Cristianos perseguidos
Recensión del libro (en italiano): Fratelli traditi: La tragedia dei cristiani in Siria. Cronaca di una persecuzione ignorata (Hermanos cristianos traicionados: La tragedia de los cristianos en Siria. Crónica de una persecución ignorada), de Gian Micalessin; Edic. Cairo, Milano 2018; 301 páginas.
Gian Micalessin es un periodista, corresponsal de guerra, autor de reportajes y documentales, docente y escritor, que ha participado y cubierto como corresponsal diversos conflictos en África, en el sudeste asiático y también en la ex Yugoslavia, aunque tal vez ninguna otra experiencia lo haya marcado tan profundamente como la de la guerra en Siria, experiencia que le permitió ser espectador y también protagonista de diversas situaciones dramáticas en las que logró involucrarse, arriesgando su propia salud e incluso su vida.
Pareciera por sus palabras, sin embargo, que su tarea principal consistió providencialmente en dar voz a aquellos que no la han tenido o la tuvieron poco en este conflicto, conflicto que es silenciado por la mayoría de los gobiernos, los medios de comunicación y por toda la corriente mediática occidental: Se trata de los cristianos de Siria, de una tradición de dos mil años de existencia. Han sido y son ellos los que denuncian y cuentan, en primer lugar, las atrocidades y las masacres llevadas a cabo por los grupos yihadistas, quienes encontraron un nuevo impulso gracias a la ilusión de la ‘primavera árabe’, descrita y narrada como un conjunto de revueltas democráticas y liberales.
Nada podía estar más lejos de la verdad. Desafortunadamente, a los cristianos locales no se les escuchó ni se les creyó. En la narración oficial, nuestros “hermanos de la fe” simplemente se convierten en partidarios del régimen del dictador Bashar el Assad, presidente de Siria. De esta manera, Occidente ha mantenido una actitud alarmante de pasividad frente a las grandes persecuciones de las que los cristianos sirios han sido víctimas.
Micalessin ha recogido los testimonios de muchos actores y protagonistas que han asistido a los cristianos, y que trabajaban en la línea de vanguardia para ayudar a sus conciudadanos o fieles, como es el caso del padre Hanna (Juan) Jallouf, franciscano – a quien he tenido la gracia de conocer en 2009 -. Párroco de Knayeh, pueblo cristiano de la provincia de Idleb (cerca de la frontera con Turquía), pueblo que en 2012 se convirtió en permanente objetivo y rehén de los militantes yihadistas del Frente al Nusra, quienes penetraban y recibían suministros a través de la frontera con Turquía. Ya desde el comienzo del conflicto, más de diez mil cristianos habían quedado atrapados en la aldea cristiana de Riblah, cerca de la frontera libanesa. En principio, esta pequeña ciudad se utilizó como fortaleza para despejar el camino a los yihadistas venidos del Líbano, y que utilizaban dicha vía para dirigirse hacia Homs, la tercera ciudad de Siria, a mitad de camino entre Damasco y Alepo, llevando de ese modo suministros a los grupos rebeldes del Ejército libre sirio (EAS o FSA). Estamos en el verano del 2012, pero ya desde octubre del 2011 estos rebeldes se encontraban atrincherados en algunas zonas de Homs y luchaban por la conquista de la ciudad contra las fuerzas del gobierno. El EAS o FSA fue bautizado por los medios occidentales como grupo de “rebeldes moderados”, pero según el testimonio del Padre Hanna y de otros locales, dichas fuerzas se encontraban ya profundamente infiltradas por unidades y líderes de inspiración salafista (ligado a organizaciones del tipo de Al Qaeda y a la ideología wahabita de los saudíes), muy lejos de la imagen de formación moderada presentada por los medios occidentales (véanse pp. 24-25).
