Teniendo en cuenta la densidad y dramaticidad de los eventos que nos toca vivir en estos tiempos, en particular en relación con algunos grupos islámicos que propugnan interpretaciones radicales de sus propias raíces, queremos brindar un aporte que pueda servir para iluminar el conocimiento del tema por parte de los lectores. Obviamente, lo haremos desde la perspectiva de nuestro blog, que no es político, sino doctrinal bíblico. Queremos comenzar por ilustrar acerca de algunas características doctrinales del Corán, el libro santo de los musulmanes. En particular, sus diferencias con los dogmas cristianos. Ciertamente que, entre Islam y cristianismo existen muchas diferencias, y muy radicales.[1]
[1] Seguiremos un comentario libre basado en diversas nociones expuestas en el libro Encontré a Cristo en el Corán, de Mario Joseph (Libros Libres 2013).
1 – Carácter anti trinitario: El Corán está lleno de imprecaciones anti trinitarias y contrarias a los llamados ‘asociadores’ (mushrikūn en árabe), que son “los que atribuyen a Dios algún partner o socio”, sea del modo que fuera. En ello se incluye la Trinidad cristiana. Hay frases muy tajantes en el Corán, al respecto: ¡Creed pues, en Allah y sus enviados! ¡No digáis: “Tres”! ¡Basta ya, será mejor para vosotros! No creen, en realidad, quienes dicen: “Alá es el tercero de tres” (Al Nisa 4,171).
Para el Corán, asociar persona o cosa a Dios es incluso un gran pecado (Al Nisa 4, 48 y 116). Los cristianos ciertamente cometen ese pecado porque asocian, y los musulmanes aprenden desde niños que los cristianos adoran a tres dioses. Aunque en realidad, la imagen de la Trinidad cristiana que presenta el Corán es totalmente espuria, tomada probablemente de sectas judeo cristianas existentes en la Arabia de los siglos VI y VII, y ciertamente que existían muchas de ellas, como dan testimonio los padres de la Iglesia, sobre todo grupos de inspiración judeo-cristiana. La visión de la Trinidad que presenta el Corán aparece como formulada, en tono de pregunta, por Dios al mismo Jesús: ¿Has dicho tú: Tomadnos a mí y a mi madre como a dioses, además de Alá? (Al Maida, 5,116).
2 – Como consecuencia, Alá no es Padre:
La idea de que Dios es Padre repugna en el Islam, porque se entiende sólo literalmente y estaría sugiriendo que Dios ha tenido un hijo. Así como los judíos rechazaron hablar de la paternidad de Dios como una blasfemia total (Mt 26,65; Jn 10, 33-36), así también el Islam la rechaza. Obviamente, la diferencia con la enseñanza de Jesús es absoluta, pues es Jesús quien llamó a Dios “Padre” (Jn 17,1.21; 18,11), y nos enseñó también a llamarlo de ese modo (Mt 6,9; Lc 11,2).
En el Islam, los hombres aparecen reducidos, quiérase o no, a la condición de “esclavos” creados para adorar a Alá. Por eso, pese a la gran reverencia que se tiene a la Trascendencia de Dios, y de la devoción a la oración (los cinco rezos prescritos), en realidad no existe un contacto personal con Dios. Alá es demasiado grande para vincularse a sus adoradores. Un musulmán no sabe si Dios lo escuchará y sus oraciones serán respondidas. Sólo puede esperar que Alá decida para su bien el día del Juicio. Nadie sabe lo que él decidirá hacer con cada individuo al final de su vida, pues todo pecado será descubierto sin misericordia, y los fieles deberán arreglarse por sí solos delante del supremo tribunal.
La visión es muy distinta en el Nuevo Testamento, donde se revela en concreto cual es la voluntad del Padre para con nosotros: Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen a conocer la verdad (1 Tim 2,4). Ninguna noción de ese género sobre Dios podemos encontrarla en el Islam.
3 – Alá no es tampoco Hijo:
Si bien el Corán declara que Jesús nació de la Virgen María, y de modo prodigioso, considerándolo además un profeta y nombrándolo en varias oportunidades – en unos 99 versículos en todo el Corán- sin embargo, Jesús no es sino una persona maravillosa, profeta especial y embajador autorizado de Alá. No se puede decir que haya sido “engendrado de Dios”, como reza el credo cristiano, sino simplemente creado por Dios en María de la nada, como una creatura, aunque sin intervención de varón.
El Corán insiste en el hecho que Alá no engendra ni es engendrado (Al Ikhlas, 112,3), y afirmar lo contrario implica ser maldecido por Dios (cfr. sura Al Tawba, 9,30). Esa frase probablemente alude a las disputas doctrinales sobre la naturaleza divina de Jesús, de las cuales el Corán presenta un pálido y deforme reflejo, y también refleja quizás el influjo de tribus judías con su rechazo de la filiación divina de Jesús. Por eso, el Islam afirma que se puede ser seguidor de Jesús pero “sin exagerar” en la religión, o sea, sin considerarlo Dios.
4 – Como consecuencia, niega también la crucifixión:
El Islam rechaza y niega la vejación de la Cruz. Afirma textualmente el Corán: «Hemos (los judíos) dado muerte al Ungido, Jesús, hijo de María, el enviado de Alá», siendo así que no lo mataron ni lo crucificaron, sino que les pareció así (Al Nisa 4,157).
