LA CASA DE LA VIRGEN MARIA EN MERYEM ANA – ÉFESO

 LA CASA DE LA VIRGEN MARIA EN MERYEM ANA – ÉFESO            

Casa de la Virgen – entrada

       El santuario reviste la notable particularidad de ser lugar de culto común de cristianos y musulmanes, conocida como es la devoción que éstos profesan a la Virgen María, de la que hemos tenido y tendremos ocasión de hablar en estas páginas. Por cierto, que existe entre los turcos musulmanes la tradición de peregrinar a la Casa de María justamente el 15 de agosto, fecha en la que, como se sabe, los cristianos celebramos Asunción de María.

           1. La Casa de la Virgen

       La Casa de la Virgen María se encuentra  cerca de Éfeso,  a siete kilómetros de Selçuk (la actual ciudad, a una  hora de Esmirna en Turquia) donde, según la tradición del lugar, el apóstol San Juan llevó a la Virgen Maria después de la Ascensión de Cristo huyendo de la persecución en Jerusalen. La Virgen habría permanecido allí hasta cerca de la fecha de su Asunción.

      Los datos fueron tomados de las visiones que tuvo la  religiosa alemana Beata Ana Catalina Emmerick (1774-1824), beatificada en 2004. La descripción fue publicada, posteriormente, por el escritor Clements Brentano entre los años 1818 y 1824. Entre los libros publicados sobre las visiones, se hallan: “La amarga pasión de Nuestro Señor Jesucristo”, y “La vida de la Virgen María”.  Desde su descubrimiento a finales del siglo XIX, el lugar ha sido destino de peregrinos tanto cristianos como musulmanes. Esta casa se encuentra estrechamente relacionada con el mandato que Jesús da al apóstol San Juan en sus momentos finales sobre la cruz, cuando le dice: “Ahí tienes a tu madre”, aclarando el evangelista que “desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (Jn 19, 27).

          Es así que, según la más consolidada tradición, San Juan estuvo en la ciudad de Efeso, donde habría muerto hacia el año 100, poco después de terminar de escribir su Evangelio. Documentalmente hablando, dicha tradición reposa en testimonios tales como un texto de difícil interpretación del Concilio de Efeso (431), un escrito del obispo jacobita Abulpharagius del s. XIII, y la afirmación en ese sentido del Papa Benedicto XIV (1740-1758).

2. El descubrimiento de la casa

         El descubrimiento de Meryem Ana está ligado a un hecho de crónica conventual: Sor María de Mandat-Grancey, superiora de las Hijas de la Caridad, encargada del hospital francés de Esmirna, escuchando un día en la cantina la lectura del pasaje citado de la “Vida de Nuestra Señora” y oyendo detalles sobre la casa de Éfeso, pidió al padre Jung y al padre Poulin, dos sacerdotes lazaristas que enseñaban en el Colegio del Sagrado Corazón de Esmirna y que iban a celebrar misa al hospital, que verificaran la veracidad de aquellas “revelaciones”.
      El padre Poulin relata lo sucedido en aquellos días de forma distendida y casi divertida: “Hacia mediados de noviembre de 1890”, escribe, “algunos sacerdotes de Esmirna se encontraron con la ‘Vida de Nuestra Señora según las revelaciones de Anna Katharina Emmerick’ en sus manos. Aunque no estaban en absoluto a favor de esas supuestas revelaciones, leyeron el libro de todos modos y quedaron asombrados por la extrema sencillez del relato: breve, ingenuo, sensato, por encima, es decir, de toda la fantasía que estaban convencidos de encontrar en él.

