JUAN EL BAUTISTA: FIGURA DEL ADVIENTO  

JUAN EL BAUTISTA: FIGURA DEL ADVIENTO           

San Juan Bautista. Atribuido a Alejandro de Loarte (s. XVI) – Museo del Prado (Madrid)

El tiempo del Adviento nos presenta, frecuentemente, evangelios donde realiza su aparición el llamado ‘Precursor’ de Jesús, Juan el Bautista. La figura del Bautista aparece en los cuatro evangelios canónicos: En alguno de ellos, como en Marcos, es la primera figura que aparece, presentada con el cumplimiento de la profecía llamada de Isaías (que en realidad es una combinación con la de Malaquías 3,1 con Isaías 40,3): Mira, envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos (Mc 1, 2-3). En Mateo, a partir del capítulo 3, leemos una presentación del Bautista bastante similar. En Lucas (3, 3-18) contemplamos todo un cuadro mucho más dialogado entre Juan y distintos grupos de personas que acudían a hacerse bautizar.

En el evangelio de San Juan, en cambio, la figura del Bautista aparece después del Prólogo, es decir, después del versículo 19, de modo que toda la sección 1, 19-34 puede llamarse: Testimonio de Juan sobre Jesús.

 

1 – Estructura de dicha sección (Jn 1, 19-34)

El versículo 1,19 sirve de ‘título’ para gran parte de la sección mencionada, ya que en él se presenta oficialmente el testimonio de Juan (el Bautista). Puede verse una cierta inclusión entre dicho versículo y el v. 32, o quizás también el v. 34, del siguiente modo:

– v. 19: Este es el testimonio de Juan (Καὶ αὕτη ἐστιν μαρτυρία τοῦ Ἰωάννου).

– v. 32: Y Juan dio testimonio, diciendo (Καὶ ἐμαρτύρησεν Ἰωάννης λέγων);

– v. 34: Y he visto y he dado testimonio que este es el Hijo de Dios (κἀγὼ ἑώρακα καὶ μεμαρτύρηκα ὅτι οὗτός ἐστιν ὁ υἱός τοῦ θεοῦ).[1]

Toda la sección se desarrolla alrededor del testimonio de Juan. Este se prolongará aún un poco (hasta el v. 36 tal vez), pero es más bien para presentar a Jesús, quien pasa a ser, con sus primeros discípulos, protagonista de la sección siguiente. La que hemos señalada podemos dividirla del siguiente modo:

A) Testimonio indirecto de Juan sobre Jesús (1, 19-28), y puede dividirse a su vez:

1) La persona de Juan (1, 19-23);

2) Juan bautiza (1, 24-28). La indicación temporal: Al día siguiente (Τῇ ἐπαύριον) señala el inicio de la siguiente división.

B) Testimonio directo de Juan (1, 29-34 [36]), pues en el v. 29 “ve a Jesús venir hacia El”. Existe también una mención del “Cordero de Dios” en el v. 29: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La indicación temporal del v. 35: Al día siguiente, y la nueva señalación de Jesús como “Cordero de Dios” en el v. 36, enmarcan el fin de la misma y el pasaje a la siguiente, razón por la cual pensamos que pueda extenderse hasta el v. 36[2], pudiendo también dividirse en dos subsecciones:

1) Juan afirma que Jesús lo antecede, y era más grande (vv. 29-31);

2) El testimonio de Juan sobre Jesús (vv. 32-34).

2 – Testimonio indirecto de Juan sobre Jesús (vv. 19-28)

19-21: [Y] éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos le enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?”. Él confesó y no negó, y confesó: “Yo no soy el Cristo”. Y le preguntaron: “Pues entonces, ¿eres tú Elías?”. Y él contesta: “No lo soy”. “¿Eres tú el profeta?”. Y respondió: “No”.

