La Iglesia y la Biblia sobre el evolucionismo (II)

Creazione di Adamo

En nuestro precedente post, señalamos que el Papa Juan Pablo II había ya una vez (1986) confirmado la conocida posición de la doctrina católica y del Magisterio de la Iglesia sobre el llamado “evolucionismo”, y lo había hecho citando de modo explícito la encíclica Humani Generis del Papa Pío XII (1950).[1]

Aún una segunda vez desarrollará conceptos similares, en un mensaje a los miembros de la Pontificia Academia de Ciencias del año 1996, o sea, diez años después del discurso que hemos citado previamente. Así se expresaba: «En su encíclica Humani generis, mi predecesor Pío XII ya había afirmado que no había oposición entre la evolución y la doctrina de la fe sobre el hombre y su vocación, con tal de no perder de vista algunos puntos firmes (…) La encíclica consideraba la doctrina del «evolucionismo» como una hipótesis seria, digna de una investigación y de una reflexión profundas, al igual que la hipótesis opuesta. Pío XII añadía dos condiciones de orden metodológico: que no se adoptara esta opinión como si se tratara de una doctrina cierta y demostrada, y como si se pudiera hacer totalmente abstracción de la Revelación a propósito de las cuestiones que esa doctrina plantea. Enunciaba igualmente la condición necesaria para que esa opinión fuera compatible con la fe cristiana; sobre este aspecto volveré más adelante»[2](queremos subrayar este “volveré más adelante”).

El punto que sigue, siempre en el mensaje del Papa que ahora estamos citando, suscitó cierta perplejidad en algunos, y hubo quienes incluso le dieron una interpretación equivocada. Así decía: «Hoy, casi medio siglo después de la publicación de la encíclica (la Humani Generis), nuevos conocimientos llevan a pensar que la teoría de la evolución es más que una hipótesis. En efecto, es notable que esta teoría se haya impuesto paulatinamente al espíritu de los investigadores, a causa de una serie de descubrimientos hechos en diversas disciplinas del saber. La convergencia, de ningún modo buscada o provocada, de los resultados de trabajos realizados independientemente unos de otros, constituye de suyo un argumento significativo en favor de esta teoría».[3]

A primera vista, el Papa parece decir que actualmente no puede ser más considerado el evolucionismo una mera hipótesis, sino una teoría probada. Si en cambio, examinamos atentamente el texto, podemos corroborar los siguientes puntos:

1 – La teoría se ha imponiendo progresivamente a los investigadores – lo cual es cierto – y como resultado:

2 – Ya no consideran la teoría de la evolución como una mera hipótesis; aunque hablando con propiedad, debemos más bien decir que hoy rige la “tendencia” a no considerarla más de ese modo; hablamos de tendencia aunque no ciertamente de certeza.

3 – Según el Papa, existen “nuevos conocimientos” que han llevado a muchos investigadores a pensar de este modo. Explica estos nuevos conocimientos; se trata fundamentalmente de la “convergencia” (a veces provocada) de resultados de trabajos independientes uno de otros. El conjunto de estas convergencias constituiría de suyo un argumento significativo a favor de la teoría.

Examinando atentamente, vemos que en los números 1 y 2 el Papa afirma que la teoría “se ha impuesto a los investigadores”, si bien no dice que se haya impuesto a la opinión del Magisterio de la Iglesia (ni a la suya personal). En segundo lugar (número 3), es verdad que pueden verificarse ciertos nuevos conocimientos que, en cantidad, pueden llegar a favorecer la convergencia de indicios a favor de ciertas formas de evolucionismo. El Papa no afirma aquí (no estaba obligado a hacerlo, por cierto) que muchos otros de estos conocimientos nuevos no solamente no convergen para nada con la teoría del evolucionismo tal como se ha difundido, sino que incluso la contradicen abiertamente.

En el mensaje del Papa, lo mejor viene después (cuando entra el “volveré más adelante”): «La elaboración de una teoría como la de la evolución, que obedece a la exigencia de homogeneidad con los datos de la observación, toma ciertas nociones de la filosofía de la naturaleza». Aparece aquí un detalle de importancia: En la opinión del Pontífice – y no solamente en la suya- una teoría como la de la evolución no se elabora solamente a partir de datos empíricos, sino sobre todo a partir de ciertas nociones – y concepciones- de carácter filosófico, las cuales serán forzosamente apriorísticas.

