LAS APARICIONES de la SANTISIMA VIRGEN: LA M de MARIA en FRANCIA
Agradecemos a la srta. Laetitia Vouillot por su colaboración con este artículo, ligeramente modificado por nosotros.
La ‘M’ de María en Francia es el nombre que algunos católicos dan a una cadena de cinco grandes lugares de peregrinación mariana en Francia, santuarios creados tras cinco apariciones marianas que tuvieron lugar en menos de 50 años, entre 1830 y 1876. Basándose únicamente en este criterio temporal y geográfico, algunos cristianos quisieron ver en ello un signo y crear una «ruta de peregrinación» original, que desde hace algunos años comienza a ser recorrida y difundida.
El siglo XIX fue testigo de una serie de apariciones marianas en todo el mundo, muchas de ellas en Europa. De las quince apariciones más o menos reconocidas por la Iglesia católica entre 1830 y 1933, cinco tuvieron lugar en territorio francés entre 1830 y 1876, en un periodo de 46 años. De estas cinco apariciones, tres fueron reconocidas oficialmente como «auténticas» por la Iglesia católica (La Salette, Lourdes y Pontmain), otras dos no han sido «reconocidas oficialmente», pero son objeto de un culto religioso ampliamente apoyado y fomentado por la Iglesia (la rue du Bac en París, con la medalla milagrosa y Pellevoisin con el escapulario del Sagrado Corazón).
Cabe señalar que otras apariciones marianas reconocidas oficialmente (como Nuestra Señora del Laus) o con un culto muy desarrollado (como Cotignac) tuvieron lugar en siglos anteriores.
Desde el 1° de junio al 12 de septiembre de 2020, la asociación M de Marie organizó una grande peregrinación que recorrió la «M» sobre Francia en un vibrante impulso de piedad popular. Partiendo de Lourdes y La Salette, dos carruajes marianos atrajeron a multitudes de peregrinos, conmovieron a un gran número de franceses que se cruzaron en su camino. La asociación M de Marie desea trabajar en el desarrollo de un nuevo camino de peregrinación siguiendo el modelo de los caminos de Santiago de Compostela y, para marcar el itinerario y dar una identidad visual al camino, se están construyendo ciento ochenta oratorios de Nuestra Señora de Francia cada diez kilómetros. Estos oratorios se instalan al borde del camino, en terrenos privados o parroquiales, en estrecha colaboración con las parroquias. Se convertirán en puntos de parada para los peregrinos.
I. LAS CINCO APARICIONES DE MARÍA
En 1830, en el convento de rue du Bac, en París, María se aparece a Santa Catalina Labouré y le entrega una medalla que se llamará «la medalla milagrosa». En el reverso de esta medalla hay una inicial: la M, de María. Durante 1846, 1858, 1871, y 1876: María se aparece cuatro veces más en Francia. ¡Un total de cinco apariciones en menos de cincuenta años! ¡La aparición de la Santísima Virgen en lugares y fechas tan cercanas es un caso único en la historia!
Unidos entre sí, estos lugares de aparición forman de manera sorprendente una «M» sobre Francia, símbolo que también se encuentra en el reverso de la Medalla Milagrosa entregada en 1830. Con estas cinco apariciones principales en el siglo XIX, que dibujan una gran «M» sobre el territorio de Francia, Ella viene a reconquistar su Reino y a anunciar su mayor victoria en los corazones —no sin lucha— para devolver Francia y el mundo a Dios.
- Aparición de la Medalla milagrosa
De julio a diciembre de 1830, en el convento parisino de las Hijas de la Caridad, ubicado en la Rue du Bac, sor Catalina, joven novicia de las, recibe el inmenso favor de conversar tres veces con la Virgen María.
El 18 de julio de 1830, en vísperas de la fiesta de San Vicente de Paul, de quien es tan devota, Catalina recurre a aquel cuyo corazón rebosante de amor ha visto, para que su gran deseo de ver a la Santísima Virgen sea finalmente concedido. A las once y media de la noche, oye que la llaman por su nombre. Un misterioso niño está allí, al pie de su cama, y la invita a levantarse: «La Santísima Virgen te espera». Catalina se viste y sigue al niño, «que llevaba rayos de luz por dondequiera que pasaba».