Él confesó y no negó, y confesó: Brown sostiene que la expresión es tautológica, aún en San Juan, porque es la única vez que se encuentra en dicha forma. No puede explicarse, aparentemente, ni por analogía con la mentalidad semítica. Admite que la finalidad es puramente redaccional, cosa que también pensamos nosotros, aunque quizás por un distinto motivo.[3] Probablemente el evangelista tenga la intención de subrayar la confesión de Jesús, ya que una de las finalidades principales del evangelio parece ser el fortalecimiento de la Fe de los cristianos. Sostiene Beutler: “En puntos cumbre del texto del evangelio, discípulos sobresalientes formulan la confesión a la que quiere conducir todo el evangelio según Jn 20,31”.[4]

           Tomás de Aquino, por ejemplo, afirma que el evangelista repite “confesó” para poner bajo la luz la humildad de Juan, y el decir que “no negó” es un modo de afirmar que no negó la verdad, ya que dijo no ser el Cristo.[5] Afirma también, que, según Orígenes, los sacerdotes y levitas lo interrogaron con recta intención. Conocían, en efecto, las Escrituras y en particular la profecía de Daniel, y sabían que había llegado el tiempo de la venida del Cristo. Viendo la santidad de Juan, tuvieron la sospecha que fuera el Cristo y le enviaron mensajeros, para ver si a la pregunta sobre si era el Cristo, él habría confesado. Juan, en cambio, responde a su pensamiento diciendo: “Yo no soy el Cristo”. El Crisóstomo, en cambio, piensa que lo interrogaron con malicia, y para desenmascararlos, respondió de dicho modo.[6]

¿Eres tú (Moisés, Elías, el Profeta)? ¡No!: La negación, en cada caso, es enfática. En el primer caso (v. 20), se encuentra como complemento del verbo “confesó” (ōmológēsen); es una confesión de carácter negativo (“Yo no soy el Mesías”), siguiendo un tono más bien narrativo. El segundo caso es una negación aún más directa, aunque con el verbo ser: “no soy” (ouk eimí), lo que ya coloca un cierto énfasis, y en el tercer caso la respuesta es aún más directa: “¡no!” (). Ambas se encuentran en el v. 21; la primera es sobre su identidad con Elías y la tercera con “el Profeta”.

               La profecía de Mal 3,1 es fácilmente aplicable y reconocible en la persona y función de Juan: He aquí que yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí (Mal 3,1), donde Dios habla señalando la proximidad del Mesías.

           En cuanto a Elías, ciertamente que la certeza de su venida antes del día del Señor tiene su fundamento en una profecía que se lee también en Malaquías, y que los judíos bien conocían: Yo les enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible (Mal 4,5). El contexto es similar a la ya citada profecía de 3,1, donde el Señor hablaba de enviar su mensajero antes de la manifestación de su día, por lo cual se entiende la pregunta de los sacerdotes a Juan, asociando al Mesías la figura de Elías. Si no era uno, bien podía Juan ser el otro. No olvidemos que los mismos Apóstoles, bajando del monte de la Transfiguración, donde vieron a Moisés y Elías conversando con Jesús, y reconociendo a este último como mayor (como sugiere el texto de Lc 9,31)[7], preguntan a Jesús como es que los escribas dicen que Elías debía venir primero (Mt 17,10; Mc 9,11). Jesús responde que Elías ya vino en la persona de Juan Bautista (Mt 17,12; Mc 9,13), con lo cual afirma que es verdadera la profecía y también verdadera la interpretación que de ella hacían los letrados. Juan el Bautista, sin embargo, afirma no ser Elías. Algunos autores han rechazado la posibilidad que se esté hablando de la identidad personal por un lado (según la cual el Bautista afirma no ser personalmente Elías), y de la función por otro (Jesús está diciendo que el Bautista lo es en cuanto a su misión). Personalmente, pensamos que esta es la única posibilidad, y además, coincide con lo anticipado por Lucas cuando coloca en voz del arcángel Gabriel que se aparece a Zacarías: Irá por delante, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos (Lc 1,17).[8] El texto existe sin duda; lo que hay que aceptar es la unidad del Nuevo Testamento y de toda la Biblia en general, unidad que permite probar la veracidad de algunos textos a partir de otros. Este, junto con la creencia en la inspiración bíblica, termina siendo siempre el punto clave.

