TIPOS DE EVOLUCIONISMO, PRESUPUESTOS Y PROBLEMAS

 Diversos tipos históricos de evolucionismo, los presupuestos de los que han partido y los problemas que afrontan.

El origen de las especies - Ch Darwin (1859)

El origen de las especies – Ch Darwin (1859)

       El primer problema que subyace a la llamada teoría de la evolución, consiste – como había sido señalado oportunamente por el magisterio eclesiástico – en que se trata estrictamente de un conjunto compuesto por una teoría científica y una filosófica, que se necesitan mutuamente para sobrevivir y apoyarse la una a la otra. La hipótesis científica se basa en el sistema filosófico; el argumento filosófico, para poder justificarse a sí mismo, se basa a su vez en la supuesta teoría científica. En este sentido, podemos distinguir tres tipos de teorías evolutivas.

1. El evolucionismo darwiniano

          En su obra El origen de las especies (1859), Charles Darwin presenta una “teoría de la evolución”, con la cual pretende proporcionar una base científica para fundamentar una concepción filosófica adoptada de antemano, y que es la verdadera tesis evolucionista: La tesis hegeliana (de Hegel) primero, y luego marxista-leninista, de que “el mundo no ha sido hecho, no ha sido creado […] No es un inmutable, sino que está en constante transformación, que es la que se lleva a cabo”.  Por lo tanto, la teoría es la de idealismo filosófico de Hegel, a la que se suma la proyección marxista-leninista sobre la sociedad y la historia.

           Así se expresaba el primer líder político marxista de la Unión Soviética; V. Lenin: «Si Darwin nos enseña que los anfibios y las aves no son especies separadas, sino seres vivos, salidos los unos de otros y transformados los unos en los otros, Hegel nos enseña ya que todas las especies, incluso el mundo entero es un ser viviente, que no posee límites absolutos; el cognoscible y el incognoscible es algo que pertenece al concepto religioso dualista y no a la concepción monista del mundo…».[1] De más está decir que el evolucionismo darwiniano influyó decisivamente en la aplicación de las prácticas eugenésicas que se desarrollaron en la primera mitad del siglo XX en Europa y Estados Unidos, y no sólo bajo el régimen nazista, aún cuando principalmente con este último.

2. El evolucionismo post-moderno

         Después del derrumbe de los totalitarismos del siglo XX, aparece un cierto evolucionismo postmoderno, que pretende presentarse como disociado de la dependencia directa de ciertos sistemas filosóficos – especialmente el dualismo de Descartes-, pero continúa sin embargo con la doctrina de fondo, esto es, la de un ‘autodesarrollo’ inmanente del mundo, independizándose de cualquier tipo de causalidad externa. De hecho, algunos defensores de la socio-biología, como E. O. Wilson, Richard Dawkins (quien se ha convertido en un campeón del ateísmo militante) y Peter Singer, predican una “moral neo-darwiniana” que se vea libre tanto de creacionismo moderno como de marxismo. Dawkins y Singer forman parte del “Proyecto gran simio”, según el cual, y en referencia a las teorías evolutivas, sostienen la igualdad de naturaleza entre el hombre y los grandes simios.[2]

           El evolucionismo deja sin respuesta dos grandes interrogantes: a) El primero es el de la inmutabilidad de las especies, b) El segundo es el del origen de la vida y de alguna manera, del universo. 

a)      Respecto a lo primero, ya el evolucionismo de Darwin negaba el concepto de especie. Este concepto se basa en la inmutabilidad de los caracteres transmitidos genéticamente.

          En realidad, en dos siglos de investigación, no se ha podido comprobar ni un solo caso de transformación, ni de extinción de alguna de las especies existentes. Las diversas clases de razas, por ejemplo, en los seres humanos y animales, no son más que ‘tipos’ de una misma especie, sin importar cuán diferente parezcan una de la otra. Por otro lado, la biología celular nos enseña que las “variaciones” en las mutaciones naturales de los genes pueden cambiar los aspectos secundarios de los individuos (tales como altura, color de piel, etc.), pero nunca pueden mutar una especie en otra. En genética, además, el descubrimiento del ADN aparece justamente como un elemento que confiere estabilidad a las especies.

b)      Esto nos lleva de la mano al segundo problema, porque saber que no es posible transformar una especie en otra es igual a decir que la especie no se puede “auto-crear” (porque implicaría una transformación también, aunque en este caso por sí sola y de la nada). El problema reside entonces en la irreductibilidad de la vida y del universo a la sola materia.

            En este sentido, afirma John Roth: «He estudiado cuidadosamente las ideas sobre el orden molecular, el orden físico y químico de la vida… nunca he encontrado una explicación que pueda ser satisfactoria… El problema fundamental radica en el modelo original (ADN o ARN) que habría sido necesario para dar inicio al primer sistema de vida que luego habría sufrido un proceso de evolución biológica. Reducido incluso al mínimo esencial, este modelo debe haber sido en realidad muy complejo. Para ese modelo… hoy sólo parece razonable sugerir la posibilidad de un Creador (…) Las probabilidades de que un tal modelo se forme por accidente son aproximadamente de 1 a 10300».[3]

       Si partimos no ya de consideraciones estadísticas sino de principios observables científicamente, veremos que la mayoría de los estudiosos – siguiendo el camino trazado por Erwin Schrödinger – han señalado que las sustancias orgánicas se rigen en parte por principios que son la antítesis de los que rigen la materia inorgánica. [4] Los objetos materiales inanimados, de hecho, se rigen conforme a las leyes termodinámicas del cosmos inanimado y obedecen a la ley de la entropía que implica una transición creciente hacia estados de menor energía y sistemas menos ordenados; los organismos vivos, en cambio, se comportan según los principios de la “entropía negativa”, un fenómeno positivo de los seres vivientes que se desarrollan hacia sistemas más ordenados y organizados energética y materialmente.