Otro testimonio recogido por el autor es la voz de Sor Agnes-Mariam de la Croix, del monasterio de Santiago el Mutilado en Qara, diócesis de Homs, muy comprometida desde principios de 2012 en su movimiento Mussalaha, que buscaba una reconciliación pacífica a través de la apertura del diálogo entre la oposición moderada y el gobierno. Su testimonio: «Conocemos el régimen y su aspecto dictatorial, sus acciones no nos sorprenden, pero que una oposición presentada oficialmente como defensora de los derechos humanos, la democracia y la libertad, actúe con mayor violencia que la del régimen, es un hecho impactante» (p. 28). De hecho, las masacres de los rebeldes han sido ocultadas por los medios, y cuando resulta manifiestamente imposible hacerlo, se atribuye la responsabilidad de aquellas al régimen. Un caso de manual fue la masacre de Houla, el 25 de mayo de 2012, cuando cientos de rebeldes atacaron cinco puestos de avanzada del ejército e iniciaron una batalla. A la mañana siguiente, la red se inunda con fotos y videos de los rebeldes en las que se ve un centenar de cuerpos ensangrentados, algunos degollados, otros apuñalados o muertos con un disparo en la cabeza. El sitio de la BBC de Londres lo presenta como una masacre perpetuada por el régimen. Pero Franco Lauro, fotógrafo italiano y autor de la imagen, recuerda: «Una de mis fotos de Irak fue utilizada por la BBC con la explicación que esos eran los cuerpos de la matanza de ayer en Siria, y que las fotos habían sido enviadas por un activista; en cambio, las descargaron de mi sitio web, de mi servicio en Iraq al día siguiente de la caída de Saddam (en 2003)» (ver pp. 32-33). Y hay varios ejemplos de mentiras similares. En la masacre, cometida por los rebeldes sirios, muchas familias de las minorías alauitas y chiitas de Houla fueron asesinadas, al menos a juzgar por las víctimas.
En Bruselas, la Unión Europa animó la creación del Consejo Nacional de Siria en el 2012. Poco después, en septiembre, los rebeldes procedentes de la frontera turca sitiaron la ciudad de Alepo, la segunda ciudad de Siria y corazón industrial y comercial del país. Fue precisamente en ese mismo mes, cuando Bruselas coloca en la lista de personalidades afectadas por las sanciones los nombres de algunos hombres de negocios importantes del país, incluyendo Fares Shehabi, presidente sunita de la Cámara de Comercio de Alepo, e Issam Anbouba, un propietario cristiano de una planta importante para la producción de aceite comestible en todo el Medio Oriente, acusados de financiar el régimen. El objetivo ahora estaba claro; tratar de ayudar a los rebeldes a rodear Alepo, conquistarla y convertirla en la capital de los territorios arrancados al régimen. Así comenzará la gran división de Alepo, entre la zona oriental dominada por insurgentes y el oeste por el régimen, con golpes, disparos, explosiones de morteros y bombas entre las dos partes, en medio de la población civil, con cientos y miles de víctimas, hasta noviembre de 2016.
Los rebeldes del ESL serán gradualmente abrumados y conquistados por el Jabhat al Nusra (Frente el Nusra), un grupo nacido de la misma al-Qaeda y dirigido por Al Julani, sirio de nacimiento, hijo de un ejecutivo de la industria petrolera con conexiones en Arabia Saudita. Fue socio cercano a Al-Baghdadi cuando este se convirtió en emir del Estado Islámico en Iraq. Por lo tanto, podemos decir que desde 2011 hasta 2013, Al-Nusra y el Estado Islámico (futuro ISIS) fueron la misma organización que luego se separarán. Pero el flujo de armas y de financiación fue constante entre ellos durante esos años, garantizando el crecimiento de ISIS también en el frente iraquí. Luego de dicha división, Jabhat al Nusra estará activo en Alepo y en toda la parte occidental de Siria, mientras que ISIS lo estará en Raqqa y en las zonas del noreste del país. Entre ambos también existirá una guerra real (ver pp. 197-199).