            En cuanto a “el Profeta”, se ha sugerido que la expectación de tres personajes escatológicos se hallaba fuertemente radicada en la supuesta “comunidad de Qumrán”, y quizás en algunos saduceos: Elías, el Profeta y el Mesías. Pareciera que ciertos escritos extrabíblicos así lo sugieren, pero sobre todo tenemos la cita de Dt 18,15, donde el mismo Moisés anuncia la llegada de un profeta posterior, similar a él.[9] Como esto puede considerarse que se realizaba en Israel cada vez que Dios suscitaba un gran profeta (de los varios que hubo), es por dicha razón que se supone que la espera de este tercer personaje no queda tan clara.[10] Negando Juan que fuera idénticamente el mismo que dichos tres ansiados personajes, reafirma su identidad como Precursor.

22-25: Le dijeron: “¿Quién eres? Para que demos respuesta a los que nos enviaron: ¿Qué dices de ti mismo?” 23 Respondió: “Yo soy la voz que clama en el desierto: ¡Enderezad el camino del Señor!, como dijo el profeta Isaías”. 24Y eran enviados de los fariseos. 25Le volvieron a preguntar: “¿Por qué pues bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?”

Si se entiende que eran los mismos enviados de antes, ¿qué significa entonces la expresión: “de los fariseos”? Hubo autores que pensaron que fuera otra forma general de designar “los judíos” – tal como en el v. 19 -, quizás para no repetir o para aclarar algo más su procedencia. En ese caso, estaríamos delante de una simplificación.[11]

Yo soy la voz que clama: En el desierto enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías:

           Esta es la declaración del Bautista, que hace referencia a Isaías. En Is 40,3, leemos: Voz que grita en el desierto: “¡Preparad el camino del Señor! ¡Haced derechas las sendas de nuestro Dios!”.[12] La misma citación la encontramos en Mc 1, 2-3, aunque en este caso combina el texto de Isaías con Ex 23,20, aunque según el modo de Mal 3,1, que parece conocer el del Éxodo.[13] El texto de Juan no parece subrayar más textualmente la profecía de Malaquías, como hacen los Sinópticos.[14] La forma en que se encuentra en Juan hace recaer la imagen del desierto sobre el sujeto (la voz), mientras que los sinópticos, por la puntuación, la hacen recaer más sobre la profecía en sí misma (en el desierto, preparad el camino).[15] En tal caso, era una profecía que no se presentaba como extraña a los oídos de un israelita, siendo fácilmente reconocible por escribas y fariseos.

26-28: “Yo bautizo con agua; pero en medio de vosotros hay uno al que no conocéis: el que viene detrás de mí, de quien yo no soy digno de desatarle la correa de la sandalia”. Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Juan afirma que el otro, a quien prepara el camino, está ya “en medio (μέσος ὑμῶν ἕστηκεν) de vosotros”, una clara alusión a la proximidad de Cristo, y quizás al hecho que el Bautismo había ya sucedido, cosa que el mismo Juan da a entender de modo más categórico más adelante (v. 32). Los Sinópticos no reportan esta expresión. “Desatar la correa de su sandalia” es evidentemente un semitismo, de uso común, útil para expresar una cierta indignidad.

“El que viene detrás mío” (ὁ ὀπίσω μου ἐρχόμενος) utiliza el participio sustantivado (ho erjómenos), de uso común en Juan y en los Sinópticos. En el primero, es normalmente acompañado de alguna preposición de lugar o posición, como «emprothen» (“delante; enfrente”), «epánō» (“sobre”) o «opísō» (“detrás”). La expresión con esta última preposición se repite en el v. 30. La expresión “el que viene” se da en la profecía de Malaquías (3,1), lo que favorece la relación Elías – Juan Bautista, pero en Malaquías se da con la forma conjugada del verbo erjomai (erchomai).

3 – Testimonio directo de Juan (vv. 29-34)29-31: Al día siguiente ve a Jesús que viene hacia él, y dice: “Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es de quien yo dije: “Detrás de mí viene un varón, que ha llegado a ser antes que yo, porque él existía antes que yo. Ni yo mismo lo conocía. Pero a fin de que él fuera manifestado a Israel, por eso vine yo a bautizar con agua”.