Al llegar a la capilla, Catalina se detiene junto al sillón del sacerdote, situado en el coro, bajo el cuadro de Santa Ana (ubicación actual de la estatua de San José). Entonces oye «como el susurro de un vestido de seda». Su pequeño guía dice: «Aquí está la Santísima Virgen». Ella duda en creerlo. Pero el niño repite con voz más fuerte: «Aquí está la Santísima Virgen».
Catalina se lanza a los pies de la Santísima Virgen, sentada en un sillón, y apoya las manos sobre las rodillas de la Madre de Dios. «Allí pasó un momento, el más dulce de mi vida. Me sería imposible expresar lo que sentí. La Santísima Virgen me dijo cómo debía comportarme con mi confesor y muchas otras cosas».
La Santísima Virgen señala con la mano el altar donde se encuentra el tabernáculo y dice: «Venid al pie de este altar. Allí se derramarán las gracias sobre todos».
2. Aparición de La Salette (1846): La Virgen María lanza un solemne llamamiento a toda la Tierra.
«Dirijo un llamamiento urgente a la Tierra: llamo a los verdaderos discípulos del Dios vivo y reinante en los cielos; llamo a los verdaderos imitadores de Cristo hecho hombre, el único y verdadero Salvador de los hombres; llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a aquellos que se han entregado a mí para que los conduzca a mi divino Hijo, a aquellos a quienes llevo, por así decirlo, en mis brazos, a aquellos que han vivido de mi espíritu; por último, llamo a los apóstoles de los últimos tiempos, a los fieles discípulos de Jesucristo que han vivido despreciando el mundo y a sí mismos, en la pobreza y la humildad, en el desprecio y el silencio, en la oración y la mortificación, en la castidad y la unión con Dios, en el sufrimiento y desconocidos por el mundo. Es hora de que salgan y vengan a iluminar la tierra. Id y mostrad que sois mis hijos queridos; yo estoy con vosotros».
El 19 de septiembre de 1846, en el prado cubierto de hierba de la colina situada sobre el pueblo de La Salette, en Isère, dos niños pastores, Maximin Giraud y Mélanie Calvat, afirmaron haber visto a una ‘bella dama’ llorando, envuelta en luz. Ella les confió un mensaje de conversión para «todo su pueblo». Maximin Giraud tenía 11 años y Mélanie Calvat, 14.
Al principio sentada y llorando, la «Bella Dama» se levanta y les habla largo y tendido, en francés y en dialecto, de “su Hijo”, citando ejemplos extraídos de la vida cotidiana. Les deja un mensaje y les encarga que «lo transmitan bien a todo su pueblo». Toda la claridad que la envuelve a ella y a los tres proviene de un gran crucifijo que lleva en el pecho, rodeado de un martillo y unas tenazas. Lleva sobre los hombros una pesada cadena y, a su lado, rosas. Su cabeza, su cintura y sus pies están rodeados de rosas. Luego, la «Bella Dama» sube una empinada cuesta y desaparece en la luz.
La Virgen María exhorta a su pueblo a convertirse, declarando que si la gente no se somete, se verá obligada a dejar actuar el brazo de su Hijo, que está cargado de castigos por venir. Subraya que los pecados, como el incumplimiento del domingo, la blasfemia y el uso del nombre de su Hijo en vano, son causas de desgracias. Predice una gran hambruna, advirtiendo que las cosechas serán malas debido a los pecados de los hombres.
3. Aparición en Lourdes (1858)
La Virgen María se aparece 18 veces a Bernadette Soubirous, una joven de 14 años, para transmitirle varios mensajes:
- María pide varias veces a Bernadette que rece por los pecadores y exhorta a todos a la conversión personal. Subraya la importancia de la oración y la penitencia.
- Construcción de una capilla: El 2 de marzo de 1858, durante la decimotercera aparición, María pide: «Id a decir a los sacerdotes que construyan aquí una capilla y que vengan en procesión».
- La Inmaculada Concepción: El 25 de marzo de 1858, durante la decimosexta aparición, la Virgen revela su identidad a Bernadette diciendo: «Que soy era immaculada concepciou», que significa «Soy la Inmaculada Concepción». Esta declaración confirma el dogma de la Inmaculada Concepción proclamado por la Iglesia Católica en 1854.
- A lo largo de las apariciones, se anima a Bernadette a mostrar humildad y fe.
- El agua del manantial: Durante la novena aparición, la Virgen María pide a Bernadette que beba y se lave en el manantial que brota de la gruta de Massabielle, como signo de humildad y purificación.
