¿Hay que contextualizar las palabras de Jesús?
El 18 de Febrero pasado (2017), el blog Rossoporpora (www.rossoporpora.org) publicó una entrevista al nuevo general de la Compañía de Jesús (Jesuitas), padre Arturo Sosa Abascal, donde comenta temas diversos. El blog de Sandro Magister (Il settimo cielo) publicó los pasajes más salientes de la entrevista en los que se refiere a cómo deben ser consideradas las palabras de Jesús en los evangelios.
Ofrecemos la traducción en español, de la parte en cuestión, presentada por Sandro Magister: magister.blogautore.espresso.repubblica.it/2017/02/22/matrimonio-y-divorcio-el-general-de-los-jesuitas-tambien-hay-que-reinterpretar-a-jesus/, pero presentaremos los pasajes más salientes haciendo referencia a algunos comentarios nuestros, que expondremos posteriormente. Como de costumbre, declaramos nuestro más profundo respeto por el entrevistado y lo que representa, pero creemos que, dada la suma importancia del tema, se hace necesario declarar abiertamente nuestro desacuerdo, fundamentándolo con razones adecuadas.
Entrevista
- P– El cardenal Gerhard L. Müller, prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, ha dicho a propósito del matrimonio que las palabras de Jesús son muy claras y que “ningún poder en el cielo y en la tierra, ni un ángel ni el Papa, ni un concilio ni una ley de los obispos, tiene la facultad de modificarlas”.
- R– Antes que nada sería necesario comenzar una buena reflexión sobre lo que verdaderamente dijo Jesús. En esa época nadie tenía una grabadora para registrar sus palabras. Lo que se sabe es que las palabras de Jesús hay que ponerlas en contexto, están expresadas con un lenguaje, en un ambiente concreto, están dirigidas a alguien determinado. [Ver comentario 1][1]
- P – Pero entonces, si hay que examinar todas las palabras de Jesús y reconducirlas a su contexto histórico significa que no tienen un valor absoluto.
- R – En el último siglo han surgido en la Iglesia muchos estudios que intentan entender exactamente qué quería decir Jesús… Esto no es relativismo, pero certifica que la palabra es relativa, el Evangelio está escrito por seres humanos, está aceptado por la Iglesia que, a su vez, está formada por seres humanos… ¡Por lo tanto, es verdad que nadie puede cambiar la palabra de Jesús, pero es necesario saber cuál ha sido [esa palabra]! [Ver comentario 2][2]
- P – Entonces, ¿también es discutible la afirmación en Mateo 19, 3-6: “Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”?
- R– Me identifico con lo que dice el Papa Francisco. No se pone en duda, se pone en discernimiento…
- P – Pero el discernimiento es valoración, es elección entre distintas opciones. Ya no hay la obligación de seguir una única interpretación…r
- R – No, la obligación existe siempre, pero de seguir los resultados del discernimiento.
- P– Pero la decisión final se funda sobre un juicio en relación a distintas hipótesis. Por lo tanto, toma en consideración también la hipótesis de que la frase “pues lo que Dios ha unido…” no sea exactamente como aparece. En resumen, pone en duda la palabra de Jesús.
- R – No la palabra de Jesús, sino la palabra de Jesús tal como nosotros la hemos interpretado. [Ver comentario 3][3] El discernimiento no elige entre distintas hipótesis, pero se pone a la escucha del Espíritu Santo que, como Jesús prometió, nos ayuda a entender los signos de la presencia de Dios en la historia humana.
- P- Pero, ¿cómo se discierne?R
- R – El Papa Francisco discierne siguiendo a San Ignacio, como toda la Compañía de Jesús: hay que buscar y encontrar la voluntad de Dios, decía San Ignacio. No es una búsqueda en broma. El discernimiento lleva a una decisión: no se debe sólo valorar, sino que hay que decidir.P
- P– ¿Y quién debe decidir?
- R– La Iglesia ha confirmado siempre la prioridad de la conciencia personal.
- P – Por lo tanto, si la conciencia, después del discernimiento, me dice que puedo hacer la comunión aunque la norma no lo prevea…
- R – La Iglesia se ha desarrollado a lo largo de los siglos, no es un pedazo de hormigón. Nació, ha aprendido, ha cambiado. Por esto se hacen los concilios ecuménicos, para intentar centrar los desarrollos de la doctrina. Doctrina es una palabra que no me gusta mucho, lleva consigo la imagen de la dureza de la piedra. En cambio la realidad humana es mucho más difuminada, no es nunca blanca o negra, está en un desarrollo continuo.
- P – Me parece entender que para usted la praxis del discernimiento tiene prioridad sobre la doctrina.
- R– Sí, pero la doctrina forma parte del discernimiento. Un verdadero discernimiento no puede prescindir de la doctrina.
- P– Pero puede llegar a conclusiones distintas a la doctrina.