La sección comienza con la indicación temporal «tē epaúrion» (τῇ ἐπαύριον) = “al día siguiente”, propia de toda esta perícopa (se repite en el v 35 y en el v 43). El Bautista da aquí un testimonio directo sobre Jesús, viéndolo venir a Él, y lo señala como Cordero de Dios (ὁ ἀμνός τοῦ θεοῦ), utilizando el vocablo «amnós» en lugar del más popular árnion (diminutivo de arēn). El primer término es utilizado también en Isaías 53,7, según la versión de la LXX, y en Hch 8,32, al citar justamente dicho pasaje de Isaías.

De hecho, las imágenes con las cuales se ha encontrado un eco de tal expresión, son:

1) El cordero apocalíptico, tal como se lo menciona en algunos escritos apocalípticos de la época, como el testamento de los Doce Patriarcas 19,8 y en Henoc 90,38, tratándose en ambos casos de una figura triunfante (en el segundo es más parte de una alegoría formada por animales). La forma en que los Sinópticos describen el testimonio de Juan sobre “el que debe venir” (Mt 3,12; Lc 3,17) guardan una estrecha relación con el Cordero tal como se lo describe en Ap 7,17 y 17,14, donde en el segundo caso, sobre todo, se habla del Cordero glorioso.[16] Es esta la posición de autores como Dodd, por ejemplo.[17] De todos modos, el término usado en el Apocalipsis es arnion. Brown parte del supuesto que la diferencia de terminología entre el Apocalipsis y el evangelio joánico (teniendo en cuenta que son varios los términos diversos), es una prueba que, si bien pertenecen a la misma escuela joánica, fueron escritos por autores diversos, aunque afirma al mismo tiempo que Juan pudo haber elegido «amnós» en el evangelio, por motivos teológicos.[18] Para nosotros, esta última afirmación, perfectamente válida, es también una prueba de que puede perfectamente tratarse del mismo autor para ambos casos.

2) El cordero (amnós) mencionado en el cuarto cántico del siervo de Dios (Is 53,7), que no abre la boca ante el esquilador y simboliza al siervo de Dios. Se combina perfectamente con la interpretación del siervo de Dios en Juan, sobre todo con Jn 12, 20-43.[19] El ‘siervo de Dios’ en Isaías carga con los crímenes y el pecado de todos (cfr. Is 53, 11-12). Brown – quien hace suya dicha interpretación – afirma que el texto de Is 53,7 es aplicado a Jesús en Hch 8,32 y que la semejanza entre el Cordero y el siervo de Isaías era ya conocida por los cristianos.[20] Además, todos los cánticos del siervo de Yahvé se encuentran en la segunda parte de Isaías (caps. 40-55), siendo la parte del libro del profeta que más se aplica a Juan el Bautista, ya que la expresión “voz que grita en el desierto” se encuentra al inicio de dicha parte (Is 40,3).

            Los dos versículos del testimonio de Juan que más parecen asociar el tema del Siervo vienen después de la sección citada, en el v. 32, donde Juan dice “haber visto el Espíritu descender sobre Jesús y posarse sobre El”, y el v. 34, donde algunas variantes textuales leen el “elegido de Dios” (cfr. Is 42,1: He aquí mi siervo que yo sostengo, mi Elegido en quien me complazco).[21] Lo veremos al analizar dichos versículos.

            Según G. Zevini, al principio el evangelista habría usado el término arameo «Talya Yahvé», que puede significar tanto “siervo” como “cordero”. Luego, escribiendo el evangelio en griego (reconociendo que se trata de la obra del mismo Juan evangelista), preferirá el sentido de “cordero”. La imagen del cordero es la de la obediencia y la de un amor que se dirigen hacia la Cruz; el “siervo de Dios” toma sobre sí (quita) el pecado de la humanidad.[22]

