy coherente con las líneas del pensamiento joánico. Precisamente porque Cristo es el engendrado de Dios por excelencia, ha podido conceder a los que le recibieron, a los que creyeron en Él, el llegar a ser ellos mismos hijos de Dios. En el Evangelio encon­tramos con frecuencia esta misma idea: Cristo concede a los que creen en Él, el poder llegar a ser lo que El mismo es por excelencia: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en Mí, aun­que muera, vivirá (Jn 11,25); El que cree en Mí, hará también las obras que yo hago (Jn 14,12); Mientras tengan luz, crean en la luz y serán hijos de la luz (Jn 12,36).

René Robert sostiene que la lectura en singular, por el valor de testimonios antiguos y directos como los de Ireneo y Policarpo (quien conoció el evangelio de Juan en su fuente), revela que la misma era ya conocida a principios del siglo II, y que un cambio en la lectura no podría haber escapado a la atención de dichos Padres (máxime cuando dicha lectura apunta al Verbo en persona, y sin olvidar que Ireneo luchó contra gnósticos, que negaban la realidad de la Encarnación, y ebionitas, que reducían Jesús a un puro hombre). Dos razones ve este autor para la lección en singular:

1 – Razón de orden lógico: Si se tratase de los cristianos (lectura en plural), sorprendería mucho pensar que Juan da una descripción tan detallada de las condiciones de un nacimiento ordinario sólo para decir que no son las de un nacimiento espiritual;

2 – Razón de orden gramatical: Dice que el p. Lagrange – ya citado – nota que la expresión “el que ha nacido de Dios” (ho gennētheís ek toū theoū) se lee dos veces en 1Jn 5,18; la primera aplicada a los cristianos, con un participio perfecto pasivo del verbo “nacer” (ho gegennēnénos ek toū theoū); la segunda vez aplicada a Cristo, con un participio aoristo pasivo.[3] El perfecto expresa un estado, resultado de una acción pasada; en este caso, expresa que el cristiano se encuentra en el “estado (o condición) de hijo de Dios”. El aoristo en cambio, no indica la duración de una acción, siendo un tiempo verbal atemporal o bien puntual, empleándose para Cristo, quien ha venido en la carne en un momento preciso.

Afirma también, que sería más que raro – lo mismo nota Lagrange – que Juan hiciera efectivamente silencio sobre las condiciones de la Encarnación en un himno que magnifica el mismo evento. En un prólogo cargado de ideas, ¿cómo es posible que Juan desarrolle tan extensamente las cualidades de los ‘hijos de Dios’ sin decir una palabra del nacimiento temporal de Jesús, que es el prototipo? Además, las partículas negativas: οὐκ/οὐδὲ más el adversativo ἀλλά en el v.13, muestran una clara intención polémica, que sólo se explica si la referencia es a Cristo, polémica contra los adversarios de su divinidad, y esa es una razón de más para sostener la lectura en singular.[4]

b) Consideraciones particulares e interpretación:

El p. De la Potterie es también partidario de la lectura en singular, afirmando que si bien aquella en plural es mayoritaria, varios exégetas, desde el siglo XIX en adelante, han preferido la otra haciéndose eco de la tradición patrística, ya que todos los textos testimoniales del siglo II leen el texto en singular (los manuscritos griegos existentes, que la leen al plural, son posteriores al menos de entre cincuenta y cien años). Hay que agregar además, que dichos testimonios, localizados geográficamente, non se concentran en un solo lugar sino se distribuyen a lo largo y ancho de la cuenca del Mediterráneo, desde Roma hasta Asia Menor, Palestina y Egipto. Un claro indicio que muestra que en el siglo II, cuando los medios de comunicación eran más que lentos, el texto en singular parecía ser el único existente, mientras que la versión en plural parece acuñada en Alejandría de Egipto, en plena reacción contra el gnosticismo.[5] En este caso, el texto y la interpretación del v.13 nos llevan a aplicarlo al Logos (Verbo de Dios).

De la Potterie presenta incluso un texto de Tertuliano, en el De carne Christi, donde acusa formalmente a los valentinianos (secta gnóstica) de cambiar el texto y dejarlo en forma plural, para que apareciese claro que ellos, los “verdaderos creyentes en Cristo”, no habían nacido de carne sino que poseían un semen propio de ‘elegidos’ y ‘espirituales’. Aquellos alteraron entonces el texto de Jn 1,13 para poder fundar sobre dicha versión la doctrina gnóstica del nacimiento de los ‘espirituales’ o ‘perfectos’.[6] Según el estudioso, la lectura en singular debe preferirse por las razones expuestas (entre ellas la gramatical, o sea, el uso del tiempo aoristo), y también porque favorece entre otras cosas la correspondencia entre Cristo y el cristiano: Llegamos a ser nosotros hijos de Dios en la medida que creemos en Aquél que ha nacido de Él, el Hijo de Dios. Esta semejanza ‘imitativa’ entre el cristiano y Cristo pertenece a la esencia de la visión teológica de Juan.

La pregunta a la que hace aún falta responder será: ¿Qué significan las tres negaciones en el Prólogo, aplicadas a Jesús, hijo de Dios? Comenzamos en orden inverso:

– Decir que Cristo no fue concebido “de voluntad de hombre”, significa claramente que la iniciativa no provino de hombre alguno.