Otro testimonio, aunque no podamos en este caso llamarlo afortunado, es el del sacerdote jesuita Paolo dell’Oglio, fundador del monasterio de Deir Mar Musa, quien en 2013 desaparecerá totalmente luego de un intento de encontrar a los líderes del Estado Islámico en Raqqa. Dell’Oglio se vio favorecido al comienzo por los mismos hombres del gobierno sirio, quienes aprobaron y apoyaron la presencia del monasterio; sin embargo, con el pasar del tiempo, el jesuita pondrá en marcha una campaña de graves acusaciones contra el régimen y se alineará junto con la oposición armada. Participará incluso en entrevistas de televisión donde incluso instará a los medios de comunicación extranjeros para intervenir militarmente contra el gobierno de Assad: “¿Cómo podemos permanecer en silencio?”, dijo en una entrevista con el New York Times el 20/12/2012, en la que acusaba a la comunidad cristiana de complicidad con el régimen (página 38). Parece que será finalmente víctima de esos mismos rebeldes que él apoyó y sostuvo al principio con todas sus fuerzas. Desapareció a fines de julio de 2013, sin que nadie supiera nada de su paradero (ver página 123).
Micalessin llega a Siria por vez primera en septiembre del 2012. Al llegar encontrará Samaan Daoud, cristiano sirio, quien será su intérprete, convirtiéndose en su amigo y en el de toda su familia, residente en Damasco. Junto a él estará presente en los escenarios más terribles e increíbles de la guerra: En Alepo dos veces: En septiembre de 2012, con la ciudad ya asediada (ver cap. 4, pp. 88-105), y una segunda, en 2015, cuando la división en dos partes de la ciudad parecía más que definitiva y la lucha se había vuelto muy dura. Fue allí que tuvo la oportunidad, junto con Samaan, conducidos por el gobernador de la ciudad, de recorrer los barrios donde los combates arreciaban, cerca de la ahora destruida mezquita de los Omeyas y del barrio armenio-cristiano de Midan (cap. 9, pp. 202-233).
Otra experiencia aún más impactante fue, sin duda, la excursión a la región periférica de Damasco conocida como la llanura de Ghuta (bosque en árabe), donde los horrores de las armas químicas – a tenor de las versiones de los medios de comunicación que circulaban en agosto del 2013 -, empleadas por el gobierno de Assad, habrían asesinado a más de 1500 personas.[1] Según el gobierno de Obama, el uso de armas químicas habría sido la línea roja más allá de la cual se habría producido una intervención de la OTAN, autorizada por la ONU, contra el gobierno de Damasco, y los rumores que corrían hablaban de una posible intervención para el 31 de agosto.[2] Nuevamente, Micalessin voló a Damasco, y junto con Samaan y un camarógrafo amigo de este último, obtuvieron permiso para acompañar a ciertos soldados gubernamentales al barrio de Jobar, barrio que hacía de punta de lanza rebelde en la llanura de Ghuta, y que se asomaba hacia el centro de Damasco. Desde allí, los rebeldes atacaron con proyectiles y misiles Katiusha, uno de los barrios más elegantes de Damasco. Una semana antes de su llegada, un sacerdote católico sirio, el padre Amer, había sido muerto por una granada mientras se detenía para tomar un café por la tarde, y muchos casos similares habían sucedido. Entrando con los militares en las vecindades de Jobar, el periodista y sus compañeros tuvieron que cruzar varias calles donde los francotiradores rebeldes disparaban desde menos de 500 metros de distancia. Pudieron ver, sin duda, en ese barrio previamente poblado, muchos postes y faroles caídos, casas destrozadas, pero ningún rastro que les hiciera pensar en el uso de armas químicas.[3] Corriendo junto con los soldados, Micalessin cayó en un charco de lodo fangoso, pero al ser arrastrado hacia fuera por los militares, sintió un dolor punzante en su hombro izquierdo que había sido operado dos años antes; el hombro se había salido de la articulación. Con ese dolor y en esas condiciones, tuvo que continuar la carrera hasta finalizar el servicio, para recibir luego asistencia en el hospital (véanse las páginas 145-149).