3) El Cordero Pascual : Autores como Brown la señalan como una imagen distinta, aunque hay motivos para asociarla a la primera. Según el autor, esta ha sido sostenida por los padres occidentales, teniendo en cuenta que el simbolismo pascual es frecuente en el evangelio joánico. Juan 19,14 afirma que Jesús fue condenado a muerte al mediodía de la vigilia de Pascua, cuando los sacerdotes comenzaban a sacrificar el cordero pascual en el Templo. Juan 19,36 ve cumplida la Escritura sobre que ningún hueso se le quiebra a Jesús, tal como sucedía con el cordero pascual al ser preparado (cfr. Ex 12,46). Además, a Jesús también se lo describe como cordero en Ap 5,6 (“un cordero como inmolado”), y en Ap 15,3 el cántico de Moisés va junto con el canto del Cordero. El autor ve una gran relación con el paso ya citado de Ap 7,17 y con 22,1, donde el Cordero es visto como la fuente de agua viva, siendo este elemento otro punto de unión con Moisés, quien hizo surgir agua de la roca.[23] Por dicha razón, para nosotros esta tercera imagen puede perfectamente asociarse a la primera, del Cordero apocalíptico.

El existía antes que yo: La expresión literal es: “era antes que yo” = «prōtós mou ēn» (πρῶτός μου ἦν). El primer término es un comparativo y debe entenderse de modo temporal, como parece lo más probable.

La referencia a la preexistencia de Jesús es clara: Dicha referencia a la preexistencia es común en el evangelio: en el Prólogo (1,15, donde se la pone también a cargo de Juan el Bautista, sólo que en tercera persona), en 8,58 y en 17,5. Que se encuentre también en boca de Juan no es un problema, según el autor, ya que así se lo sugiere en nuestro citado versículo de 1,15 y en 1,27.[24] Zevini afirma que, así como en los Sinópticos la superioridad de Jesús se da en el terreno del poder (cfr. Mc  1,17; Mc 3,11; Lc 3,16), para nuestro autor se da en la condición divina.[25]

32-34: Y Juan dio testimonio diciendo: “Yo he visto al Espíritu descender como una paloma del cielo y permanecer sobre él. Y yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua; aquel me dijo: “Sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo”. Yo lo he visto, y he dado testimonio que éste es el Hijo de Dios”.

Yo he visto al Espíritu […] como una paloma: El empleo del tiempo perfecto (“he visto” = tethéamai) da idea de una acción acabada. Teniendo en cuenta que se refiere a la escena del descenso del Espíritu como una paloma sobre Jesús, la alusión al Bautismo como algo ya pasado parece más que clara, y sitúa a dicho testimonio del Bautista en una perspectiva temporal posterior respecto a la escena del Bautismo.

El que me envió […] permanecer sobre él: La presentación de Juan el Bautista como ‘mandado por Dios’ es una constante en el evangelio de Juan; la encontramos en el Prólogo (1,6) y todavía una vez por boca de Juan en 3,28.

Este es el Hijo de Dios: Aquí tenemos un problema textual. La edición crítica de Nestlé-Aland lee “hijo de Dios” (ὁ υἱός τοῦ θεοῦ) junto con la mayoría de los manuscritos antiguos y de las ediciones modernas, traductores y exégetas. Existe la lectura paralela: “el elegido de Dios” (ὁ ἐκλεκτός τοῦ θεοῦ), atestiguada débilmente por pocos manuscritos.[26] Ambos títulos parecen remitir al siervo de Dios, teniendo en cuenta que el contexto es el del bautismo de Juan, y en la versión de Marcos (Mc 1,11) y paralelos, se lee: “mi Hijo amado, en quien me complazco”, siendo similar a lo que leemos en la versión de la LXX de Isaías: “Jacob, mi siervo, Israel, a quien sostengo; mi elegido, en quien se ha complacido mi alma, a quien di mi espíritu para que lleve a cabo el juicio a las naciones” (Is 42,1 LXX). En el pasaje citado se utiliza “el elegido” = ho eklektós (ὁ ἐκλεκτός). Esto prueba al menos que la confesión cristológica del Bautista sufre al menos un influjo de la concepción del siervo de Dios, fenómeno que se encontrará en el desarrollo siguiente del evangelio joánico.

