¿Por qué (estudiar) el Génesis?

Adan-y-EvaEsta pregunta me he formulado: ¿Por qué escribir aún sobre el libro de Génesis? Pareciera que todo lo que se podría escribir o decir sobre él, haya sido ya escrito o dicho.

La tradición antigua – tanto la hebrea como la cristiana-, lo ha siempre considerado un libro sagrado, el primero de los libros que forman la Escritura sagrada y el fundamento de dicha escritura. Es un libro donde el Señor (Yahweh, según el nombre que los judíos no podían pronunciar, Adonai según el nombre oral) se revela a sí mismo, y revela que el contenido allí escrito es su Palabra. Si es su Palabra, y Dios es “El que es”, entonces no puede entenderse ni engañarnos y todo lo que allí está escrito es verdad. Se puede hacer una investigación sobre el uso de ciertas imágenes o símbolos empleados en el texto, pero en esencia, todo lo que este dice deberá ser verdadero. Con diferentes matices, esta interpretación está todavía en vigor, en ciertos ambientes religiosos judíos e incluso cristianos.

Una segunda posición, difundida desde el siglo XVII y que cobró cada vez más fuerza entre los estudiosos y en círculos académicos, consiste en pensar que este libro es una colección de diferentes tradiciones (orales o escritas, según la teoría en boga),  compilada en forma final por más de un editor, los cuales habrían llevado a cabo dicha obra por un propósito teológico determinado y preciso; bien sea el justificar la identidad de la nación israelita en la época de la monarquía (1015-586 a.C.), bien sea el fundamentar toda su historia, la adoración de Yahveh, el sacerdocio levítico, la separación de las otras naciones, especialmente aquellas de idioma o cultura similar. De todos modos, se admitirá en este tipo de teorías un estrecho ligamen literario entre algunos relatos del Génesis con los relatos de los pueblos circunvecinos, aunque paganos, en particular con las llamadas ‘narraciones míticas’ de estas culturas. La característica de las historias bíblicas del Génesis habría sido la de adaptar este tipo común de literatura a la creencia monoteísta, profundamente arraigada en la cultura y religión judía ya en el último milenio antes de Cristo.

La ventaja de la segunda posición respecto a la primera es también muy importante. En efecto, dicha posición parece gozar del apoyo de toda la astronomía, la física, la geología y la paleontología actuales, aún cuando las teorías presentadas en cada una de estas disciplinas acerca del origen del mundo y la vida, distan todavía mucho ser uniforme entre ellas y resolver todos los problemas propuestos, a menudo creados por postulados y razonamientos esbozados por estas mismas ciencias.

Creo que uno de los dos principales motivos para investigar aún hoy sobre el Génesis sea aquel al que hicimos alusión al inicio: Génesis – tal como significa el término griego – es propiamente el origen, el fundamento. Según sea el fundamento, así será la edificación o el sistema entero que vamos a construir. Un científico moderno, convertido en un devoto cristiano justamente a raíz del tema de la Génesis, así se expresaba: “Puesto que el Génesis es tan fundamental para la doctrina, una vez que su integridad aparece como destruida, el resto de la Escritura y las doctrinas principales de la Iglesia católica romana perderán su fundamento indispensable”.[1]

Creo que, en este sentido, se menosprecian y se desconocen los estudios y análisis que sobre el Génesis, especialmente en sus primeros tres capítulos y en particular en el Hexameron – el relato de la creación en seis días del primer capítulo del libro-, se han escrito en cantidad sea en época patrística y en época escolástica en ámbito cristiano (no me atrevería a opinar respecto al ámbito judío, por falta de conocimiento del mismo). Especialmente, los grandes aportes de la exégesis alejandrina (Orígenes), antioquena (San Basilio, Crisóstomo y otros), la de San Agustín, tan particularmente exhaustiva, y en tiempos escolásticos el comentario de Santo Tomás de Aquino, que tiene como gran virtud, respecto a otros, el comparar con mucho rigor y respeto intelectual las opiniones de los autores anteriores, además de iluminarlos con un muy penetrante uso de la razón. Este desconocimiento es definitivamente una indicación de la superficialidad con la cual las opiniones modernas (incluyendo las exegéticas) abordar el problema de la interpretación del Génesis, aunque hagan gala de cientificidad.