Sin embargo, ninguna experiencia se compara con la incursión en Maalula, la aldea cristiana a 56 km al noreste de Damasco, donde todavía los locales hablan una versión del arameo, el idioma de Jesús. Entre la noche del 5 al 6 de septiembre de dicho año, el pueblo permanecerá sin voz ni habitantes. Sus habitantes cristianos huyeron perseguidos por las granadas de mortero de la milicia de Jabhat al-Nusra, filial local de Al Qaeda. Los rebeldes se atrincheraron en el Hotel Safir y en el monasterio de San Sergio y Baco construido en una roca sobre el pueblo. Eran en su mayoría chechenos, pakistaníes, árabes, no sirios, a pesar de que algún hijo de una familia musulmana local se hallaba junto con ellos, familia que los cristianos locales habían autorizado a vivir en el lugar desde hacía mucho tiempo atrás. Los rebeldes procedían de Yabrud, otra aldea musulmana y cristiana, ahora en su poder. En compañía de Ali, un capitán del ejército sirio quien les había advertido: “A mí no me cortarán la garganta; yo voy a morir luchando”, y junto con otros diez soldados, Micallessin y Samaan lograron entrar en Maalula e incluso llegar al convento de Santa Tecla, donde 13 monjas ortodoxas residían con tres mujeres y 27 niñas huérfanas. Esa noche fueron atrapados por los rebeldes que atacaron y destruyeron el vehículo armado que los protegía, matando a algunos soldados. Otros soldados del grupo lograron escapar hacia la plaza del pueblo, pero el capitán Ali, junto con Saaman y el periodista, tuvieron que esperar hasta la noche para tratar de escapar por las calles oscuras, amenazados por los disparos de los francotiradores rebeldes. Lograrán finalmente también escapar (ver el cap. 6, desde la p. 156 y el cap. 7 entre pp. 161-168).[4]
Se narra también la epopeya del padre jesuita Francisco Van Der Lugt, sacerdote de Homs, quien realizaba una permanente labor de asistencia para la gente del lugar, en su mayoría cristianos, pero sin excluir a otros, y que fuera asesinado por un miliciano de Al Nusra (pp. 190-194). O la del padre Jacques Morad, tomado como prisionero el 21 de mayo de 2015 por los milicianos de Isis en Al-Qaryatayn, un pueblo que poseía 2.000 cristianos originales. Muchos lograrán escapar, pero 300 de los cristianos permanecerán como rehenes al ser ocupado el pueblo. Después de tres meses de prisión en otro lugar, durante los cuales fue a menudo amenazado de muerte, el padre Jacques fue escoltado por los milicianos de nuevo a su pueblo. Dada la actitud de sus raptores, él entendió por qué lo habían hecho regresar. Querían convencer a los 300 cristianos restantes – como al resto de los cristianos sirios – de someterse a las reglas del califato y pagar la yizía (una tasa que permite a los cristianos el vivir en tierras del califato). Padre Jacques, después de intentar en vano de detener el secuestro de algunas chicas cristianas dadas como esposas a los militantes de Daesh, pudo planear, con la ayuda de algunos beduinos que conocía, su fuga junto a la de más de 200 cristianos. Todos lograrán salvarse, por milagro (ver pp. 274-277).