4 – La cuestión de Betania, al otro lado del Jordán:

            Tratándose de una localidad de la cual no quedan restos visibles, se ha pensado que la mención “del otro lado del Jordán” no sea precisa y que deba referirse a una localidad del lado occidental del Jordán, lo cual explicaría que los judíos de Jerusalén llegasen al lugar con facilidad. Orígenes parece ser el primero en destacar que esta segunda Betania no había sido jamás identificada (hacia el 200 d.C.), prefiriendo la lección Betabara (“lugar del pasaje”), una localidad mencionada en el Talmud, aunque muy poco atestada fuera de él.[27]

Sitio del Bautismo de Jesús en el Maghtas (Betania, del otro lado del Jordán)

La zona se identifica hoy como Betania o Al-Maghtas, gracias a los restos arqueológicos encontrados después del 1990: se identificó una antigua ciudad de tiempos romanos y bizantinos con varias piscinas de bautismo, estructuras que datan desde finales del siglo IV en adelante. Sólo después, hacia los siglos V o VI, la veneración del lugar del Bautismo cruzó hacia la orilla occidental del Jordán. Los restos de la parte oriental quedaron muy degradados durante los siglos de dominación árabe, perdiéndose rastros hacia el siglo XV.[28]

          Tomás de Aquino comenta también esta frase, afirmando que aquí puede interpretarse en un sentido literal, y también ‘místico’.[29]

a) Literal, en efecto, según Crisóstomo, porque Juan escribió este Evangelio en vida de ellos, quizá a algunos que vieron tanto el tiempo como el lugar en que sucedieron estas cosas, y por eso, como para mayor certeza, les hace testigos de lo que habían visto.

b) Mística, sin embargo, porque estos lugares concuerdan con el Bautismo. Porque si se llama Betania, que se traduce como ‘la casa de la obediencia’, significa que es necesario llegar al bautismo por la obediencia de la fe (Rom 1,5: obedecer a la fe en todas las naciones). Pero si se llama Bethabora, que se interpreta como ‘la casa de preparación’, significa que por el Bautismo el hombre se prepara para la vida eterna.

Tampoco está libre del misterio la expresión: ‘al otro lado del Jordán’. Por Jordán se interpreta: “su descendencia”; y, según Orígenes, significa Cristo que descendió del cielo, como él mismo dice: bajé del cielo para hacer la voluntad de mi Padre (Jn 6,38). De donde se dice (Eclesiastés 24:41: Soy como un río Dorix). Y por él deben ser limpiados todos los que entren en este mundo, según Ap 1,5: nos lavó de nuestros pecados con su sangre.[30]

 

[1] Beutler afirma que la doble presencia del “dar testimonio” en 1, 32-34 redondea la sección (cfr. J. Beutler, Comentario al evangelio de Juan, EVD, Estella 2016, 62).

[2] Diferenciándonos de Beutler, quien más bien la restringe al v. 34 (cfr. Comentario, 66).

[3] Cfr. R.E. Brown, Giovanni, Commento al vangelo spirituale, Citadella, Assisi 19913, 56.

[4] Cfr. J. Beutler, Comentario al evangelio de Juan, 21. Jn 20,31: Estas cosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

[5] Cfr. Tomás de Aquino, In evangelium Iohannis expositio, I, lec. XII [225. 226].

[6] Cfr. In evangelium [227].

[7] Lc 9, 30-31: Moisés y Elías, que aparecieron gloriosos y comentaban la partida de Jesús que se iba a consumar en Jerusalén.

[8] El mensaje de reconciliación de los padres y los hijos coincide exactamente con lo dicho en Mal 4,6.

[9] Dt 18,15: El Señor, tu Dios te suscitará un profeta como yo, lo hará surgir de entre ustedes, de entre tus hermanos; y es a él a quién escucharán.

[10] Recordemos que el mismo Jesús se refiere a Juan el Bautista como a alguien “más que un profeta” (Mt 11,9).

[11] Cf. R. Brown, Giovanni, 58.

[12] El texto de Is 40,3, en la versión griega (LXX), utiliza los mismos términos, sólo simplifica ligeramente alguno de ellos.

