Génesis: El problema de los géneros literarios del Génesis y el evolucionismo. Esta es la cuarta entrega de la parte introductoria acerca de la problemática del Génesis y de su historicidad. La próxima vez intentaremos comenzar con un argumento más específico:
La segunda gran encíclica sobre temas bíblicos será elaborada por Benedicto XV, y es Spiritus Paraclitus (15/09/1920), y en la cual se recordaba la doctrina precedente en relación a la inerrancia bíblica y las cuestiones de los primeros capítulos del Génesis. De manera particular, rechazaba que se pudiera hablar de una verdad relativa en las Escrituras, restringida sólo a las principales cuestiones morales y religiosas, pero dejando el resto de lado, especialmente aquellas cuestiones consideradas incompatibles con la ciencia moderna.[1]
Repetirá la misma doctrina el Papa Pío XII en su importantísima encíclica Divino Afflante Spiritu (30/9/1943), aunque la innovación más importante de este último documento será la cuestión relativa a los géneros literarios. En concreto: «Por otra parte, cuál sea el sentido literal, no es muchas veces tan claro en las palabras y escritos de los antiguos orientales como en los escritores de nuestra edad. Porque no es con solas las leyes de la gramática o filología ni con sólo el contexto del discurso con lo que se determina qué es lo que ellos quisieron significar con las palabras; es absolutamente necesario que el intérprete se traslade mentalmente a aquellos remotos siglos del Oriente, para que, ayudado convenientemente con los recursos de la historia, arqueología, etnología y de otras disciplinas, discierna y vea con distinción qué géneros literarios, como dicen, quisieron emplear y de hecho emplearon los escritores de aquella edad vetusta».[2] Reconoce la encíclica que existen formas semíticas de expresión, no ajenas a los textos sagrados, especialmente hiperbólicas o paradójicas, que se hallan presentes en ellos, siempre y cuando se salve la verdad divina. El Pontífice citaba también la autoridad de Tomás de Aquino: «En la Escritura, las cosas divinas se nos dan al modo que suelen usar los hombres» (Comment. ad Hebr. c.1 lec.4).
Cinco años más tarde, una carta al cardenal de París respondía todavía a algunas dudas que se presentaban acerca de cómo interpretar el uso de los géneros o formas literarias, especialmente en los primeros once capítulos del libro del Génesis. El párrafo más indicativo parece ser el siguiente: «En cuanto a los géneros literarios de los once primeros capítulos del Génesis, la cuestión es mucho más oscura y compleja. Estas formas literarias no responden a ninguna de nuestras categorías clásicas y no pueden juzgarse según el patrón de los géneros literarios grecolatinos o modernos (…) Declarar a priori que sus narraciones no contienen historia en el sentido moderno de la palabra, dejaría fácilmente entender que no la contienen en ningún sentido; cuando, en realidad, narran con un lenguaje simple y figurado, adaptado a las inteligencias de una humanidad menos desarrollada, las verdades fundamentales que están a la base de la economía salvífica y describen en una forma popular los orígenes de la humanidad y del pueblo elegido».[3]
Creo que podemos deducir cuál es el propósito de esta declaración: Como se mencionó anteriormente en la encíclica de Pío XII, existen los denominados “géneros” y antiguas formas literarias (en la carta precedente reciben el nombre de “lenguaje simple y figurativo”), pero no puede decirse que este tipo especial de narración no contenga historia, con el pretexto de que no es un tipo de narración moderna o como aquellos de la antigüedad clásica grecorromana. En todo caso, es necesario salvar siempre, sea la historicidad, sean, sobre todo, las verdades fundamentales.
El magisterio del papa Pío XII nos regalará aún otra encíclica, la Humani Generis, del 12.08.1950, acerca de algunas opiniones falsas que amenazaban los fundamentos de la doctrina católica. En concreto, sobre el tema del llamado evolucionismo, de matriz darwiniana, que enseñaba que una especie (vegetal o animal) provenía de otra, y que la misma humanidad se había formado por evolución, declaraba: «El Magisterio de la Iglesia no prohíbe el que — según el estado actual de las ciencias y la teología— en las investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes de entrambos campos, sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente — pero la fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios —».[4]
De modo que se sostiene que el evolucionismo – siempre como hipótesis y no doctrina probada- puede ser todavía investigado en lo que refiere al origen de los animales, de las plantas, e incluso del cuerpo humano, pero no de su alma, donde la fe nos insta a considerarla como creada directamente por Dios (para cada hombre).