El libro, como hemos mencionado, nos presenta datos políticos interesantes que normalmente escapan a la atención de la gente común porque son manipulados por los medios. Como dijimos, el ISIS, inicialmente activo en Iraq, y al-Nusra en Siria, eran dos brazos de la misma organización. La intención del califa al-Baghdadi de disolver el Frente al-Nusra y hacerlo confluir en el ISIL (Estado Islámico de Siria y del Levante) generará la división entre los dos y el acercamiento a Al Qaeda de al Julani y su grupo; la matriz ideológica, sin embargo, seguirá siendo la misma. Desde abril de 2013 hasta agosto de 2014, Occidente permaneció inactivo frente a esta nueva amenaza. Después de la conquista de Mosul, la proclamación del califato, las matanzas de yazidíes y cristianos en Irak y los videos con decapitaciones, el Estado Islámico optó por ponerse en contra del mundo, de tal modo que desde septiembre de 2014, EE.UU., Francia e Inglaterra, ya no pudieron presumir de seguir ignorando las monstruosidades cometidas por el Estado Islámico en el frente sirio. Incluso Turquía y Qatar, de relaciones ambiguas con al-Baghdadi, condenarán formalmente formas y modalidades. Pero no lo harán con Al-Nusra, y junto con Arabia Saudita continuarán apoyándola. El autor reporta incluso las declaraciones del ex director de la CIA David Petraeus, quien hacia finales de agosto del 2015, cuando todo el mundo se preguntaba cómo detener el avance del Estado Islámico, propondrá, en una conversación con otros funcionarios de la administración Obama, el armar a los rebeldes de al-Nusra, a pesar de ser haber sido él, el principal enemigo de al-Qaeda en Iraq (p. 200). «El razonamiento de Petraeus, basado en la presunción errónea de que existen en el terreno grupos armados moderados, no es más que una repetición de la actitud, ya evidenciada como claramente errónea, que se había estado siguiendo desde el 2011. Un enfoque que había ayudado a transformar a los cristianos de Siria en objetivo de los grupos radicales. Todo esto junto al desinterés más completo de parte nuestra, occidentales»[5] (p. 201).
¿Cuál fue el detonador real de la guerra en Siria? El autor propone algunas respuestas: Una de las más importantes es el proyecto del gasoducto que, procedente de Qatar (del gran campo conocido como “North Dome Field”) y pasando por Arabia Saudita, Jordania y Siria, debería atravesar Turquía para llegar finalmente a Europa, uno de los principales mercados de gas del mundo. Un mercado en el que Rusia ejerce, a través de Gazprom, un monopolio real. Este nuevo oleoducto entraba en los planes tanto de las empresas petroleras multinacionales como Exxon, Shell y Total, cercanas a Doha (Qatar), decididas a reducir el rol de Gazprom, como en el de la administración de los Estados Unidos, de Gran Bretaña y de Francia, ansiosos de contener la expansión de Rusia. En el 2009, Doha había propuesto a Bashar al-Assad este proyecto, pero el resultado había sido un fuerte rechazo, mientras que Siria firmaría en julio del 2011 – pocos meses después del estallido de las hostilidades en su territorio – un acuerdo con Irak e Irán (juntas eran las tres naciones del llamado eje chiita) por el que intentaban construir otro gasoducto que uniría un puerto iraní con Siria y, a través de esta, llegar al Mediterráneo. ¿Será esta la razón principal del estallido de la guerra, como lo fue en el caso de Libia e Iraq? Un negocio de Qatar (y no solamente de él) para eliminar a Assad e instalar en su lugar la rama siria de los Hermanos Musulmanes, negocio que para finales de 2017 ya contaba con un balance de más de 450 mil vidas (cfr. pp. 257-259).