[13] Mc 1, 2-3: Como está escrito en la profecía de Isaías: “Mira, envío a mi mensajero delate de ti, para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: ¡Preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos!”; Ex 23,20: Voy a enviar un ángel delante de ti para que te cuide en el camino; Mal 3,1: He aquí que yo envío mi mensajero que preparará el camino delante de mí.

[14] Brown dice que es porque Juan no quiere resaltar la figura del Bautista como Precursor, aunque todo el contexto del cap. 1 y del cap. 3 parecen así mostrarlo (cfr. Giovanni, 57).

[15] Cfr. J. Beutler, Comentario, 64.

[16] El Cordero que está en el trono los apacentará y los guiará a fuentes de agua viva (Ap 7,17); Lucharán contra el Cordero, pero el Cordero los derrotará, porque es señor de señores y rey de reyes (17,14). En el primer caso, también el contexto es glorioso, sobre todo cuando se dice, versículos antes, que “la victoria es del Cordero” (7,10), y que los elegidos estaban delante del trono y del Cordero (7,9).

[17] “No se puede albergar dudas sobre que ‘el Cordero’ del Apocalipsis de Juan tenga su origen en esta tradición apocalíptica” (C.H. Dodd, L’interpretazione del quarto vangelo [Biblioteca Teologica 11; Paideia Brescia 1974], 292). A su vez, afirma que el Apocalipsis condivide con el cuarto evangelio diversas expresiones de la iglesia de Éfeso (cfr. L’interpretazione, 297).

[18] Cf. R. Brown, Giovanni, 78.

[19] Así lo ve J. Beutler, Comentario, 67. Jesús afirma en Jn 12,24 que ha llegado la hora en que el Hijo del hombre sea glorificado, y luego comienza a hablar de la necesidad que el grano de trigo muera para dar fruto. Se menciona una vez el nombre de ‘servidor’ (diákonos) en 12,26 – pero no el de ‘siervo’ -. Si bien Beutler ve una conexión muy íntima, el contexto de dichos versículos de Juan es el de la glorificación del Hijo del Hombre.

[20] Comparando también Mt 8,17 con Is 53,4 y Heb 9,28 con Is 53,12. Clemente de Roma (I, 16) también aplicaba Is 53 a Jesús por entero.

[21] Es la opinión de R. Brown, Giovanni, 80. El autor sostiene que “si bien es posible que Juan Bautista considerara a Jesús como el siervo sufriente, no hay pruebas reales de que lo haya hecho”. Pero los datos escriturísticos que él mismo suministra se consideran normalmente más que suficientes para determinar sólidas relaciones entre versículos y también entre el AT y el NT, teniendo en cuenta que la ciencia escriturística trabaja sólo con conjeturas, aunque busca aquellas que tratan de ofrecer una base más real y sólida.

[22] Cfr. G. Zevini, Vangelo secondo Giovanni, 87, nota 5.

[23] Cfr. R. Brown, Giovanni, 81-82.

[24] Brown se declara también en favor de la preexistencia temporal que fundamenta la superioridad en dignidad (cfr. Giovanni, 74. 84).

[25] Cfr. G. Zevini, Vangelo, 88.

[26] En principio sólo una copia del Sinaítico (S*), manuscritos menores b; e; ff2; y algunas versiones siríacas.

[27] Cfr. R. Brown, Giovanni, 59; G. Zevini, Vangelo, 85.

[28] Cfr. https://viajealpatrimonio.com/listing/sitio-del-bautismo-betania-en-la-otra-orilla-del-jordan-al-maghtas/#:~:text=Una%20zona%20denominada%20Betania%20o,iglesias%20y%20monasterios%20hoy%20redescubiertos.&text=El%20r%C3%ADo%20Jord%C3%A1n%20apenas%20recorre,desembocar%20en%20el%20mar%20Muerto [consultado 29/11/2022]

[29] Con este último término, el Aquinate designa un sentido espiritual de la Escritura, fuertemente respaldado por otras citas de la Escritura y por el contexto.

[30] Cfr. Tomás de Aquino, In evangelium [252].

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