Habíamos ya dicho que, según un parecer común entre la mayoría de los estudiosos, la segunda parte del evangelio de Juan, llamado Libro de la Gloria, cubría los capítulos 13 al 21 del mismo evangelio. En ellos se presentaba justamente la glorificación de Jesús, la que comienza de modo particular con el acto supremo de la Pasión y muerte del Señor, se corona con su Resurrección y se manifiesta a través de las diversas apariciones como resucitado. [nota sobre Santo Tomás]
Toda esta parte del evangelio inicia con las acciones que tienen lugar en el Cenáculo, con ocasión de la Ultima Cena de Jesús, en el capítulo 13. El modo en que Juan presenta las cosas difiere no poco de la forma en que lo hacen los Sinópticos, sobre todo porque Juan no presenta las palabras de la institución de la Eucaristía. Sí presenta, en cambio, el lavatorio de los pies de Jesús a sus discípulos (13, 2-20), y una serie de escenas que permitirán explicar y entender el contexto de la entera Pasión, como la predicción de la traición de Judas (13, 21-30), el legado del mandamiento nuevo (13, 31-36), la predicción de la traición de Pedro (13, 36-38). Esto es seguido a su vez por un largo discurso (o discursos) de Jesús, que tiene como ambiente el Cenáculo, que domina toda la narración desde el capítulo 14 hasta el 17.
Teniendo en cuenta que el análisis exegético de todos estos capítulos implica un trabajo más de tipo científico que exceden las posibilidades de este blog, vamos a presentar solamente un aspecto puntual del capítulo 14, en relación al versículo 6, que será sin duda de gran interés para los lectores.
[nota sobre Santo Tomás]: “En los capítulos precedentes, el evangelista había recordado algunas de las causas ocasionales de la Pasión; aquí en cambio, muestra como Cristo quiere preparar a sus discípulos a ella” (cfr. Tomás de Aquino, Commento a San Giovanni, Ed. Città Nuova, Roma 1992, vol. III, XIII, lect. I, 19).
JESUS: CAMINO, VERDAD Y VIDA (JUAN 14,6)
Hemos ya presentado alguna parte de las escenas que preceden la Pasión de Jesús en el evangelio de Juan, en especial las que están en relación a la Ultima Cena de Jesús y el lavatorio de los pies, de modo particular. Estas dan lugar al llamado discurso (o discursos) de Adiós de Jesús, que cubre toda la fase que se desarrolla entre 13,31 y 17,29 del evangelio mencionado, donde el Maestro abre su corazón y toma la palabra, apenas interrumpido por breves preguntas de sus Apóstoles.
- Introducción
El capítulo 14 se presenta como una oración abrasada y tierna de Jesús por sus discípulos, en forma de un muy largo monólogo, que se prolongará en los capítulos siguientes. Se ha dudado de la unidad (y también de la autenticidad joánica) de gran parte de estos capítulos, sobre todo porque se dan muchas repeticiones y no se presentan como muy ordenados temáticamente: El capítulo 16 repite muchos de los temas del 14, y el 15 comienza con un esquema literario totalmente particular (la alegoría de la vid y los sarmientos, desde 15,1 hasta 15,8 al menos), además de venir luego de una frase cortante de Jesús, donde este parece presentar un cambio total de lugar y circunstancias: ¡Levántense; vámonos de aquí! (Jn 14,31).
Dicho capítulo 14 puede estructurarse de diversos modos, según el criterio literario que se siga. De modo simple, podemos ver que en los primeros versículos Jesús exhorta a más al creer en El, como puerta que se abre hacia la vida eterna (vv. 1-11), y luego en el demostrar amarlo guardando sus mandamientos, para que dicho acceso se vuelva realmente efectivo (vv. 15-21). En el medio, Jesus deja en claro que el que cree sinceramente en El, hará también las obras que El ha hecho y aún mayores, porque El los asistirá de arriba, al tiempo que exhorta a pedir en su nombre para que los bienes verdaderos sean concedidos.[1]
- Jesús, camino, verdad y vida
La sentencia de Jn 14,6: Le dijo Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, Nadie llega al Padre sino por mí” (λέγει αὐτῷ [ὁ] Ἰησοῦς· ἐγώ εἰμι ἡ ὁδος και ἡ ἀλήθεια και ἡ ζωή· οὐδεις ἔρχεται προς τον πατέρα εἰ μὴ δι᾽ ἐμοῦ) es una de las frases más notorias de Jesucristo, y posee un rol clave en el contexto del discurso de Jesús. Su interpretación ha sido variada; todo parece reducirse, en definitiva, en determinar la relación de estos sustantivos entre sí: Camino, verdad y vida.