3. El evolucionismo teísta

            Una cierta corriente, que se ha gestado durante el último siglo en algunos ambientes, sostiene un proceso evolutivo que se inicia con un “Big Bang”, el cual es producido por un Creador que diseñó la materia como capaz de producir vida y la primera célula como capaz de producir todas las diferentes especies. La evolución, entonces, sería la “forma divina de producir el resto del mundo desde la materia”. Esta concepción parece teísta – en el sentido de dejar espacio para la creación de Dios -, pero en rigor habría que llamarla deísta, partícipe e hija de la antigua herejía que consideraba un primer ser divino genérico como capaz de dar el primer impulso al núcleo informe primitivo que sería el universo, el cual, bajo dicho impulso, se transformaría en formas diversas, a través de un proceso de evolución. Esta posición no es capaz de responder a la cuestión de los “diferentes órdenes de seres” que nunca serán capaces de “evolucionar” el uno del otro: los vivientes de aquello que no tiene vida, el personal de lo impersonal, el espíritu de la materia.

             Una versión limitada de esta última teoría adopta una forma intermedia: Acepta la creación divina de la nada y la creación de las diferentes especies, pero reserva espacio para la creación en sólo cuatro pasos: 1 – al principio; 2 – la creación de la primera vida vegetativa (en el sentido genérico, de la vida); 3 – al principio de la vida sensorial animal; 4 – al origen de cada alma humana.

           Esta última versión podría encuadrarse dentro de aquello que el Magisterio del papa Pio XII (en la Humani Generis) parecía aceptar con ciertas reservas y alertas (ver nuestro anterior post). Esta posición no constituye ninguna teoría de la evolución en sentido propio, y es sustancialmente diversa. Sin embargo, incluso esta última versión es considerada como poco probable por muchos; de hecho, uno de los principales problemas reside en los muchos “eslabones perdidos” que se encuentran entre las diferentes especies, y la ausencia casi total de rastros de fósiles de las “innumerables formas transitorias de vida” que habría que postular para poder hablar de una cierta ‘evolución de una especie a otra’ (Darwin ciertamente las postulaba).

4. Conclusiones

1 – La teoría de la evolución es – y sigue siendo- en realidad, una hipótesis que dista mucho de ser probada. Es una mezcla de teorías científicas, con una buena dosis de otras vagas poco científicas, con suposiciones pseudo-filosóficas operando en medio de asunciones erróneas, infundadas y de malentendidos.

2 – Los dos primeros modelos presentados son falsos y se refutan a partir de la filosofía de la vida, del ser, del hombre, de la personalidad humana; implica la negación de la causalidad necesaria, asumiendo que se pasa del inexistente al existente en forma espontánea.

3 – El tercer modelo presentado puede aceptarse dentro de ciertos límites y siempre como una hipótesis. No son pocos, sin embargo, aquellos que piensan que se debería reformular a la luz de un proceso de conducción de parte de un principio inteligente externo (por ejemplo, podría reformularse según las llamadas razones seminales di San Agustín). Pero eso es distinto del evolucionismo que se conoció históricamente, ya que tanto Huxley, Haeckel como Darwin, postulaban el origen de la vida a partir de los principios “sin inteligencia”.

4 – De todos modos, cualquier modelo de evolución que adoptemos topará con un gran número de dificultades graves (eslabones perdidos, ciertas cualidades de las especies que no tienen ninguna contraparte en otra, etc.), a las cuales no se les ha encontrado adecuada respuesta científica.

5 – Cualquier buena teoría filosófica y científica del origen de la vida debe respetar la irreductibilidad de la vida y especialmente de la persona humana, excluyendo por lo tanto cualquier elemento reduccionista que contradiga la evidencia de la existencia de lo espiritual.[5]

 

 

[1] V. I. Lenin, Incursioni di un socialista nel campo della teoria della conoscenza, in Opere scelte, tr. it. Edizioni Riuniti, Roma e Edizione Progress, Mosca, 1973, vol. III, 684-730 (718).Traducción nuestra del italiano.

[2] Cfr. S. Bauzon, Great Ape Project, in Darwinismo e problemi di giustizia, a cura de F. D’Agostino, Giuffré, Milano 2008.

[3] Cfr. J. Roth, The Piling of Coincidence on Coincidence,en Josef Seifert, Riflessioni critiche sull’evoluzionismo come teoria scientifica o pseudo e ideologia atea, en Evoluzionismo: Il tramonto di un’ipotesi, curado por R. di Mattei, Ed. Cantagalli, Siena 2009, 46.

[4] Cf. E. Schrödinger, What Is Life? The Physical Aspect of the Living Cell, Cambridge 1944, cc. VI-VII, en J. Seifert, Riflessioni critiche … en Evoluzionismo (op.cit.), p. 50.

[5] Confrontar el pensamiento de K. Wojtyla, Subjectivty and the irreducible in the Human Being, en “Analecta Husserliana”, D. Reidel, Dordrecht 1978, VII, 107-114.

 

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