          En los dos últimos capítulos, Emmerick dice que la Virgen vivió algún tiempo en las cercanías de Éfeso, en una casa preparada por San Juan y que ella describe con minucioso detalle. Detalles que se refieren no sólo a la casa, sino al lugar, al paisaje, al emplazamiento, a las distancias, etc. Surgió en todos el deseo de comprobar ‘de visu’ la realidad de aquellas afirmaciones; y se decidió ir allí. Al fin y al cabo, era lo único que se podía hacer, bien para desmentirlo todo, bien para admitir la veracidad de tantas afirmaciones.
         Al frente de la expedición fue colocado precisamente el más ardiente opositor (el padre Jung). Se llevó consigo a otro sacerdote, también veterano de la guerra de 1870 y, como él, nada comprensivo con las revelaciones de Emmerick; también contrató a un ayudante para llevar el equipaje, un ferroviario, y se puso en marcha, decidido a recorrer la montaña para demostrar de una vez por todas que las afirmaciones de Emmerick eran infundadas y acabar así definitivamente con la cuestión suscitada por las fantasías de una pobre ilusa. Más en lugar de eso…

           El 29 de julio de 1891, miércoles, día de San José y festividad de Santa Marta, el pequeño grupo abordó la montaña brújula en mano, tomando la dirección indicada por el libro. Hacia las once de la mañana, los investigadores llegaron a un claro, donde encontraron a unas mujeres que se dedicaban a procesar tabaco. En otro momento se habrían sorprendido de ver un campo a esa altura y con semejantes trabajadoras. A esa hora, sin embargo, agotados por el sol y el cansancio, dejaron de lado todo asombro y gritaron juntos: “¡Agua, agua!”.
           “No tenemos más”, respondieron las mujeres, “pero si bajáis al monasterio, encontraréis un poco”. Y señalaron con las manos un bosquecillo que había a diez minutos a pie. El grupo se dirigió inmediatamente en esa dirección. Es imposible describir la sorpresa al ver, junto al manantial, los restos de una casa, o mejor aún, de una capilla, semiocultos por los árboles. El pensamiento corrió inmediatamente al libro de Emmerick: la meseta…, las ruinas…, las rocas escarpadas…, la montaña detrás…, el mar delante… “¿Podría ser ésta realmente la casa que buscamos?”, pensaron inmediatamente. La emoción era profunda y tenían que asegurarse.
         Emmerick cuenta que, desde la cima de la montaña sobre la que se alza la casa, se puede ver Éfeso a un lado y el mar mucho más cerca al otro. Olvidando el cansancio, el calor y la sed, el grupo subió inmediatamente la ladera de la montaña y llegó a la cima. Allí, a la derecha, estaba Ayasuluk (Selçuk), el monte Pión y la llanura que rodeaba Éfeso en forma de herradura; a la izquierda, el mar y, muy cerca, la isla de Samos. Ya no cabe ninguna duda.

Panorama del Mar Egeo desde Meryem Ana

      En 1891, los sacerdotes lazaristas (Congregación de la Misión) Poulin y Jung del colegio francés de Esmirna encontraron la casa por la Beata Ana Catalina Emmerick. La religiosa vicentina sor Adele Marie de Mandat-Grancey compró el terreno al Estado turco, y los descubridores comenzaron con la reconstrucción de la ruina y la búsqueda de la tumba de Santa María en sus alrededores.

      En 1896, tras una consulta hecha por el papa Leon XIII a los descubridores, éste decidió que la casa era un monumento que debía investigarse. Analizada por los arqueólogos, se llega a la conclusión de que se trata de una edificación del s. I d.C., sobre la que en el s. IV se habría superpuesto una pequeña iglesia. La capilla actual, la que fue construida encima de los restos encontrados que datan hasta el XII, es el resultado de un trabajo de restauración terminado en 1950.

        A partir de ahí, comienza el proceso de reconocimiento de la reliquia. En 1914, el Papa Pío X ofrece indulgencia plenaria a los peregrinos que visiten la Casa de Efeso. Para que el sitio se transformara en un ámbito de veneración, la Iglesia Católica lo reconoció como lugar oficial de peregrinación en 1951. Concretamente, después de la definición del dogma de lab Asunción en 1950, el Papa PIO XII proclamó la casa como «lugar santo» (santuario), privilegio que, más adelante, le conferiría, con carácter permanente, el Papa Juan XXIII.. Más adelante ha sido visitada por los papas Pablo VI (26 de julio de 1967),Juan Pablo II, (29 de noviembre de 1979) y Benedicto XVI (29 de noviembre de 2006).