La segunda razón también tiene una fuerte relación con el fundamento, no ya de la Biblia como escritura sagrada, sino de nuestra cultura, cristiana en raíz pero secularizada. Por último, presenta también una fuerte relación con nuestra mentalidad actual, impregnada de relativismo y en definitiva, con las mismas crisis de fe de los creyentes. En efecto, nuestros creyentes viven un profundo divorcio entre Fe y religiosidad – que queda relegada al plano privado y en dependencia del fervor más o menos intenso de los fieles. Es costumbre atribuir este divorcio cultural a los varios sistemas dominantes en los últimos siglos en Occidente: liberalismo anticlerical, socialismo, comunismo y las distintas variaciones de todos ellos. En un nivel aún más profundo, se busca la raíz de todo en el principio filosófico de la inmanencia, que dominó en Occidente desde el Iluminismo en adelante, por el cual se coloca el punto de partida del conocimiento y de la voluntad – y de todo lo que deriva de ellos- en el hombre mismo, y se niega el vínculo necesario con el mundo trascendente, cuando no la misma trascendencia.

Este fenómeno es verdadero, y no pueden existir dudas sobre la poderosa influencia de estas ideas sobre el pensamiento de la gente común, especialmente teniendo en cuenta que esta influencia ha permanecido – y se ha agigantado- a través de los siglos. No obstante, no parece ser la única explicación. La mayoría de los cristianos occidentales, a lo largo de muchos siglos, fueron educados, desde niños, con la conciencia que la Biblia es la palabra de Dios. De hecho, muchos no niegan de modo absoluto este conocimiento en la edad adulta. Aceptarán aún que es la palabra de Dios, pero las dificultades en comparar ciertas afirmaciones bíblicas con postulados seculares, los conducen a vivir con una doble mentalidad donde, en última instancia, la así llamada verdad bíblica sobre la creación no gravitan en absoluto en los conocimientos aprendidos en la escuela o en la universidad. La Biblia se reduce así a una mera ‘forma piadosa’ de  describir lo que creemos, siendo eso todo, pero no guarda relación alguna con la verdad histórica o científica. Sin embargo, sobre la verdad bíblica acerca del hombre y del universo, el Génesis sin duda tiene el privilegio de ser el fundamento.

Esta necesidad de dar una explicación racional y satisfactoria de las narraciones bíblicas, particularmente las de la creación en el Génesis, no es una novedad ni tampoco un descubrimiento hecho por nosotros. Como hemos mencionado, existe una rica tradición que ha sido capaz de utilizar la herramienta racional para explicar el texto bíblico, aun cuando condicionado a las características de los tiempos históricos en que dicha tradición se desarrolló. Existió también, en tiempos relativamente modernos, la corriente exegética llamada del concordismo, la cual trataba justamente de encontrar la correspondencia entre el texto bíblico y las ciencias modernas. Creo que uno de los grandes problemas del concordismo, ha sido el de intentar acomodarse a los diferentes postulados de la ciencia física, la astronomía o la biología, olvidando que estas ciencias operan desarrollando modelos de acuerdo a hipótesis diversas, todas ellas muy cambiantes. Olvidar este carácter hipotético y mutable condujo a muchos sistemas concordistas a ser estériles. Más importante aún es el hecho de que el Magisterio eclesiástico, desde principios del siglo XX y durante sesenta o setenta años, se empeñó fuertemente en dar explicaciones precisas y muy sabias acerca de cómo esta exégesis debía proceder, en particular la relativa al Génesis y al entero Pentateuco. Por desgracia, una terrible sombra de silencio se fue extendiendo sobre estas declaraciones y documentos magisteriales, y los primeros a ignorarlos han sido muchas escuelas teológicas y muchos exégetas católicos, principalmente europeos.

Consideramos que se ha hecho necesaria una presentación actualizada de las explicaciones magistrales sobre el tema, y este será nuestro primer enfoque. Examinaremos más adelante las explicaciones patrísticas y escolásticas acerca del texto de la creación corpórea, al menos las más importantes, especialmente la exposición de Tomás de Aquino, para concluir con la presentación de los varios inconvenientes de muchas teorías ampliamente difundidas, en particular las diversas formas del así llamado ‘evolucionismo’. En el apéndice, presentaremos un resumen de algunas teorías que se basan en la historicidad del texto bíblico del Génesis.

(Continuará…)

P. Carlos Pereira, IVE

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Notas

[1]Keane G.J., Creation Rediscovered: Evolution and importance of origins debate, Tan Books and Publishers, Rockford 1999, 242.

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Un comentario

  1. Gracias P. Carlos por este blog, como miembro de la Tercera Orden recibo un valioso alimento para amar la Sagrada Escritura.

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