Continúa el Papa aún con mayor claridad: «A decir verdad, más que de la teoría de la evolución, conviene hablar de las teorías de la evolución. Esta pluralidad afecta, por una parte, a la diversidad de las explicaciones que se han propuesto con respecto al mecanismo de la evolución, y, por otra, a las diversas filosofías a las que se refiere. Existen también lecturas materialistas y reduccionistas, al igual que lecturas espiritualistas. Aquí el juicio compete propiamente a la filosofía y, luego, a la teología». El evolucionismo como tal, más que una teoría, es un sistema, con teorías diversas. En el actual ambiente científico se han impuesto, entre todas ellas, las que hacen depender al sistema evolucionista de presupuestos filosóficos ateos e inmanentes. El sistema evolucionista imperante resulta entonces, reductivo, excluyendo ‘a priori’ la posibilidad de un Creador que intervenga dando inicio y configurando la Creación. Como en definitiva, se trata de un sistema filosófico (e incluso teológico, o más bien, “anti-teológico” en cuanto niega a priori la existencia de un creador personal), es entonces lógico que el Magisterio de la Iglesia se interese por la cuestión e intervenga poniéndole parámetros y límites precisos. Así terminaba expresándose el Pontífice: «El Magisterio de la Iglesia está interesado directamente en la cuestión de la evolución, porque influye en la concepción del hombre, acerca del cual la Revelación nos enseña que fue creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 28-29)».[4]

Una confirmación de lo que hemos afirmado precedentemente la tenemos en una declaración posterior del Papa Benedicto XVI: «Actualmente se está asistiendo a un debate bastante encendido entre el así llamado creacionismo y el evolucionismo, presentados como si fueran alternativas que se excluyen: quien cree en el Creador no podría admitir la evolución y, por el contrario, quien afirma la evolución debería excluir a Dios. Esta contraposición es absurda, porque, por una parte, existen muchas pruebas científicas en favor de la evolución, que se presenta como una realidad que debemos ver y que enriquece nuestro conocimiento de la vida y del ser como tal. Pero la doctrina de la evolución no responde a todos los interrogantes y sobre todo no responde al gran interrogante filosófico: ¿de dónde viene todo esto y cómo todo toma un camino que desemboca finalmente en el hombre? Eso me parece muy importante. En mi lección de Ratisbona quise decir también que la razón debe abrirse más: ciertamente debe ver esos datos, pero también debe ver que no bastan para explicar toda la realidad».[5]

Puede haber ciertos matices en las palabras del Papa que parezcan opiniones personales, como él mismo lo ha dicho más de una vez (es, en efecto, discutible que la evolución, tal como se la conoce hoy día, aparezca como una realidad). De todos modos, deja bien en claro que la evolución no puede explicar toda la realidad, y especialmente no puede explicar el origen primero de todo, debiendo liberarse entonces de prejuicios filosóficos ateos y reductivos, para poder ser aceptada, al menos en parte (quizás se podría distinguir entre evolución, como colección de datos científicos, y evolucionismo, como sistema filosófico que pretende una explicación última de las cosas).

En definitiva, el Magisterio, en estos últimos años:

1 – Concede que, en el ámbito científico actual, han aparecido nuevos datos que parecen encaminarse en la línea de una cierta evolución (no se habla necesariamente de evolución de una especie a otra).

2 – De cualquier modo, el evolucionismo, como sistema, no puede explicar todo, y en este sentido, hay que expurgarlo de filosofías apriorísticas que lo condicionan.

Creo que entonces podemos decir con sinceridad, que sustancialmente, el Magisterio de la Iglesia no ha cambiado su posición en lo que respecta al evolucionismo como sistema.

[1] http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/audiences/1986/documents/hf_jp-ii_aud_19860416_sp.html

[2] http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/messages/pont_messages/1996/documents/hf_jp-ii_mes_19961022_evoluzione_sp.html

[3] Mensaje citado, n. 4.

[4] Mensaje citado, n. 5.

[5] Benedicto XVI,Encuentro con los párrocos y sacerdotes de las diócesis de Belluno- Feltre y Treviso (24/7/2007)

http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2007/july/documents/hf_ben-xvi_spe_20070724_clero-cadore_sp.html

 

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