- R– Esto sí, porque la doctrina no sustituye al discernimiento, como tampoco al Espíritu Santo. [Ver comentario 4][4]
* Comentario
[1] – Comentario 1: Reflexionar sobre las palabras de Jesús es algo que puede hacerse siempre, ciertamente con mucho provecho, y la Iglesia lo ha venido haciendo durante estos dos mil años de historia. Pero lo que no se ve claro es cual deba ser la relación de dicha reflexión con la grabadora que no existía en el tiempo de Jesús. Si el entrevistado quiere decir que la ausencia de dicha registración no permite tener certeza alguna sobre las palabras de Jesús, él comete pues, antes que nada, un gran error de apreciación. Se acepta el testimonio de los escritos más antiguos del pasado humano, tanto profanos como religiosos, sobre todo cuando este es unánime o respaldado por varios testigos calificados. Así sucede con las grandes obras literarias del pasado clásico greco –romano, incluso con las obras de carácter biográfico. Pero sucede también con los anales egipcios, babilónicos, y de otras culturas antiquísimas que se encuentran escritos en tablas de piedra o monumentos arqueológicos.
Hemos mostrado en un post precedente,[5] como de los evangelios canónicos se conservan alrededor de 15000 manuscritos, mucho más que de cualquier obra profana, y en diversas lenguas, lo cual implica una proveniencia diversa según el caso. Además, sólo en los primeros 170 años del cristianismo los encontramos citados unas 20.000 veces. Sea los manuscritos del texto como las citaciones, reportan un texto igual al que conocemos y fue trasmitido por la Iglesia. Es absurdo e incluso infamante pensar que todos ellos se hayan equivocado o hayan trabajado sobre un texto a todas luces incierto. Las pruebas internas que tanto los evangelios como los Hechos de los apóstoles y las cartas apostólicas dan como testimonio de que se trate de las palabras auténticas de Jesús son también abrumadoras. Sería absurdo pensar que afirmaban eso sólo por eufemismo o por un sentido religioso totalmente falto de realidad.
El hecho que las palabras de Jesús hayan sido pronunciadas en un contexto se presenta como innegable y necesario. Siempre las palabras, sobre todo de un personaje de relieve, son pronunciadas en un cierto contexto. La iglesia siempre tuvo conciencia de ello. Hasta en la catequesis se explica quiénes eran los fariseos, los doctores de la ley y los escribas con los cuales Jesús discutía, y se dice el por qué. El problema es lo que el entrevistado entiende por “poner en contexto”. ¿Quiere decir que sólo podían entenderse en el contexto cultural en el cual Jesús habló?, o lo que es más aún: ¿quiere decir que fuera de dicho contexto cultural o de época, el sentido de las palabras de Jesús cambia totalmente? Volvemos a insistir que, normalmente, no se hace el mismo análisis para interpretar las palabras de Platón, Séneca, Aristóteles o los grandes pensadores antiguos. Se acepta que hablaron en un contexto, y se lo entiende perfectamente. Todos saben que los ejemplos que usaron son los propios de su pueblo, de su cultura, de su época, pero nadie duda de la certeza de sus enseñanzas en materia intelectual, ética, de conocimiento, etc., aun cuando se piense distinto de ellas, en cada caso. ¿Por qué no aceptar ahora las palabras de Jesús en los evangelios tal como son escritas?
[2] – Comentario 2: El autor distingue, con una verdadera pirueta verbal, entre “relativismo” y “palabra relativa”. Esa distinción merecería, de por sí, una explicación mejor, si la hubiera. De todos modos, si observamos bien, el entrevistado apunta a dos cosas distintas: En primer lugar, al decir que “hay estudiosos que buscan entender que quería decir Jesús exactamente”, está suponiendo que toda palabra de Jesús debe ser re-interpretada, con lo cual es imposible evitar cierto relativismo (aunque lo llame de otro modo). Pero además, al decir “hay que conocer cual fue esa palabra” continúa a afirmar que no podemos tener certezas de las palabras de Jesús.
El problema es el ‘a priori’ en materia de conocimiento (gnoseológico): Para el entrevistado no hay certezas en materia histórica, o al menos en lo que se refiere a los evangelios (porque quizás no tenga problemas en reconocer como auténtico lo que dijeron Julio César o Nerón). Es un a priori que viene de la filosofía de Kant, según la cual el hombre no puede conocer adecuadamente la realidad, sino sólo “el modelo o fenómeno” con el cual la propia inteligencia humana modela dicha realidad. Pero hay algo más, y es la filosofía hegeliana: La revelación de Dios (asimilado este último al espíritu absoluto de Hegel) sólo se entiende en la historia, en la evolución de la misma, y por eso, las palabras de Jesús se entendían en su contexto vivencial, histórico y cultural (el llamado “sitz in leben” del conocido método de historia de las formas); como dicho contexto ha cambiado durante la historia, en cada momento de la misma se puede dar a las palabras atribuidas a Jesús una interpretación diversa, incluso contradictoria con la anterior.