El 25 de marzo de 1858, día de la decimosexta aparición, Bernadette le pide a «la Señora» que le diga su nombre. «La Señora» le responde en dialecto: «Que soy era Immaculada Councepciou», que en español significa «Soy la Inmaculada Concepción». La Inmaculada Concepción es «María concebida sin pecado, gracias a los méritos de la Cruz de Cristo» (definición del dogma promulgado en 1854). Bernadette acude inmediatamente al párroco para comunicarle el nombre de «la Señora». Él comprende que es la Madre de Dios quien se aparece en la Gruta. Más tarde, el obispo de Tarbes, monseñor Laurence, autentificará esta revelación.
4. Aparición en Pontmain (1872)
Pontmain, en Mayenne, año 1872: Francia está en guerra, París está sitiada y las tropas prusianas avanzan hacia Laval, cerca de Pontmain. El pueblo, con menos de cien habitantes, es profundamente católico. Los fieles rezan intensamente, pero se sienten desanimados y se preguntan si Dios los escucha.
Al final de la tarde, Eugène (12 años) y Joseph (10 años) ven a una «bella dama» vestida con un traje azul salpicado de estrellas, que les sonríe y les tiende los brazos. Otros niños, como Françoise Richer y Jeanne-Marie Lebossé, se unen pronto a los testigos. Se describe a la Virgen con un vestido azul, un velo negro, una corona de oro y rodeada por un óvalo azul con cuatro velas apagadas.
Los fieles improvisan una vigilia de oración. Durante la oración, aparece una pancarta en el cielo con la inscripción: «Pero recen, hijos míos, Dios les escuchará en poco tiempo. Mi Hijo se deja conmover». Los niños expresan su asombro ante la belleza de «la señora». Tras un momento de oración, aparece una gran cruz roja con un Cristo ensangrentado. La Virgen muestra el crucifijo a los niños, mostrando una profunda tristeza. La aparición dura unas tres horas, dejando a los niños y a los aldeanos en un gran estado de paz. Unos días más tarde, los soldados prusianos renuncian a invadir Laval y la guerra llega a su fin.
5. Aparición a Pellevoisin (1876)
Entre el 14 de febrero y el 8 de diciembre de 1876, María se aparece a la joven Estelle Faguette, que estaba gravemente enferma. Estaba muriendo y su mortaja estaba ya lista.
El mensaje se centra en el Amor del Sagrado Corazón y la Gloria de María. En la tercera aparición, María se presenta como «la toda misericordiosa». En la séptima aparición, declara: «He venido especialmente para la conversión de los pecadores».
María invita a Estelle a rezar por la Iglesia y por Francia, diciendo: «No solo por ti pido [la calma], sino también por la Iglesia y por Francia». María expresa su tristeza ante la indiferencia de Francia: «¡Qué no he hecho por ella! ¡Cuántas advertencias, y sin embargo sigue negándose a escuchar!». En la novena aparición, María le muestra a Estelle el escapulario del Sagrado Corazón y le dice: «Mira las gracias que derramo sobre aquellos que lo llevan con confianza». El 8 de diciembre de 1876, María tranquiliza a Estelle diciéndole: «Estaré invisiblemente cerca de ti».
II. EL CONTEXTO HISTÓRICO: FRANCIA EN EL SIGLO XIX
Es difícil considerar como una casualidad estas manifestaciones marianas, cuando observamos cómo Francia se sitúa a la vanguardia de los cambios de este periodo, impulsado por la dinámica revolucionaria. El siglo XIX acumula los materiales que servirán para construir el armazón de nuestra época, y ha definido sus contornos. Dicho siglo ha construido nuestra modernidad. La sociedad experimenta entonces cambios en casi todos los ámbitos, especialmente en el político, el social y el espiritual, abriéndose a todas las utopías y depositando sus esperanzas en las nuevas ideas, lo que la lleva a separarse de la Iglesia.}
- Situación política
a) La monarquía de julio en 1831: Bajo el rey Luis Felipe, que accedió al trono tras la Revolución de Julio, el catolicismo dejó de ser la religión oficial del Estado.
b) La Comuna de París: En marzo de 1871, la Comuna de París (sistema revolucionario de organización política), sucedió a la revolución de 1848. A pesar de su efímera existencia, proclamó la separación entre la Iglesia y el Estado, preparando el terreno para la ley de 1905.
c) El positivismo: En el siglo XIX alcanzó su apogeo la idea de que la ciencia es el artífice de la felicidad humana, la garantía de un progreso sin límites, la seguridad de un avance inexorable hacia un mundo mejor. Ante estas perspectivas radiantes, se buscó la verdad en el mundo físico, en el universo práctico. Se buscaba otro modelo explicativo del mundo distinto al que transmitían las religiones. En este contexto nació el positivismo.
d) El romanticismo: La literatura está influenciada, en particular, por el romanticismo, un movimiento europeo que tiende a rehabilitar al individuo y sus pasiones, al tiempo que busca liberarse del rigorismo de las reglas clásicas. La religión cristiana se considera obsoleta y se confunde con el desprecio hacia la monarquía derrocada.