Probablemente este rechazo de la Cruz venga del mismo Mahoma, o quizás se deba al influjo de los califas posteriores, quienes alzándose con todo el poder político y militar de la nueva nación islámica que surgía, hayan visto como ofensivo que un antecesor profeta fuera humillado, o quizás sea por influjo de alguna corriente herética como el ebionismo (secta judío cristiana de los primeros siglos, en cuyo evangelio llamado “según los Hebreos” existiría una afirmación de dicho género, que Jesús fue reemplazado por otro en la cruz). Los musulmanes creen realmente que Judas reemplazó a Jesús en la crucifixión.
Este rechazo a la crucifixión es producido por un gran miedo a todo lo que signifique humillación (uno de los nombres de Alá es: “el orgulloso”). Pero sobre todo, no hay lugar para un Mediador por quien se perdonen los pecados, y como consecuencia, ningún musulmán está seguro del perdón de sus pecados. Pueden leer 111 veces en el Corán que Alá es indulgente, perdona generosamente y se vuelve hacia el arrepentido, pero ese Alá impersonal no da señales claras si el perdón se da efectivamente para el fiel musulmán o no. Sólo puede contestar que será así si Dios quiere, y sólo se sabrá el día del juicio si Alá lo quiso o no.
Alá no ama a los pecadores, está escrito veinticuatro veces en el Corán; sólo ama a los que lo temen. Pero, ¿quién puede no ser considerado más pecador? Por el contrario, el Evangelio declara: Porque Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida Eterna (Jn 3,16). Si bien se solicita el arrepentimiento, en el cristianismo existe la convicción que se ha sido perdonado por Dios en Jesús, cosa que no existe en el Islam.
5 – Alá no es Espíritu Santo:
Dos veces se refiere el Corán a Alá como “el santo”, pero el significado de dicho nombre en el Corán está poco claro. Probablemente haya sido tomado del judaísmo, y haga relación a la majestad y superioridad de Alá.
La expresión “Espíritu Santo” parece indicar solamente un espíritu creado, como los ángeles o los demonios, que fueron creados por Alá de la nada. El Corán no conoce propiamente una revelación sobre que “Dios es espíritu”, o sobre “el Espíritu es Dios”. En el Islam, Espíritu santo es también entendido como el ángel Gabriel que fue enviado por Alá a Zacarías, María y Mahoma para transmitirles mensajes especiales: Le enviamos (a María) nuestro espíritu [Gabriel], quien se le representó como un hombre bien proporcionado (sura Maryam 19,17).
6 – Corán y Nuevo Testamento :
Mahoma era analfabeto, según dan testimonio las fuentes musulmanas (sura Al A’raf, 156). Probablemente sabía distinguir las letras pero no leer de corrido, lo cual era común para muchas personas de aquella época y lugar. Por otra parte, la ‘comunidad mecana’ (umma), a la cual se alude muchas veces en el Corán, no tenía un libro de referencia, como si lo tenían las comunidades judías o judeo-cristianas que estaban en la península arábiga o inmediaciones (por eso el Corán se refiere a ellas como la gente del Libro). Por eso, los musulmanes consideran milagroso que Mahoma y el pueblo, analfabetos, hayan recibido una revelación en “bella lengua árabe” como la que se encuentra en el Corán.
El Islam asegura que Mahoma no compuso el Corán sino que más bien Alá mismo, a través del ángel Gabriel, le dictó todas las suras, palabra por palabra a Mahoma, y las dejó impresa en su mente para siempre. Mahoma sólo cuenta como un instrumento involuntario y totalmente pasivo en las manos de Alá. Por eso, el Corán reviste para los musulmanes como un carácter sacro, siendo en sí mismo un objeto altamente venerado.
Este último elemento constituye quizás la diferencia más importante que encontramos entre el Islam y los seguidores de Jesús: Las revelaciones de Alá se convirtieron en un libro, mientras que en la nueva alianza, la Palabra de Dios apareció como una persona. El Nuevo Testamento no es meramente escrito o impreso, pues Jesucristo mismo es el Evangelio en persona. La confesión central de los cristianos reza: Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y hemos visto su gloria (Jn 1,14).
Mahoma aseguró haber recibido pasivamente sus revelaciones de Alá; Jesús, en cambio, es El mismo el Revelador de Dios. El Corán declaró las leyes de Alá. Cristo es. en cambio, el mismo dador de leyes, pues dijo: Os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros. Así como yo os he amado, amaos también los unos a los otros (Jn 13,34; 15,12).
Mahoma habló sobre el perdón de Alá. Jesús cumplió, en cambio, todos los requisitos para el perdón y fue El mismo el que perdonó. Los musulmanes se aferran al Corán como los cristianos a Cristo resucitado, pero al aferrarse a un libro, aunque sagrado, se cae en una suerte de idolatría. El Evangelio es, en cambio, el relato testigo ocular de una persona, el Cristo vivo. En el Evangelio existe el mensaje de un Dios que se hizo hombre y vivó la vida como nosotros. Es Cristo el objeto de nuestra Fe. El fin de nuestro conocimiento no es un libro lleno de letras sino Cristo mismo: el que nos ama. A través del Nuevo Testamento podemos conocer su mensaje, pero el mensaje es El mismo. Conocer el mensaje cristiano implica conocer a Jesús.