Respecto a otro tema puesto en cuestión, el del llamado poligenismo, la hipótesis que en el origen hayan sido creados varios individuos humanos masculinos y femeninos y no una sola pareja humana, la encíclica se pronunciaba del siguiente modo: «Mas, cuando ya se trata de la otra hipótesis, es a saber, la del poligenismo, los hijos de la Iglesia no gozan de la misma libertad, porque los fieles cristianos no pueden abrazar la teoría de que después de Adán hubo en la tierra verdaderos hombres no procedentes del mismo protoparente por natural generación, o bien de que Adán significa el conjunto de muchos primeros padres, pues no se ve claro cómo tal sentencia pueda compaginarse con cuanto las fuentes de la verdad revelada y los documentos del Magisterio de la Iglesia enseñan sobre el pecado original, que procede de un pecado en verdad cometido por un solo Adán individual y moralmente, y que, transmitido a todos los hombres por la generación, es inherente a cada uno de ellos como suyo propio».[5]
En lo que respecta a este último argumento, entonces, debemos aceptar por Fe que Dios haya creado una sola pareja humana, un primer hombre y una primera mujer. En caso contrario, se pondría seriamente en tela de juicio la verdad del pecado original tal como ha sido definido por la Iglesia, particularmente por el Concilio de Trento, y esto no puede, en ningún caso, ser admitido.
El Papa Juan Pablo II subrayaba también, el carácter definitivo de lo afirmado en la Humani Generis a este respecto: «La respuesta del Magisterio se ofreció en la Encíclica, “Humani generis” de Pío XII en el año 1950 (…) Por tanto se puede decir que, desde el punto de vista de la doctrina de la fe, no se ve dificultad en explicar el origen del hombre, en cuanto al cuerpo, mediante la hipótesis del evolucionismo. Sin embargo, hay que añadir que la hipótesis propone sólo una probabilidad, no una certeza científica. La doctrina de la fe, en cambio, afirma invariablemente que el alma espiritual del hombre ha sido creada directamente por Dios…»[6]
De todos modos, sobre el argumento del evolucionismo, a causa de su amplitud y complejidad, buscaremos de extendernos en algún próximo artículo.
[1] Cfr. S.S. Benedictus XV, Spiritus Paraclitus, 19. EB [454]. http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xv/encyclicals/documents/hf_ben-xv_enc_15091920_spiritus-paraclitus_sp.html
[2] Cfr. S.S. Pio XII, Divino Afflante Spiritu (sobre los estudios bíblicos)[30.09.1943], 23. http://www.vatican.va/holy_father/pius_xii/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_30091943_divino-afflante-spiritu_sp.html#_ftnref28
[3] PCB, Carta al Cardenal Suhard de Paris [16.01.1948] sobre las fuentes del Pentateuco y el valor histórico de Gen 1-11 [EB 581; DS 3864; AAS 40 (1948) 45-48]. Cfr: http://mercaba.org/TEOLOGIA/COLLANTES/02%20Fuentes%20de%20Revelaci%C3%B3n%20Numeros%20113-198.pdf.
[4] S.S. P. Pío XII, Encíclica Humani Generis, sobre las falsas opiniones contra los fundamentos de la doctrina católica, 29. AAS 42 [1950] 575 / DS 3896 [EB 616] http://www.vatican.va/holy_father/pius_xii/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_12081950_humani-generis_sp.html.
[5] Pío XII, Humani Generis, 30 [EB 617].
[6] S.S. Juan Pablo II, Audiencia general 16.04.1986, n.7. http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/audiences/1986/documents/hf_jp-ii_aud_19860416_sp.html