El p. Ignacio de la Potterie nos ofrece un elenco muy completo de todas las interpretaciones que se han dado sobre este versículo:
1 – La mayor parte de los antiguos ven en la vida (o incluso dentro en el conjunto de realidades representadas por la verdad y la vida), el fin al cual se tiende por mediación de Jesús. Él es la vía (el camino) que nos conduce a dicho fin. Los tres términos en cuestión, así coordinados gramaticalmente, pueden interpretarse como en progresión el uno sobre el otro. Esta forma de presentar los términos admite a su vez dos interpretaciones:
a) Por el camino y la verdad, accedemos a la vida: Para De la Potterie es la mejor explicación, y la encontramos en los escritores griegos, a excepción de Clemente de Alejandría y Orígenes, y entre los latinos, es especialmente la de San Ambrosio y San León Magno, con matices diversos. La pauta ha sido dada por el Crisóstomo: “Jesús es la vía (el camino) hacia el Padre”, en quien se identifican los otros dos términos. Para León Magno todo puede resumirse del siguiente modo: “Camino son las santas conversaciones, la verdad es la divina doctrina, la vida es la eterna Bienaventuranza”.[2]
b) A través del camino, esperamos la verdad y la vida. Esta explicación coloca a la verdad y la vida como términos del camino. Para al autor, esto refleja un trasfondo platónico (no gnóstico), y tiene como representantes a Clemente de Alejandría y a Orígenes. Para ellos, el Logos o Verbo es la Verdad, y lo es porque es la inteligencia o pensamiento mismo de Dios.[3]
2 – Por otra parte, para muchos ‘modernos’, la palabra clave del versículo es la vía (o camino), y es la que determina el sentido de lo que sigue. Jesús es el camino, y porque lo es, es también verdad y vida. Por un lado, esta opinión ha sido defendida por ciertos autores que identificaban fuertemente Dios y la verdad, como lo fue un discípulo de Platón, Albino, que según el autor influyó también en San Gregorio de Nyssa. Fue también, aunque por otra vertiente, la interpretación de los que han visto en esta expresión de Jn 14,6 un fuerte sello dualista y gnóstico acerca del ascenso de las almas al reino de la luz y de la verdad. El alma debe elevarse hasta encontrar el camino hacia las cosas de arriba (o de lo alto).[4] Ha sido también la opinión del gnosticismo de ambiente cristiano.
De la Potterie propone su propia interpretación, basada mucho en el aspecto gramatical y estilístico. El paralelismo entre ὁδὸς (hodós = “camino”), que pasa a ser el término principal, y ἀλήθεια (alētheia = “verdad”) y ζωή (zoē = “vida”), que explicitan aquel, sirve para entender qué sentido quiere darle Jesús a camino.[5] Según el autor, se trata de una pregunta y una respuesta de Jesús, ambas en un paralelismo que se estructura del siguiente modo:
– a) οὐκ οἴδαμεν ποῦ ὑπάγεις·
(No sabemos adónde vas) – b) πῶς δυνάμεθα τήν ὁδον εἰδέναι; (¿cómo podemos conocer el camino?)