Un ejemplo lo tenemos en la obra de Emile Zola, Les trois villes (Las tres ciudades): Su héroe, el abad Pierre Froment, sirve de hilo conductor de las tres novelas, Lourdes, Roma y París, en las que Zola se pregunta por el lugar que ocupa la religión en la sociedad moderna. Su rechazo a una Iglesia considerada obsoleta es particularmente evidente. La fe se presenta únicamente como un desequilibrio de la razón, al que sucumben en primer lugar los débiles de espíritu.
Estos tres libros, aunque no se encuentran entre los más leídos del autor, son sin embargo emblemáticos de las ideas de la época.
e) El ocultismo: Aquellos que aún no han llegado al punto de rechazar todo sentimiento religioso buscarán nuevas espiritualidades y se apasionarán por el ocultismo.
f) El ateísmo: El ateísmo es uno de los rasgos más destacados de la época y encuentra su legitimación en el Marxismo. Para él, la religión no es más que una construcción destinada a crear las condiciones socioeconómicas que permiten la alienación del hombre, haciéndole creer en un más allá ilusorio. Por lo tanto, la religión es perjudicial y debe ser combatida.
g) La Iglesia: La Iglesia aparece como una fortaleza sitiada. Se la acusa de estancamiento intelectual, de oscurantismo. Se la señala como una fuerza reaccionaria frente al irresistible avance del progreso. Más que nunca, ella quiere mostrar el camino a seguir y denunciar los callejones sin salida de los razonamientos viciados. Así, este siglo dará lugar al Syllabus, de Papa Pío IX (1864), a la proclamación de la infalibilidad pontificia y al dogma de la Inmaculada Concepción.
La Iglesia adopta en un primer momento una postura intransigente de rechazo al mundo moderno. En 1854, Pío IX promulga el dogma de la Inmaculada Concepción de María, mediante la bula Ineffabilis Deus. Mientras el siglo se esfuerza por difundir su concepción igualitaria, ¡la Iglesia proclama que una criatura está por encima de todas las demás! Pío IX publica su primera encíclica Qui pluribus, donde denuncia el liberalismo religioso: «ese espantoso sistema de indiferencia, que suprime toda distinción entre la virtud y el vicio, la verdad y el error».
Y en 1864 llega el Syllabus. Este documento es un recuento de los «errores» del pensamiento moderno: el indiferentismo religioso, el principio de separación entre la Iglesia y el Estado, el naturalismo, el racionalismo, el socialismo, el comunismo, el nacionalismo, el autonomismo moral, etc. Es la condena de este siglo.
- Sentido de las apariciones
Así como el siglo XIX sentó las bases del modernismo y la sociedad actuales, las apariciones de la Santísima Virgen en ese siglo nos advierten contra los excesos y los errores del mismo. Las ‘apariciones de la M’ son signos del amor de María por Francia y por el mundo. A lo largo de este período bendito, María transmitió a los videntes su mensaje, en el que se repiten varios puntos:
– María arde de un gran amor por los hombres.
– María es la que intercede ante su hijo Jesús.
– El pueblo debe convertirse y volver a Dios mediante la oración, la santificación del domingo y la misa.
– Hay que rezar para que Dios libre a los pueblos de las desgracias que los amenazan.
– Hay que rezar a María para pedirle sus gracias y su protección.
Dios ha elegido almas sencillas. A través de ellas, María nos revela los nuevos retos de la historia y su profundo significado. Recorrer los caminos de María, en Francia y en otros lugares, es precisamente aprender a dejar ir y a confiar en Dios.
Como enseñó San Luis María Grignion de Montfort, «el camino más corto para llegar a Jesús es María». Así, emprender un camino hacia un santuario mariano es tomar un atajo hacia Cristo, pasando por aquella que nos conduce a Él con amor y benevolencia.
Laetitia Vouillot