– El decir: “No de querer de carne”, va en la misma dirección, subrayando quizás más el hecho que no hubo coito carnal alguno en la concepción de Jesús (o ningún deseo carnal, como señala el mismo De la Potterie).[7] Ambas negaciones remarcan la concepción virginal de Cristo.

– Lo que sorprende es la primera negación, sobre todo por su forma plural: «non ex sanguinibus» (se encuentra en plural incluso en el mismo texto griego: “no de las sangres”), lo cual es gramaticalmente incorrecto sea en griego o en latín. Muchos Padres de la Iglesia, no sabiendo cómo explicar dicha primera negación, dejaban solamente la segunda y la tercera, como de hecho leen algunos manuscritos: “No de voluntad de hombre, ni del querer de carne, sino de Dios”. Dicho de este modo, se explicaba la concepción virginal de Jesús, pero la primera afirmación quedaba sin explicación. Aun así, la primera negación se condice bien con el estilo, estructura, cualidad y teología del evangelista.

De la Potterie trae a colación el descubrimiento de P. Hofrichter, quien hace notar que en algunos textos del Antiguo Testamento, y más tarde en la tradición judía, el término ‘sangre’ es utilizado en plural (en hebreo), para designar la pérdida de sangre ligada al ciclo menstrual femenino. La referencia es a Levítico 12, 4-7.[8] En este caso, la referencia al nacimiento virginal de Cristo es más que evidente. En el contexto de la ley de la purificación, significará que Jesús, naciendo, no produjo efusión de sangre en su madre, y por lo tanto no existió en ella contaminación alguna. Sería un indicio escriturístico de lo que los Padres llaman la ‘virginitas in partu’ de María, y de la que han dado testimonio muchos escritores eclesiásticos. Así, por ejemplo Hipólito, a propósito del nacimiento de Simón el Mago.[9] El influjo de la lectura «non ex sanguinibus» continuará a sentirse incluso en el Medioevo, y muchos autores la utilizarán no tanto a propósito de la Encarnación del Verbo en el seno de María, sino para describir los nueve meses de gestación que precedieron el nacimiento. El mismo Tomás de Aquino, por ejemplo: «Es la razón por la cual se ha dicho – citando a S. Juan Damasceno: “El cuerpo de Cristo ha sido formado de las ‘sangres’ purísimas y castísimas de la Virgen”».[10]

Los argumentos expuestos más las razones de conveniencia, creemos que son más que suficientes para considerar la lectura en singular del v.13 como original, y su referencia a la concepción y nacimiento virginal del Verbo de Dios, anticipando en los detalles lo que se referirá explícitamente en el versículo siguiente.

 

[1] Según 1Jn 3, 1-2: Que nos llamemos hijos de Dios. ¡Y lo somos! (…) Ahora somos hijos de Dios, aunque todavía no se ha manifestado lo que seremos.

[2] Cfr. M- J. Lagrange, Évangile saint Jean ; J. Gabalda et Clé ; Paris 51936, 14-15.

[3] 1Jn 5,18: Sabemos que el que ha nacido de Dios ( γεγεννημένος ἐκ τοῦ θεοῦ) no peca, porque el Engendrado por Dios (ὁ γεννηθεὶς ἐκ τοῦ θεοῦ) lo protege para que el Maligno no lo toque.

[4] Cfr. R. Robert, Quelques croix de l’exégèse néotestamentaire, Ed. Téqui; Paris 1993.

[5] Cfr. I. De la Potterie, Maria nel mistero dell’Alleanza, Marietti, Genova 1988, 121-22.

[6] Cita también el texto en latín, dada su importancia (De carne Christi 19, 1-2 (CCL 2,907); cfr. De la Potterie, Maria, 123 (nota 47).

[7] Cfr. De la Potterie, Maria, 130-31.

[8] Lev 12, 4-7: La madre deberá permanecer treinta y tres días más purificándose de su flujo de sangre. No tocará ninguna cosa santa, ni irá al santuario, hasta que termine su período de purificación (…) Una vez cumplido su período de purificación, sea que haya tenido un niño o una niña, tomará un cordero de un año como holocausto, y un pichón de paloma o una tórtola como sacrificio expiatorio, y los llevará al sacerdote, a la entrada de la Tienda de reunión, quien los ofrecerá ante el Señor. Así el sacerdote hará propiciación por la mujer, y la purificará de su flujo de sangre. Ésta es la ley concerniente a la mujer que dé a luz un niño o una niña. Dos veces (y una tercera en el v.5, que no hemos citado), el texto hebreo presenta el término sangre en plural.

[9] Donde se habla de Simón el Mago, primer herético gnóstico, hacia el año 150: «Simón no era el Cristo, el que es, que era y que será, sino un hombre fruto de un semen humano, llegado al mundo desde una mujer, nacido de sangres (ἐξ αἱμάτων) y del deseo carnal, como los otros» (cfr. Hipólito, Elenchos III, 9,2, [GCS 26, 136-5-7]). GCS: Escritores cristianos de los tres primeros siglos, edición crítica de la universidad de Berlín (citado por De la Potterie, Maria, 134).

[10] Thomae Aquinae, Summa Theologiae, III, 31, a.5, ad3: «Corpus Christi ex castissimis et purissimis sanguinibus virginis formatum».

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