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– b’) ἐγώ εἰμι ἡ ὁδος καὶ
(Yo soy el camino y la verdad y la vida) ἡ ἀλήθεια καὶ ἡ ζωή – a’) οὐδεις ἔρχεται προς τον πατέρα (Nadie va al Padre) – b’’) εἰ μὴ δι᾽ ἐμοῦ (sino por mí) |
La estructura de la pregunta-respuesta es en forma de quiasmo o cruz. Esto permite que la metáfora usada por Jesús se aclare al final. Él es el Camino (ἡ ὁδος) y el Mediador (δι᾽ ἐμοῦ). Nada se dice de los otros dos términos: la Verdad (ἡ ἀλήθεια) y la Vida (ἡ ζωή). Dichos términos explicitan y dependen del de Camino, que queda como principal, siendo su sentido el de conducirnos al Padre. Verdad y Vida parecen entonces identificarse con el Padre. Afirma el autor, en efecto: “Jesús es el camino hacia el Padre, nos conduce a Él, porque es la verdad que nos hace efectivamente participar de su Vida. El sentido teológico de la metáfora es claro: ir hacia el Padre, por el camino que es Jesús, no es otra cosa que llegar a ser, por su Verdad, partícipe de la misma Vida del Padre”.[6]
El autor dará un paso más en su interpretación, sobre la cual dirá que no puede ser solamente funcional, sino esencial en este versículo. En efecto, Jesús no ha dicho solamente que proclama o enseña la verdad, sino que: “Yo soy la Verdad”. Ningún profeta había dicho algo así de sí mismo ni hubiera podido decirlo. Afirmará, por lo tanto: “La gran novedad de esta revelación es que el Cristo se identifica con la verdad; no sólo es Jesús el revelador del Padre, sino que El mismo es en plenitud esta Revelación; Él es, en su persona, la revelación escatológica, total y definitiva”.[7]
- Conclusión y comparación con Santo Tomás
La exégesis de De la Potterie es sin duda muy valiosa. Tiene la gran ventaja de fundamentarse y enraizarse en un análisis detallado del texto como tal. Los resultados no son sustancialmente diversos de los que él mismo afirma ser los de la exégesis tradicional, en particular los del comentario de Tomás de Aquino, excepto quizás por ciertos matices. Afirmaciones como esta, por ejemplo, parecen corroborarlo: “Esta función de Cristo (plenitud de la verdad) nos revela, al menos indirectamente, lo que Cristo es en su propia persona, lo que es en su preexistencia, en las relaciones trinitarias entre el Hijo y el Padre”.[8] Añadirá incluso que es su intención mostrarlo incluso por argumentos exegéticos, con lo cual manifiesta que es posible probarlo de ese modo. Aparecen, sin embargo, ciertos matices un poco desconcertantes, como, por ejemplo: “No es sin duda su ser divino (hablando del Verbo) – en el sentido griego de esencia – lo designado directamente por el término “verdad”. La voz alētheia, por si misma, significa formalmente “revelación” en San Juan, e indica esencialmente una función de Jesús, su función reveladora. La expresión “Yo soy la Verdad” no indica por lo tanto directamente su trascendencia”.[9] Según otros autores, los tres términos indican la triple función específica de Jesús como mediador, revelador y salvador.[10]
De la Potterie insiste entonces mucho en los matices de ‘directa’ e ‘indirectamente’ para indicar hasta qué punto el término alētheia refleja la identidad de Jesús en San Juan. De todos modos, aún si indirectamente nos está manifestando su preexistencia y su identidad con el Padre, se trata al fin y al cabo de una manifestación de su trascendencia, por lo que pareciese superfluo el introducir ciertos matices. Remarca la identidad entre “verdad” y “revelación del Padre”. Tal vez por eso, como es común en exégetas modernos, afirmará que la concepción de verdad de Tomás de Aquino es solamente la de Aristóteles (reduciéndola así sólo al plano filosófico).[11] Sin embargo, el mismo Aquinate identifica Verdad y Vida con el Padre, y afirma que Jesús es el Camino que nos lleva a él.[12]
La posición de Tomás de Aquino, en este punto concreto de exégesis, es la siguiente: “(Jesús) es vía (camino) según su humanidad; es término según su Divinidad. Por lo tanto, como hombre afirma: «Yo soy la vía», como Dios agrega: «la verdad y la vida». Y mediante estas dos palabras se indica el término de la así llamada vía (o camino)”.[13] Continuará indicando que se habla de término, justamente, como el fin al cual aspira el deseo del hombre, y el hombre desea dos cosas básicamente: El conocimiento de la verdad, que es su prerrogativa; el prolongar su existencia, que es común a todos los seres. Por dicha razón, Cristo es quien satisface tanto una cosa como otra.