Un libro que merece ser leído por aquellos que quieran conocer la verdadera realidad de los hechos, así como los sufrimientos y gestos más que heroicos de nuestros hermanos en la Fe, hermanos cristianos lamentablemente traicionados. Esperamos que se pueda contar pronto con alguna traducción española, si se consigue un alma generosa y emprendedora para traducirlo.[6]
P. Carlos D. Pereira, IVE
[1] En el momento de realizar esta traducción, nos encontramos con una última masacre, aparentemente con armas químicas, llevada a cabo en el último bastión rebelde de Ghuta oriental, conocido como Duma. El 9 de abril pasado (2018), un ataque con gas nervioso y otras sustancias habrían matado entre 70 y 100 personas y herido casi mil. Estados Unidos, Inglaterra, Francia y los medios occidentales, condenan sin dudar a Assad y a su gobierno. Rusia lo niega y dice que no hay pruebas. Las potencias occidentales han también advertido Rusia de no intervenir, mientras que esta última afirma que responderá si se produce un ataque punitivo de la NATO. La tensión permanece muy alta.
[2] Un mes y medio más tarde, el magistrado suizo Carlo del Ponte, miembro de la comisión de la ONU sobre crímenes de guerra en Siria, advertirá en una entrevista en la televisión suiza sobre la presencia de pruebas que absuelven al régimen y muestran el uso de armas químicas por parte de algunas formaciones de insurgentes (página 136).
[3] Recientemente, incluso el ministro de defensa de los EE. UU., John Mattis, admitió por primera vez que los Estados Unidos no tienen pruebas de que el presidente sirio haya usado alguna vez gas sarín (véase Conferencia de prensa 2/2/18: original en [https://www.defense.gov/News/Transcripts/Transcript-View/Article/1431844/media-availability-by-secretary-mattis-at-the- pentagon/] en italiano: http: //www .occhidellaguerra.it/USA-químico-armas-Assad/).
[4] Las religiosas, que no pudieron escapar con las niñas que estaban adentro en ese momento, fueron secuestradas por la milicia Al-Nusra en noviembre, para ser liberadas después al ser intercambiadas por 150 rebeldes y familiares, quienes se encontraban detenidos por el gobierno de Al Assad.
[5] La presencia cristiana en Siria se redujo de un millón y medio de personas en 2003 (equivalente al 7 por ciento de la población) a menos de 350.000 en 2013. Lugares de presencia cristiana tradicional como ciudades en el noreste de Siria (Deir el-Zor, Raqqa), en el sur y el oeste, se vaciaron por completo de la presencia cristiana. En el 2015, al menos el 60 por ciento de los 200.000 cristianos de Alepo, un lugar de fuerte presencia cristiana, habían abandonado la ciudad.
[6] En un muy reciente artículo, Gian Micalessin, quien se dirigió nuevamente al teatro de los hechos, esta vez en Duma, el último suburbio de Damasco reconquistado por el gobierno, relata: «Estados Unidos está listo para atacar la Siria de Bashar Assad, acusado de un presunto ataque químico contra la ciudad de Duma, región de Ghouta. Pero, ¿qué estaba haciendo un laboratorio lleno de productos químicos de Arabia Saudita en un área controlada hasta 48 horas antes por los mismos rebeldes del Jeish al Islam que publicaron imágenes del presunto ataque atribuido al gobierno de Damasco el pasado viernes (6/4/2018)? El escritor ingresó al laboratorio químico de Shifounieh el pasado 14 de marzo, siguiendo al ejército sirio que acababa de arrancarlo a los rebeldes. “En este laboratorio”, me dijo el soldado, “hay varios materiales enviados desde países occidentales. Este lugar contiene materias primas para la fabricación de materiales explosivos y tóxicos. Los procesos de mezcla tienen lugar en la parte superior del edificio y luego se transportan hacia el exterior”. Y de hecho, los materiales químicos en el edificio eran muchos, incluido el metaxileno, utilizado principalmente para crear explosivos. Pero no sólo: dentro del laboratorio también había numerosos sistemas de ventilación, necesarios para que el aire sea respirable. En más de una ocasión, los rebeldes han confesado de haber hecho utilización de las armas químicas» (G. Micalessin, Dentro i laboratori dei ribelli dove si creano arme chimiche, 11/4/18 [http://www.occhidellaguerra.it/laboratori-ribelli-armi-chimiche/]).