Casa de la Virgen – Altar

        

3. Las visiones de Anna Kathariana Emmerick

         La historia moderna de Meryem Ana comienza en la primera mitad del siglo XIX a orillas del Rin, en Alemania, en el lecho de enferma de una campesina de un pueblo cercano a Diilmen, en Westfalia. Anna Katharina Emmerick (1774-1824) padecía una enfermedad incurable que la confinó en cama durante 12 años. Durante ese tiempo, se consoló con las visiones que tuvo sobre la vida de Jesús y María.

          Estas visiones eran extraordinariamente extensas y detalladas, y contenían hechos, lugares y personas que ella no podría haber conocido de otro modo. Esto despertó primero la curiosidad pública y luego el asombrado interés no sólo de la población local, sino también de ciertos “intelectuales”, entre ellos el poeta romántico alemán Clemens Brentano (1778-1849), que se trasladó a Dulmen en 1818 para convertirse en “secretario” de Katharina.                 

Beata Sor Catalina Emmerick

       Día tras día tomaba notas de lo que decía Katharina sobre la vida de Jesús y la Virgen María. Mucho más tarde, releyendo lo que había reunido, decidió darlo a conocer, y en 1835 publicó un volumen titulado: La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Después de su muerte en 1842, otro volumen llamado: La vida de la Virgen María según las visiones de Anna Katharina Emmerick.

          En el penúltimo capítulo leemos: “Después de la Ascensión de Nuestro Señor, María vivió tres años en el Monte Sión (Jerusalén), tres años en Betania y nueve años en Éfeso, adonde la llevó San Juan poco después de que los judíos hubieran dejado a Lázaro y a sus hermanas a la deriva en el mar. María no vivía en Éfeso, sino en las cercanías, donde se habían establecido varias mujeres amigas suyas. La morada de María estaba en una colina a la izquierda de la carretera de Jerusalén, a unas tres horas y media de Éfeso. Unos senderos estrechos conducen hacia el sur a una colina, cerca de cuya cima hay una meseta irregular, de una media hora de circunferencia, cubierta, como la propia colina, de árboles y arbustos silvestres. Fue en esta meseta donde los colonos judíos establecieron su hogar. Es un lugar muy solitario, pero tiene muchas laderas fértiles y agradables, así como cuevas rocosas, limpias y secas y rodeadas de parches de arena. Es agreste pero no desolado, y a su alrededor hay numerosos árboles, de forma piramidal, con grandes ramas sombreadas por debajo y troncos lisos.

Externo de la casa de la Virgen. Puede verse la diferencia entre los cimientos del siglo IV y el posterior acabamiento.

                            

El panorama de Selcuk desde Bülbül dağı

    Juan había hecho construir una casa para la Santísima Virgen antes de traerla aquí. Varias familias cristianas y santas mujeres ya se habían instalado aquí, algunas en cuevas en la tierra o en las rocas, acondicionadas con ligeras carpinterías para hacer moradas, y otras en frágiles chozas o tiendas. Habían venido huyendo de las violentas persecuciones. Sus viviendas eran como celdas de ermitaños, pues utilizaban como refugio lo que la naturaleza les ofrecía. Por regla general, vivían a un cuarto de hora de distancia unos de otros. Todo el asentamiento era como una aldea dispersa. La casa de María era la única construida en piedra. Un poco más atrás estaba la cima de la colina rocosa desde la que se podía ver, por encima de los árboles y las colinas, Éfeso y el mar con sus numerosas islas. El lugar está más cerca del mar que Éfeso, que debe de estar a varias horas de viaje de la costa”.   

ORACION 

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

 

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