La Verdad en el evangelio de San Juan supera ciertamente la concepción de Aristóteles, aunque la incluya y la asuma, ya que esta última no es ni equivocada ni contradice la noción evangélica. Aquino considera la Verdad como algo vivo y la Vida como una Persona, la del Padre, que también se identifica en la esencia con su Verbo, porque Dios transcendentalmente es Uno. No puede ser de otra manera. Para De la Potterie, porque lo afirma taxativamente, la Verdad (ἡ ἀλήθεια) en San Juan es sólo la revelación como tal, que comienza y llega a ser en Jesucristo.[14] Pero un concepto de verdad que se transmite no puede quedar aislado de lo que es su fuente y su misma esencia. Jesús se revela y revela al Padre, es verdad, pero esa misma revelación trasmite la Verdad definitiva y la Vida inagotable suya y del Padre. Es eso y no otra cosa lo que alimenta la esperanza cristiana.
[1] Jn 14, 12-14: En verdad, en verdad os digo: “El que cree en mí, hará las obras que yo hago, y aún mayores las hará, porque yo voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre lo haré … Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.
[2] San Ambrosio, De bono mortis, 12,54 (PL XIV, 592); San León Magno, Sermo II de Resurrectione (PL LIV, 390C), citados por I. De la Potterie, La verité dans Saint Jean I (Analecta Biblica 73; PIB Roma 1999), 243 [nota 373].
[3] Clemente de Alejandría, Stromates V, 3,16,1 [GCS II, 336, 1-5]; Orígenes, Contra Celsum III, 41 [GCS Orig. I, 237, 6-7]; In Ioannem VI, 6,38 [GCS Orig. IV, 114, 22-23] (cfr. De la Potterie, La verité, 243 [nota 374]).
[4] Es la opinión de Bauer, Bultmann, Dodd (quien presenta este versículo como herencia de la literatura hermética gnóstica), así como fue antes la de Omodeo, representantes en gran medida del historicismo crítico en la Escritura (cfr. R. Bultmann, Theologiae des Neuen Testaments, Neue theologische Grundrisse, Tubinga, 41961, 365. 371; C.H. Dodd, L’interpretazione del quarto Vangelo, Bibl. Teologica 11; Paideia Brescia 1974, 75; A. Omodeo, La mistica giovannea, Bari 1930, 14). Wikenhauser también la presenta como opinión de los gnósticos, sin aclarar bien cuál sea su posición (cfr. A. Wikenhauser, L’Evangelo secondo Giovanni [Nuovo Testamento commentato IV; Morcelliana Brescia, 1959], 354-55).
[5] Cfr. I. de la Potterie, La verité, 249.
[6] Cfr. I. de la Potterie, La verité, 251-53. La última sentencia en 266.
[7] I. de la Potterie, La verité, 267. Con otro matiz, también: “Jesús es la Verdad, porque él es, en su persona, la plenitud de la revelación” (cfr. La verité, 269).
[8] Cfr. La verité, 268.
[9] Cfr. La verité, 274. Ese énfasis en distinguir entre “directa” e “indirectamente”, en el significado del término, pareciera ser algo que aporta este elemento de desconcierto en la posición de De la Potterie.
[10] Cfr. G. Zevini, Vangelo, 411, citando S. A. Panimolle, Lettura Pastorale del vangelo di Giovanni II, Bologna, 1978-1984, 215.
[11] Cfr. La verité, 245 [nota 376].
[12] “Es evidente en que consista el camino: consiste en Cristo. Y en que consista el término: en el Padre” (cfr. Commento [1875], 98).
[13] Tomás de Aquino, Commento al vangelo di San Giovanni, XIV, lect. II [1869], 94-95.
[14] Cfr. La verité, 126.