[3] – Comentario 3: El entrevistado hace una distinción entre ‘duda’ y ‘discernimiento’. Huelga decir que se trata de conceptos diversos, pero el problema está en el uso concreto que pretende dársele. Decir que Jesús no dijo lo que durante veinte siglos se le atribuyó haber dicho, o que pudo no haber dicho lo que los criterios internos y externos de autenticidad de los evangelios corroboran unánimemente como palabras de Jesús, o que en definitiva, no se conoce ni se puede conocer que dijo realmente, eso es duda y no discernimiento. Y si no es duda, es porque se trata de algo peor: ignorancia invencible.
El autor dice que no se niegan las palabras de Jesús, sino “cómo se las ha interpretado”. Pero en realidad se niegan las palabras de Jesús. En un contexto como el de Mateo 19, 3-6, donde claramente le ponen a Jesús la pregunta sobre la posibilidad por parte del marido de repudiar la mujer casada basándose en lo legislado por Moisés, la respuesta: Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre sólo puede significar la indisolubilidad del matrimonio, y Jesús da el fundamento de por qué (“En el principio fue así…”). Es más que obvia la interpretación sobre dicho pasaje. No puede haber otra en este caso.
Además, tal como el entrevistado plantea el tema del “discernimiento”, desconfiando de la interpretación que se le ha dado a Jesús durante veinte siglos, equivale a decir que el discernimiento hecho por la iglesia, los santos y miles de intérpretes durante todo ese tiempo, fue equivocado, y habría que sustituirlo por el de pocos exégetas del siglo XX que se consideran los únicos autorizados al respecto. Es realmente absurdo.
[4] – Comentario 4: El ejemplo que da el entrevistado es el de San Ignacio de Loyola – y del papa Francisco mencionando San Ignacio -. Conocemos muy bien que San Ignacio habla de discernimiento y sabemos cómo lo hace; nunca lo hace para “analizar si la doctrina (de la Iglesia) es verdadera o no”, y menos aún para “llegar a conclusiones distintas de ella”, como declara el entrevistado en el último párrafo. A lo sumo sobre cómo aplicar la doctrina de Cristo a la vida de cada uno, pero eso es otra cosa. San Ignacio dice en sus “Reglas para sentir con la Iglesia”: “Debemos siempre tener que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina, creyendo que… el mismo Espíritu y Señor, que nos dio los diez mandamientos…”[6] Desde el momento en que se subrayan los términos ‘creer’ y ‘diez mandamientos’, es entonces que se colige que se está hablando especialmente de doctrina. Se puede concluir entonces que no está diciendo que sea la doctrina de la Iglesia la que va sujeta a ningún discernimiento, sino más bien al contrario, que se la debe creer.
Con respecto al método de historia de las formas, al cual hemos aludido y que el padre Sosa parece querer aplicar a los evangelios, veamos que dice el documento de la Pontificia Comisión Bíblica que ha tratado el tema en detalle: «Con frecuencia el mencionado método está implicado con principios filosóficos y teológicos no admisibles, que vician muchas veces tanto el método mismo como sus conclusiones en materia literaria. De hecho algunos fautores de este método, movidos por prejuicios racionalistas, rehúsan reconocer la existencia del orden sobrenatural y la intervención de un Dios personal en el mundo, realizada mediante la revelación propiamente dicha, y asimismo la posibilidad de los milagros y profecías. Otros parten de una falsa noción de la fe, como si ésta no cuidase de las verdades históricas o fuera con ella incompatible. Otros niegan a priori el valor e índole histórica de los documentos de la Revelación. Otros, finalmente, no apreciando la autoridad de los Apóstoles, en cuanto testigos de Cristo, ni su influjo y oficio en la comunidad primitiva, exageran el poder creador de dicha comunidad. Todas estas cosas no sólo son contrarias a la doctrina católica, sino que también carecen de fundamento científico y se apartan de los rectos principios del método histórico.»[7]
Y también la constitución dogmática Dei Verbum, del Concilio Vaticano II, con mayor autoridad aún: «La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo.»[8]
Por otra parte, las mismas palabras de Jesús parecieran haber sido dichas con un sentido totalmente opuesto al de ‘palabras relativas’, como por ejemplo: Cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán (Mt 24,35; Mc 13,31; Lc 21,33). Curiosa – o mejor – providencialmente, en este caso son los tres evangelios canónicos los que dan testimonio de esta sentencia tan clara de Jesús.
Aquí sí que huelgan los comentarios… y las entrevistas…
[5] http://biblia.verboencarnado.net/2017/02/16/la-vision-jesucristo-negacion-la-historicidad-los-evangelios-ii/
[6] Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales [365].
[7] Pont.Com. Bíblica, Instrucción Sancta Mater Ecclesia, 1 (21/4/1964) [http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/pcb_documents/rc_con_cfaith_doc_19640421_verita-vangeli_sp.html]
[8] Conc. Vat. II, Constitución Dei Verbum, sobre la divina revelación, 19. [http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651118_dei-verbum_sp.html]