Inspiración bíblica y criterio para conocerla

InspiraciónLo primero que nos preguntamos es acerca del hecho de la inspiración de los Libros Sagrados. ¿Qué significa inspiración? Puede ser:

–       Ilustración o movimiento sobrenatural que Dios comunica a la criatura.

–       Efecto de sentir, bien sea el escritor, o el orador o el artista, el singular y eficaz estímulo que le hace producir obras literarias espontáneamente y como sin esfuerzo. Para el caso de la Biblia (los Libros Sagrados) hablaremos de un tipo especial de inspiración (en cuyos detalles entraremos más adelante).

Es un hecho, una realidad que los libros sagrados están inspirados, y nos consta incluso por definición de Fe. Para esto, es preciso considerar antes cuál es el criterio que permite saberlo con certeza, para lo cual debemos encontrar un criterio objetivo de distinción. Criterio viene del gr. Kritērion (criterio, tribunal que juzga), que viene a su vez de krinō (juzgar).

Significa: 1. m. Norma para conocer la verdad.

2. [m.] Juicio o discernimiento.

El estudio de los distintos tipos de criterios lo desarrollaremos en un segundo artículo.

A propósito, ¿qué dice la misma Escritura?

El Nuevo Testamento recoge una expresión que aparece en el Antiguo, la de acción del Espíritu Santo (cf. 2 Pe 1,21),[1] e introduce la expresión más técnica de la Escritura: inspirada por Dios (2 Tim 3,16).[2] Son estos los principales textos, sin excluir muchos otros en los que, por ejemplo, se afirma la autoridad que poseían las Escrituras para Jesús y los Apóstoles (Mc 12,35-37; Mt 22,41-45; Hch 1,16; 28,25; Heb 3,7; 9,8.10.15; Rom 1,2; etc.).

Ateniéndonos a los detalles que nos proveen estas referencias, vemos que, ante todo, se trata de una acción de Dios. Así lo enseña el texto de 2 Pe 1,19-21: Y así se nos hace más firme la palabra de los profetas, a la cual hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que luce en lugar oscuro, hasta que despunte el día y se levante en vuestros corazones el lucero de la mañana. Pero, ante todo, tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios.[3] En absoluto, la expresión “profecía de la Escritura” del v. 20 podría entenderse de las profecías que están en el Antiguo Testamento (por ejemplo, referidas a Cristo), sin aludir necesariamente a su consignación por escrito en la Biblia. Sin embargo, en el contexto de la tradición judía y proto-cristiana, se hace aquí referencia a la buena conservación de los oráculos divinos, especialmente mesiánicos, lo cual no se explica sino es por la autenticidad divina de los Libros Santos. La “palabra profética” nos llega, de hecho, por los escritos bíblicos[4]: es decir, el pasaje de 2 Pe se refiere a las profecías en cuanto escritas, o sea, en cuanto inspiradas bíblicamente. Por otra parte, dice el v. 21 de los hagiógrafos que fueron fero,menoi(= llevados)[5] por el Espíritu Santo. La inspiración constituye al hagiógrafo en un instrumento de Dios.

Ciertamente, se trata de una acción de los hombres, los hagiógrafos. Los autores humanos no son instrumentos puramente pasivos. En la misma Escritura consta que a veces los hagiógrafos testifican esta actividad suya (2 Mac 2,20-33; Lc 1,1-4).[6] Ponen activamente la obra por escrito (distinto del carisma profético stricte dictum).

La misma dualidad (Dios y los hombres) aparece en el texto de 2 Tim 3,16: Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia. La palabra central aquí es divinamente inspirada (qeo,pneustoj), un adjetivo del cual tenemos ejemplos de uso posteriores al siglo I (Plutarco, Porfirio, etc.), pero que aparece sólo aquí en la Escritura (“hapax legómenon”), por lo que constituye una auténtica novedad lingüística. Frente a la duda si corresponde un sentido pasivo (“inspirada por Dios”) o activo (“que inspira a Dios”, inspiradora de Dios”),[7] hay que decir que en las apariciones posteriores, esta expresión tiene generalmente un sentido pasivo; [8] a esta constatación hay que agregar el hecho de que otros adjetivos similares, compuestos con theo-, tienen siempre sentido pasivo, por lo que se traduce: toda Escritura[9][es] divinamente inspirada.

P. Carlos Pereira, IVE

Inspiración bíblica y criterio para conocerla

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[1] Nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

[2] Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,

[3] Interpretación de C. Spicq, Les épîtres de Saint Pierre (Paris 1966) 223-226.

[4] “Únicamente la palabra profética escrita era la que los cristianos poseían y la única que podía ofrecerles una sólida confirmación (1,19) del anuncio apostólico sobre la gloriosa venida del Señor Jesús (v. 16)” (V. Manucci, La Biblia como Palabra de Dios, 124).

[5] Se trata de un participio pasivo presente en griego, es decir, acentúa el aspecto de duración y continuidad de la acción.

[6] Por ejemplo, 2 Mac 2,30: Al historiador principal le toca meterse a fondo en los sucesos, explayarse en ellos, estudiar críticamente todos sus pormenores; Lc 1,3: También yo he pensado, ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y exactamente, comenzando desde el principio.

[7] También en español tenemos construcciones que permiten la misma ambigüedad formal. Se trata de palabras formalmente pasivas pero cuyo sentido es activo: p.e. “Juan es un hombre muy leído”, o “aquel conferencista es una persona entendida”.

[8] Cf. M. Zerwick, El griego del Nuevo Testamento, Estella 1997, num 142.

[9] La expresión toda Escritura (pa/sa grafh.), construida sin artículo, tiene un sentido distributivo, e indica de modo especial la cualidad del sujeto, es decir, la condición del escrito en cuanto tal.

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